getxo
Hay que decirlo con cierta contundencia; Getxoarte ya no es una plataforma para el arte joven vasco. Y no puede serlo, entre otras cosas, por el vaciamiento conceptual a la que se ha sometido a su fórmula y la nula repercusión alcanzada en el entramado cultural. Si solían presentarse obras de entre cincuenta y sesenta autores ahora son bastantes menos y en unas condiciones peores que las de antaño. No cuenta con un catálogo general y solo dispone de un pírrico desplegable que indica dónde están esparcidas las piezas por el municipio. El tratamiento no puede ser peor. Tal parece que pueden generarse festivales de Jazz, Folk o Música Clásica u organizar unas jornadas teatrales con compañías vascas pero se es incapaz de sostener una propuesta que había encontrado su lugar en el calendario. La materia del arte sigue siendo una asignatura pendiente.
No todo vale lo mismo en una programación cultural para que sea fructífera y que, al mismo tiempo, tenga interés a corto y largo plazo. Getxoarte tenía su sitio pues se había especializado en dar las primeras oportunidades. No solo servía para el público general, sino para especialistas y artistas emergentes. Era el desafío de un termómetro que hablaba de la creatividad y los impulsos de los jóvenes autores. Las apuestas son eso y hay que evolucionarlas o saberlas adaptar cuando surgen nuevos parámetros. Nunca desnaturalizarlas. No sirve la "necesidad" de realizar una rebaja presupuestaria cuando se pueden barajar distintas opciones para mantener iniciativas que hacen un servicio y son tan prometedoras como ésta.
La fórmula necesitaba algo más que unos cuantos giros de tuerca, pero lo que se ha hecho no parece que haya sido una buena salida. Las excusas no sirven de nada. Son coartadas equívocas, ya que los nuevos hechos cambian totalmente los estímulos y afectan a los parámetros puestos en juego. Incluso se entra en colisión con espurios intereses crematísticos que deben olvidarse en una acción cultural de primer servicio comunitario. Hay que educar contra los valores asumidos y convencionales para avanzar hacia nuevas realidades y otras identidades.
Es verdad que los creadores aceptaron unas bases que comprometían el resultado creativo y a ellos, también, hay que achacarles el desaguisado. Pero constituyen la parte más débil de la cadena, la de aquellos que son instrumentalizados y no tienen opciones en tiempos de crisis.
La tendencia a democratizar la cultura popularizándola no sirve sino para ningunear el interés creativo y pervertir el latido de emergencia crítica que resulta tan necesario en las sociedades contemporáneas. El año pasado Getxoarte se dio un respiro y evitó salir a escena. Fue una especie de catarsis. Pero en éste el despedazamiento ha sido total y el derrumbe de su reconocido entramado organizativo resulta incuestionable. Su desdibujo es total. Un reparto de migajas entre barrios por querer tapar el sofoco de cambiar una experiencia pionera para convertirla en otra muy distinta. ¿A quién se le ha ocurrido trocar una presentación individualizada y en un solo espacio por el distanciado nomadismo de hacer kilómetros, teniendo que entrar en unas tiendas que te reciben como si llevaras encima la máscara de la sospecha?
La edición no ha dejado ni un solo comentario de lo que antaño fue objeto de seguimiento, hervidero de reflexión. Una fórmula que tenía como objeto ser un revulsivo para los jóvenes creadores se ha puesto en duda y quizá ya no pueda remontar. Por el bien de la investigación, la innovación y el desarrollo cultural, hay que esperar que no sea así.
Getxoarte era una actividad que tenía lugar en una zona concreta como el Polideportivo de Fadura, el Frontón de Santa María de Getxo o una carpa en la plaza del Metro, pero ahora se ha extendido por todo el municipio. Decía el general vietnamita Nguyen que cuando el ejército se despliega gana terreno pero pierde fuerza, mientras que cuando se repliega defiende mejor sus posesiones. Pretender que una experiencia sirva para muchos fines es desactivarla y hacerla perder sentido.
Hay que recordar que el salón ha expuesto las obras de los artistas en cuarenta y siete comercios. Y es que, según los organizadores, Getxoarte está "destinado a dinamizar las calles comerciales del municipio" y queda encajado en el organismo GetxoAktibatu! que llama a "Disfrutar del espacio urbano y hacer uso del comercio local", así como apela a la promoción física fuera de las instalaciones deportivas habituales. ¿Alguien puede decir qué tiene que ver esto con una exposición de arte?
Creo que parte de la solución está dentro del propio Aula de Cultura y sus organizaciones. Hurguen en el modelo del XII Salón del Cómic de Getxo, cuyas actividades van a celebrarse los días 22, 23 y 24 de noviembre y verán otras posibilidades, pues cuenta con un área de exposiciones, talleres y un área comercial destinada a editoriales, comercios, entidades, fanzines o cualquier otro sector relacionado con el mundo de la historieta gráfica. Además, el fin de semana anterior, los días 16 y 17 de noviembre, tendrá lugar el Salón del Manga. Alguien ha dejado desatendidos los deberes y no sabe cómo ceder la batuta.
Hay que posicionarse sobre qué se quiere. Si una cultura anestesiada, decorativa y edulcorada u otra inteligente, irónica, transgresora y reflexiva que sea producto de las ideas, asuma sensibilidades y propicie conocimiento. Getxoarte era una realidad que tenía sentido y había que proteger como esas especies en riesgo de extinción. Ahora no queda sino una marca, como otra cualquiera. Llámese Arteshop o Escapararte.