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Fiebre? pero menos con The Black Keys

El dúo ofreció un buen concierto de rock blues ‘garajero’ pero le faltó un sonido con pegada

Fiebre? pero menos con The Black KeysJosé Mari Martínez

Bilbao - Demasiadas expectativas. La presencia del grupo The Black Keys había sido uno de los causantes de que el noveno BBK Live hubiera agotado entradas con mucha antelación. Considerado el grupo de rock del momento, aunque de raíces blues y abierto al pop, en su única actuación estatal del verano ofreció en Bilbao un buen concierto de rock garajero, monolítico y con toneladas de fuzz en el que sobresalieron los ritmos y estribillos infecciosos de Lonely boy y Fever. Fiebre saltarina y festivalera sí hubo en Kobetamendi, sobre todo al final, pero le faltó contundencia y pegada al sonido para resultar realmente matador.

Los de Ohio han protagonizado en los últimos años uno de esos fenómenos inexplicables que suceden de manera periódica. Porque que esta pareja de estadounidenses hayan pasado de vender apenas 300 entradas por concierto a ser el objeto más deseado de los festivales europeos de este verano, carece de una razón objetiva. No lo es, al menos suficiente, lo molón del ritmo y el estribillo de Lonely boy, y su divertido y viral video, que les propulsó en las listas.

El dúo no se guardó nada en Bilbao. La primera, en la frente, con Dead and gone, de El camino, el disco de la consagración. En ella se resumieron todas sus virtudes, empezando por el “na na na” inicial propulsado por el público, el bajo percutiendo, una buena melodía, una guitarra primaria pero fiera y una batería monolítica, situada a un lado del escenario aunque en primera fila y comandada por Patrick Carney, un tipo con gafas y aspecto de profesor universitario. A su lado, su colega y cantante, Dan Auerbach, con chupa de cuero negro, le sacó fuzz a su guitarra con el rescate de Next girl, desde el centro y con el apoyo de dos mercenarios que se ocupaban del bajo y, según el tema, de teclados y guitarra adicional.

Dan se lució al falsete y a la guitarra, por fin alta y en primer plano, con Run right back y el público se apuntó al karaoke y a los botes con un Gold on the ceiling de ecos glam e infecciosos riff de teclado y estribillo, pero? faltaba algo. Era el sonido, el que había propulsado las actuaciones de Franz Ferdinand y The Prodigy. Lo echamos en falta, por contundencia y pegada. Ni los siguientes cambios de lugar ni pepinazos como el sucio It´s up to you, con el blues corriendo por sus venas, mejoraron la impresión.

Por fin, tras los repetidores de sonido instalados para hacer llegar el sonido a las últimas filas, encontramos el lugar (casi) ideal. Allí sí llegó con matices la densidad y psicodelia de su último disco -Bullet in the brain, Turn blue- e, incluso el rock hedonista y springsteeniano de Gotta get away. Con los bailes ya disparados, el dúo, bien acompañado desde las lisérgicas pantallas y un escenario poblado de un bosque de focos-jirafa, firmó una recta final de manual. Tras un She´s long gone blues y airado que habría firmado Hendrix, encadenó Tighten up (con silbido inicial), la bailable y negroide Fever y el añorado Lonely boy. El karaoke general se interrumpió en el bis con los guiños acústicos a Led Zeppelin de Little black submarines y regresó con más distorsión y Hendrix en el postrero I got mine mientras un letrero luminoso proyectaba el nombre del grupo. Demasiadas expectativas para un buen concierto que el dúo centró en sus tres últimos discos y que pudo ser inolvidable.