Echan la vista atrás y rebuscan en los archivos de la memoria para contar su historia, como si fuesen artistas investigadores. He ahí una forma diferente de leer la historia con las gafas de la creatividad, unas lentes capaces de enfocar allá donde no llega la mirada del común de los mortales. Vista así, las obras de Iñaki Garmendia (en los corrillos formados ayer en la inauguración de la muestra aún retumbaba su vehemencia matutina por un quítame esas pajas, aunque las aguas ya bajaban calmadas a media tarde...), la angelina bilbaina, Erlea Maneros Zabala y Xabier Salaberria expuestas desde ayer en el Guggenheim recuerdan a los papeles del mar Muerto, como si fuesen documentos que obligan a revisar lo que ya se daba por sabido.

La exposición Garmendia, Maneros Zabala, Salaberria. Proceso y método atrajo a un nutrido grupo de amantes del arte pese a que, ¡ay Dios mío!, no se servía cóctel alguno: apenas un vino cortés de Marqués del Riscal a los pies de las salas que acogen la muestra, allá en la segunda planta. Así que cabe deducir que quienes acudieron los hicieron por amor al arte y no por ese extraño deporte de cenar al canapé que no pocas veces se practica en estos casos. O eso, o es que no leyeron la letra pequeña de la invitación, que alguno ya hubo.

Algunas voces presentes reseñaban la dificultad de entender los trabajos expuestos. En verdad, no eran el abc o la Disneylandia del arte; exigían un esfuerzo, una capacidad de comprensión avanzada para llegar hasta el tuétano de la obra. Aun así, hubo elogios y palabras amables, un poco por los bienquedas de siempre y otro tanto por quienes en verdad fueron capaces de interpretar lo visto. Fuese como fuese, la cita congregó a un buen grupo de asiduos a los estrenos en el museo.

Entre los presentes, saludados por Juan Ignacio Vidarte, comandante en jefe de la pinacoteca, se encontraban el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao; la diputada de Cultura, Josune Ariztondo; el viceconsejero de Cultura del Gobierno vasco, Josean Muñoz; el director de Patrimonio, Imanol Agote; el director de Cultura, Gonzalo Olabarria, el teniente alcalde de Bilbao, Ibon Areso, o Jon Azua, representante de la Solomon R. Guggenheim Foundation. Junto a ellos, el propio Iñaki Garmendia expresaba, con su presencia, una serenidad que no tuvo en la presentación a la prensa. Los comisarios de la muestra, Lucía Aguirre y Álvaro Rodríguez-Fominaya, explicaban los pormenores de lo visto.

No fueron los únicos asistentes. A la puesta de largo acudieron, además, Alberto Ipiña, Begoña Bidaurrazaga, Maite Viñas, Cornelia Negueruela, Javier de Juana, Antonio Ligero, maestro de violines, Iratxe Madariaga, Mariapi Alza, Carla Alegría, José Luis Barandiaran, presidente de la Bolsa de Bilbao; Yolanda Aberasturi, Alberto González, María Jesús Etxebarria, Luz Maguregi, Joseba Viar, Ana María Arbide, Ana Molina, Mari Carmen Martínez y un buen número de artistas que se congratularon con un Guggenheim que mira a casa.