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¡¡Danzad, danzad, malditos!!

Franz Ferdinand hizo bailar a los 40.000 fans que abarrotaron Kobetamendi en la jornada inaugural del festival Bilbaino White Lies y John Newman se encargaron de calentar el ambiente para el recital de los ‘indies’ Vetusta Morla

¡¡Danzad, danzad, malditos!!J.M.M.

bilbao - Tal y como se esperaba, cayó la noche sobre Kobetamendi, en la primera jornada del IX Bilbao BBK Live, y los 40.000 fans que habían agotado las entradas y bonos del festival se entregaron al baile más desenfrenado. Los culpables fueron Franz Ferdinand, que convirtieron el monte en una discoteca al aire libre. Danzas sí, pero con guitarras nerviosas y certeros estribillos pop, como las de los franceses Phoenix, que salieron a escena ya cerrada esta edición. Antes, por la tarde, calentaron el ambiente White Lies y John Newman para el exitoso recital de Vetusta Morla.

Si ya era difícil moverse por el recinto al caer la tarde, resultaba casi imposible a medida que se acercaba el recital de Franz Ferdinand. Los escoceses, cabezas de cartel de la primera jornada, saltaron a escena a las 22.30 horas, con No you girls. Desde sus primeros compases, el cuarteto, liderado por su elegante cantante, Alex Krapanos, demostró en Bilbao que el rock del siglo XXI puede ser divertido y hedonista. Las caras de los fans cuando sonaron temas actuales como Right action y clásicos como Tell her tonight, en el arranque de su recital, lo atestiguaron. Guitarras nerviosas que maridaron rock y funk, ritmos marcados, melodías certeras, coros de ecos beatle, un sonido nítido y potente? esa fue la apuesta de los escoceses, que, aludiendo a uno de sus estribillos -“este fuego está fuera de control”, de This fire-, reventaron a la marea humana a la que se enfrentaron entre danzas imposibles y sudor, provocados por pelotazos para gastar zapatilla como Do you want to. A la hora de cerrar esta edición se esperaban clásicos como Michael y singles efectivos y actuales como Love illumination.

La velada había cobrado altura a media tarde con el trío londinense White Lies (ampliado a quinteto). Grupo que se dio a conocer como alumno aventajado de las enseñanzas after-punk de Joy Division y The Chameleons, mostraron una imagen positiva y alegre, la que ofrecen en su último disco, Big tv, que, como demostraron desde el arranque (con There goes our love again), apuesta por el repertorio más melódico y accesible de su carrera. La combinación del cruce de teclados y guitarras y la voz engolada, dotada y épica de su líder, Harry McVeigh, remitieron a sus primeros tiempos en ocasiones, aunque el recital sobresalió por la pegada rítmica -el bajo barrenaba los estómagos- y bailable que White Lies proponen en 2014, que contaminó a temas lúgubres como aquel Death de su debut, del que sobresalió el rescate del clásico To lose my life. Eso sí, los saltos del público se dispararon con las canciones más recientes, un Big tv casi electrónico y con clarísimo guiño a Visage; Be your man (algún eco de Echo & The Bunnymen se les escapó) y un Gettin even con teclados en primer plano tras los pasos de Human League. Gustaron mucho y acabaron actuando ante unas 15.000 personas.

Sin solución de continuidad y entre las carreras de los más jóvenes, parte de la ya marea humana que poblaba el recinto se trasladó al escenario principal para disfrutar de una de las revelaciones del soul comercial del último año: el británico John Newman. Salió a escena a las 20.00 horas, maqueado, vestido de blanco y negro (como sus influencias musicales), y con su tupé rubio abatido por el exceso de brillantina. Al igual que hace en su único disco y con un sonido algo disperso, empezó confesando sus influencias, de James Brown a los Stones, Hendrix, The Supremes o un Michael Jackson al que homenajeó con sus calcetines blancos y sus constantes y curiosos pasos de baile, con primeros planos proyectados en las pantallas de video.

Se cubrió con una formación de rock, con una guitarra eléctrica furiosa y casi heavy en varios solos, y unas teclas que intentaron -sin conseguir, por imposible- sustituir a las lujosas y solemnes orquestaciones y secciones de metales del disco.

Apoyaron su voz dotada, siempre presta a la ayuda de los ecos y reverbs, dos coristas femeninas de timbre soul (también café con leche) que se lucieron en cortes como Losing sleep. Los bailoteos se dispararon con temas con el espíritu de clásicos del soul como Cheating y en la recta final, olvidado ya un cierto bache, cuando el chaval rescató Not giving in (una de las canciones de Rudimental con las que se dio a conocer como solista invitado a la voz) y su imparable Love me again, eregido en primer karaoke masivo del festival.

enamoramiento Lo de Vetusta Morla con el BBK Live empieza a parecerse a una relación estable. En términos de pareja, como si estuvieran a punto de irse a vivir juntos. El éxito de su primera visita les arrimó ayer en Kobetamendi a las horas estrella, con una marea humana difícil de cuantificar y totalmente entregada desde su salida al escenario (aconteció con cierto retraso). La excusa era La deriva, disco que ha sacado la mala leche a este grupo indie compuesto por unos tipos de lo más normal, al contrario que su éxito, tan masivo como poco explicable.

Pucho, su vocalista, a ritmo de percusión, introdujo un bloque centrado en su último disco, La deriva -“habrá que inventarse una salida? cada cual que tome sus medidas”-, con su voz aguda y sensible, que lució también en euskera. El grupo alternó la esperanza y la crítica de sus temas recientes - de Fuego al aplaudido Golpe maestro, que sonaron eléctricos, rabiosos, con distorsión y con el viento poniéndoselo difícil al sonido en la distancia- con clásicos más evocadores y etéreos en lo lírico como Copenhague o Sálvese quien pueda.