Rihanna regaló su sensualidad a los 15.000 fans del BEC
Unos 15.000 fans vivieron el concierto de r&b comercial y sensual de Rihanna en Barakaldo
BILBAO
alrededor de 15.000 fans, la mayoría de ellos jóvenes, asistieron anoche en Barakaldo, en el Pabellón Bizkaia Arena del BEC, al arranque europeo de la gira Diamonds World Tour de Rihanna. La diva de Barbados, de 25 años de edad y una de las estrellas pop más mediáticas y vendedoras de la última década, ofreció un concierto de casi dos horas repleto de éxitos -diamantes certeros para la mayoría, bisutería vacía, para los críticos- y un despliegue desbordante de baile, luz, sonido, vestuarios cambiantes y carne al descubierto.
Contaban las crónicas que hace apenas hace dos días, en Rabat, RiRi se había mostrado especialmente comedida en su vestuario y movimientos ante la retrógrada sociedad marroquí. En BEC volvió al mundo real, al que vivimos los vascos en esta sociedad globalizada, al suyo propio -ese en el que se mueve como pez en el agua y domina a su antojo haciendo uso de las redes sociales y de sus encantos físicos- y al que rige el mundo del pop mainstream, que utiliza la belleza femenina como carnaza para vender y llenarse el bolsillo. ¡Vamos, que la diva fue ella misma!
Sin llegar a los límites de Barcelona, donde actuará en unos días y ya ha agotado las entradas, hubo una gran afluencia en BEC. A pesar de la situación de nuestros bolsillos, alrededor de 15.000 jóvenes e incluso niños pasaron por taquilla para disfrutar del pop sensual y globalizado de la diva, que eligió Bizkaia para arrancar el periplo europeo de su gira internacional, todo un éxito en su fase por Estados Unidos. Salió a escena con la caída de un telón y entre un mar de móviles a las 21.50 horas, arropada por la épica y de tufillo religioso Mother Mary, y vestida con una túnica negra y melena rubia al viento.
Rihanna pronto hizo suyo un escenario tan amplio como desnudo, que simulaba un templo, coronado por tres pantallas fulgurantes en su parte trasera y una corona refulgente en su cénit, todas ellas vitales en el despliegue luminotécnico y de proyecciones que acompañó en todo momento al concierto, que se podía seguir en sus más mínimos detalles en otras dos pantallas gigantes instaladas en los laterales. Desde la inmediata Phresh off the runaway, que mezcló rap y electrónica bailable, con el escenario cobrando vida, Rihanna dio cancha a su último disco, Unapologetic, en un recital que fue un tobogán que alternó los pasajes más calmados con la caña rítmica.
Apoyada en un sonido espectacular, aunque sobrado de watios y saturado, y un plantel de solo cuatro músicos, que aparecían y desaparecían bajo el escenario, RiRi ofreció un espectáculo de estrella hollywoodiense, controlado hasta la exasperación hasta en sus medidas intervenciones al público, que no dejó nada al azar y se dividió en cinco actos, separados por interludios instrumentales con sus correspondientes cambios de vestuario, alternando los tops, las trasparencias, las botas kilométricas, un sofisticado vestido rojo y un abrigo de lentejuelas. Siempre muy bien secundada por sus coristas femeninas, y sin cortarse al introducir pistas pregrabadas, Rihanna, bien de voz y mostrando empeño en sus incursiones coreografiadas con el cuerpo de baile, supo dosificar sus éxitos y el tempo del concierto, intercalando pasajes urbanos como Cockiness (love it) con ritmos irrefrenables como Jump, que interpretó entre llamaradas y aireó luego con los agradables ritmos reggae de Man down y No love allowed.
Siempre sexy y en ocasiones provocadora, como cuando cantó "quiero que seas mi esclavo sexual" o se llevó reiteradamente la mano a la entrepierna, RiRi levantó la temperatura del público -volcado con sus "ela, ela, eh eh"- con su éxito Umbrella antes de golpearle con la electricidad de Rockstar 101, de acariciarle con un bloque de baladas, entre el pop y r&b domesticadoy liderado por Loveeeee song, Love the way you lie, que preludió un fin de fiesta arrebatador y volcado en algunos de sus éxitos más rítmicos.
El BEC se convirtió en una discoteca inmensa a partir de We found love, que el público hizo suya con sus cánticos y manos al aire desde los "na na come on?" de S&M -en la que se fundió con los fans, se sacó fotos, firmó autógrafos y hasta mostró lo que parecía una bandera española-y el ritmo destroza-hígados de dos de sus piezas más volcadas en la electrónica, Only girl (in the world) y Where have you been, entre las que coló otro hit de estadio, Don't stop the music. Sí, la música se paró, pero momentáneamente y para regresar con un bis predecible y tierno protagonizado por sus dos últimos singles, la balada Stay -mecida por las delicadas notas del piano y sus fans pidiéndole Stay with me (quédate conmigo)- y el inevitable Diamonds ante un público rendido y feliz.