Donostia

a Javier Valverde (Donostia, 1956), el campo y la montaña de Oiartzun, el paisaje como metáfora, o la metáfora del paisaje, siempre le han interesado, desde sus comienzos hasta sus últimas obras. Ceras y pasteles, cajas y óleos componen su última producción presentada en la galería Ekain de la parte vieja donostiarra. Paisaje parcelado, captado unas veces con perspectiva frontal y otras caballera, cubierto de verdes, naranjas y violetas, trazado con rasgos gestuales, curvilíneos, a la manera de lazos y entrelazos de diversos colores, que componen sinfonías de colores fuertes y contrafuertes, pero bien compensados. A Valverde parece interesarle en este momento más un micropaisaje, cercano y sentido, más que lejano y ensoñado. Paisaje trazado sobre diversos soportes, cristal, celulosa, lienzo, que le aportan un sentido más fuerte y crudo, al mismo tiempo que más vivo y fresco, y que le acercan a los salvajes alemanes y austríacos de las vanguardias europeas del siglo XX. Reseñemos en este sentido el paisaje fuerte y crudo ubicado sobre la mesa de la galerista, contundente, rotundo, magnífico. Un camino por donde poder transitar en el futuro.

Sus matas de hierbas y verduras en primer plano, también resultan interesantes. Como lo son su serie de Aviones sobre el cielo azul, o sus Cielos pintados, con ramas frontales, objetos reales que avanzan hacia el espectador, y que crean una realidad-metáfora del paisaje real y soñado.

Pero donde creemos que Valverde logra sus mejores aciertos es en sus Cajas de objetos, y en sus Objetos surreales: Maceta-árbol que sale y emerge de la caja, Monteperdido con espejo, Vaca lechera con paisaje, Arbolito con aro y txapela, Pequeños paisajes y arbolitos en cajas, Pimientos choriceros como llaveros de pared, son verdaderos aciertos de obras cargadas de relaciones paradigmáticas, de sueños e ironías varias, que además están muy bien resueltos y trabajados técnicamente. Este es otro camino de trabajo que no debe despreciar el pintor de Oiartzun.

Por lo demás, Javier Valverde sigue fiel a sus raíces y al paisaje envolvente en que mueve sus pasos. Paisaje silente y elaborado desde su propia mirada, un tanto introspectivo y micro-huerta en la que trabaja lenta y pausadamente, pero que ya ha comenzado a dar sus frutos, de manera contemplativa, onírica, crítica, e irónica. El trabajo y el esfuerzo continuos, termina por dar buenos frutos, también en el campo de las artes plásticas.