En el programa de mano de El intérprete, la obra con la que el artista regresa a casa, al Teatro Arriaga, puede escucharse hablar a la memoria de Asier Etxeandia. "Cuando era pequeño me ponía de espaldas contra la pared en un rincón de mi cuarto. No me ponía así porque me hubieran castigado, ni porque fuera autista. Bueno, un poco autista, quizá? pero no más que cualquier niño vasco que fuera hijo único. Pero no. Simplemente me ponía contra la pared y empezaba a cantar. Unos cantan en el coche, otros en la ducha; yo cantaba de espaldas en el rincón. Escuchaba mi voz con el eco de la pared, un eco que hace que parezca que cantas al micrófono, y me sentía un cantante de verdad..." He ahí el hombre que creció de espaldas a la pared.

Alcanzado aquel sueño de convertirse en artista grande, no hay una mano que muerda a Asier. No por nada, la producción del espectáculo que le encumbra corresponde a Factoría Madre Constriktor, una productora donde también lleva la voz cantante. Ayer sonreía la caja de caudales, cuando los alrededores del Teatro Arriaga hervían con alegría, como una centolla a fuego intenso. El patio de butacas del estreno lució como prometían las colas, abarrotado.

Y de repente se hizo la oscuridad y el silencio. Lo rompió una voz en off animó a que se activasen los teléfonos móviles en modo vibrador, se fotografiase el espectáculo y las imágenes volasen hacia twitter. ¿Y la luz? Flameó la llama de una cerilla y comenzó a hablar Asier, recordando la historia del rincón, cómo cantaba entonces para sus amigos invisibles, para sus viejos fantasmas. Fue un hermoso preámbulo para dos horas trepidantes.

En ese universo sobre el que aparecieron, entre otros, Kurt Weill, Héctor Lavoe, Lucho Gatica, Chavela Vargas Gardel o el camaleónico David Bowie, el álter ego de Asier, si bien se mira, se sumergieron los presentes, desde Ibon Areso a Ibone Bengoetxea, pasando por Emilio Sagi, director artístico del teatro; Daniel Bianco, Miren García Bernaola o José Ignacio Malaina, entre otros. A esta nómina habitual de los estrenos se sumaron Gurutze Beitia, Esther Velasco, Itziar Lazcano y Loli Astoreka, el actor Felipe Loza, Maitane Zalduegi, Gonzalo Centeno; la buena gente de Malabrigo Teatro, es decir, Marta Urcelay, Carla Allende, Cristina García e Inés Jauregi; Agustín Ferrero, antiguo integrante de La quinta reserva; el actor Jorge Santos, Felipe Artola, un grupo de amigos y familiares de Asier, desde su tío José María Etxeandia hasta Mari Inma Ahumada, Blanca González, Roberto Fernández, Arantza Urrutxurtu, Begoña García Urquijo, Jesús Ibáñez, Txusma Gómez, Mari Carmen Maestro, Maite Revuelta y Kepa Arteaga, todos ellos tocados con sombreros de aire cabaret; Juanjo Alonso, el dramaturgo David Barbero, Javier Reino, Carlos Bacigalupe, Ana Molina, Gloria Arroyo, Ane Salsidua, Cristina Gutiérrez, Rosa Hervás, Montse García, Bruno Foraster, Beltrán Expósito, Estitxu Madariaga y un largo etcétera de admiradores.

Sobre el escenario, Asier era un pequeño dios, acompañado por los músicos Tao Gutiérrez, Guillermo González, Pino Roveretto e Iván Prada. Así pueden acreditrarlo Jean Paul Laka, Pedro Barea, Carmen Larrinaga, Elena Añibarro y quienes vivieron y bailaron con intensidad durante esas dos horas en que Asier dejó de mirar al rincón.