"Soy un desecho social que se dedica al arte porque lo necesita como regeneración"
El artista navarro ha saltado estos días a los medios de comunicación después de haber sido hospitalizado como consecuencia de su última acción, 'Dark Room'. Una pieza que ha alimentado (y de qué manera) el debate sobre qué es arte y qué no
iruñea. Tras 42 días sin ver la luz del sol, Abel Azcona funciona parapetado tras unas duras gafas de sol. Es solo una de las consecuencias de su último proyecto, Dark Room, en el que se sometió a un encierro en seis metros cuadrados, privado de luz y tecnología alguna.
El equipo del proyecto decidió rescatarlo tras comprobar que llevaba dos días en un "estado de inconsciencia". ¿Qué sucedió?
Eso es algo que se escribió al momento, cuando todavía no me habían tomado las constantes. Según se refleja en el diario del proyecto, tres días antes de que me sacaran manifestaron su preocupación porque permanecía en un posible estado de semiinconsciencia, que no se podía valorar desde fuera, ya que llevaba tres días tumbado en una colchoneta sin moverme. Posteriormente, cuando me sacaron, se confirmó que el estado de inconsciencia era a nivel mental, ya que no controlaba ni el tiempo ni el espacio ni sabía quién era; pero no a nivel físico, ya que las constantes las tenía correctas y estaba hidratado. Hay que tener en cuenta que la papilla que yo ingería cada día era un chute de proteínas equivalente a las que se toma una persona en una semana.
Con 'Dark Room' se marcó como objetivo explorar sus propios límites, algo que no solo ha conseguido sino que ha sobrepasado. ¿Ha sido una aventura excesiva?
El objetivo está cumplido. La idea era conseguir demostrar una teoría que no solo tengo yo, también varios médicos, sobre el hecho de que cuando una persona deja de recibir cualquier tipo de estímulo, su cuerpo queda en un estado de hibernación. En mi caso, no sé decir exactamente el día, pero llegó un momento en el que no tenía consciencia de quién era ni qué hacía allí. Al principio se mezclaban los sueños con la realidad, es decir, no sabía si lo que soñaba era mi vida o viceversa, un cacao tremendo que me llevó, por ejemplo, a tener algunas conductas animales. Yo estoy marcado día a día por una infancia dura que me ha provocado que no pueda empatizar con nadie ni establecer relaciones de afecto, y lo que buscaba en este proyecto era llegar a un momento en el que no tuviera este problema al no tener constancia de ello, olvidando de alguna forma toda esa mochila que llevo.
¿Cree que encerrado en un espacio sin luz ni contacto con el exterior se puede crear una identidad nueva?
Allí dentro, sí. Una vez que salí fuera y me metieron un chute de adrenalina en el Gregorio Marañón, recuperé la consciencia y seguí siendo quien soy. Confinement In Search of Identity (confinado en busca de identidad) -denominación del proyecto general en el que se incluye Dark Room- es un nombre un poco peliculero; ya sé que no voy a encontrar una nueva identidad pero sí creo que hay formas de explorar nuevas y alternativas para hacer este tipo de arte, que es diferente pero con muchas cosas positivas: exploración interna, capacidad de regeneración y un contenido polémico y crítico. Todo eso hace que hoy miles de personas estén hablando de este proyecto, de si es o no es arte y de mi propia experiencia... Es la forma de que entiendan que yo estoy en esta sociedad pero no debiera estar si se hubieran hecho las cosas bien con mi madre biológica, prostituta, drogodependiente y viviendo en la calle. Esa mujer no debía haber dado a luz, y es que para mí el aborto no solo es un derecho de la mujer sino del niño. Yo voy más allá y creo que al menor hay que protegerlo antes de nacer, pero no como dicen los provida, para que no se aborte, sino que hay que protegerlo para no traer a la vida a un menor con una etiqueta de abandonado y con unos problemas mentales, de empatía y de vínculo para toda su vida. Yo me considero una especie de pequeño desecho social que me dedico al arte porque lo necesito como regeneración.
Llegar a sobrepasar los límites del cuerpo humano en un proyecto de este tipo, ¿es arte?
¿Y pintar limoneros es arte? No es algo que me preocupe porque, además, yo hago esto desde un punto de vista egoísta y propio: necesito hacerlo, expresarlo y contarlo. Además, soy una persona a la que le gusta estar expuesta y hago las cosas para que se vean. ¿Es arte? Llámalo mierda. Si es mierda, hago mierda. No tengo ningún problema. Creo que el arte contemporáneo, hoy en día, se debe entender de forma diferente a como se entendía antes. Para mí el arte ya no es un cuadro o una escultura, son conceptos como arte conceptual, político, social y reivindicativo. Para mí la nueva escultura o pintura es una persona encerrada en una galería viviendo su propio proceso. Hoy, eso es arte para mí. Para la mayoría quizá arte siga siendo Las Meninas o El Quijote; bien, pues yo no aguanto más de 10 segundos delante de Las Meninas, aunque entienda que es arte. Por otra parte, el trabajo que hago no es solo una acción física sino todo lo que repercute y remueve... Que ahora la gente esté diciendo barbaridades o elogios, o el hecho de que aquí se entienda menos que en otros lugares también es parte de esta pieza. Para mí es muy bonito ese contraste de entrar contaminado, descontaminarme dentro y ahora, al salir, estar triplemente contaminado, ya que antes de entrar me escribían 100 mensajes al día y ahora me escriben 3.000.