donostia. En los años 50 y 60, su época dorada como actriz, Sara Montiel visitó Gipuzkoa asiduamente para asistir al Festival de Cine. Pero no solo vino a exhibirse sobre la alfombra roja, sino también a rodar La reina del Chantecler (1962), una película con números musicales que, hoy día, a los ojos de un vasco del siglo XXI, no puede resultar más bizarra. El cineasta Rafael Gil convirtió a Saritísima en La Bella Charito, una cupletista que triunfa en Madrid y que huye a Donostia para cambiar de aires. Tras mostrar La Concha en varios planos generales, la cámara muestra el Ayuntamiento de Donostia. Un coche recoge a Charito para conducirla a las "fiestas de Oyarzun". Allá se presenta la cantante, vestida de blanco y con pamela, en mitad de una plaza con cientos de banderas españolas. De repente, se ve atrapada en mitad de una sokamuturra, su caniche Cuqui escapa pero el can es rescatado de una vaquilla por Santi, un pelotari de familia carlista encarnado por el actor italiano Luigi Giuliani.
El flechazo entre ambos es instantáneo: acuden a una romería, él le explica que en euskera "maite" significa "amada" y al ritmo del txistu y el tamboril bailan un fandango. Sellan su amor con un casto beso, pero Charo le oculta su identidad porque el joven no toleraría una relación con una cupletista que entona canciones "atrevidas".
Antes del desenlace final, el espectador veía a Sara Montiel contemplar un partido de pelota y una procesión, y a la mismísima Mata Hari degustando txakoli en la sidrería de Oiartzun. Impagable.