L A pintora Carmen Maura (Madrid, 1945), presenta en la Sala Kutxa Boulevard de Donostia, y pronto en Galería Ederti de Bilbao, una pequeña pero sustanciosa antológica de su pintura (1975-2013). Cuarenta años pintando, fiel a su cosmovisión realista mágica, con obras que transitan desde el realismo visual y óptico, pasando por un realismo más frío, hasta desembocar en un realismo tecnológico, más urbano y transfronterizo.
Un recorrido que pasa desde sus primeras obras premiadas en diversos certámenes de pintoras de Gipuzkoa, (Oficio de pintora, 1972; Cuna vacía, 1976; Bicicleta, 1979, o Tazas, 1980), de marcado cuño velazqueño, llenas de soledad y de cuidados ocres y grises, hasta pasar por una mirada más fría (Alpino, 1992; Nudo barcas, 1998; Orquídea, 2000; Macba, 2000, y Bodegón con cráneo de pájaro, 2004), o desembocar en el actual realismo, más urbano, y lingüísticamente más rico y transversal, en el que lo cinético, las visiones multifocales y un lenguaje más ambiguo y más complejo han cuajado en obras tan maduras como Taught, 2005; T. A., 2007; Renzo Piano, 2009; Moma, 2010 y Bourgeois, 2012, al mismo tiempo que sigue experimentando lenguajes más sobrios y depurados, como Faro con pinzas, 2010, y La Concha, 2010.
Y es que a Carmen Maura, como a los artistas de las Nuevas Figuraciones y Realismos de los 70, le siguen interesando las historias propias y cercanas, los objetos domésticos y cotidianos, las arquitecturas urbanas, los paisajes habitados y vividos, los sueños y realidades propios, los de sus hijos y los del entorno en que habita. A ella nada le es ajeno, se apropia de todo y poco a poco va abriendo su lenguaje a nuevas dimensiones y perspectivas, pero siempre desde la racionalidad, la sobriedad y el lenguaje mínimo. Carmen Maura es consciente de su realidad desde actitudes radicales, sin abandonar nunca su propio territorio, pero evolucionando coherentemente, sin grandes saltos ni griterío.
Pertenece a la gama de los pintores silentes, con mundo personal, cargado de realismo mágico, sobrio, racional y frío. Su trabajo va ciertamente consolidándose entre la mejor pintura vasca de comienzos de siglo.