Ciudades con literatura
Unai Elorriaga y Jesús Ferrero participaron ayer en un nuevo encuentro de 'Diálogos con la literatura', organizado por la biblioteca de Bidebarrieta, donde detallaron la presencia de las ciudades en las letras
bilbao. Algo le ocurre al viajante que cuando llega a Lisboa no puede dejar de pensar en la ciudad descrita por Pessoa, o arriba a Praga esperando encontrar la urbe reseñada por Kafka. Las metrópolis han servido de inspiración para grandes literatos y han unido inevitablemente sus obras a los espacios relatados. Son ciudades literarias que a través de las palabras expresadas por sus paisanos evidencian la esencia de sus rincones más identitarios. De esto y de otros temas vinculados hablaron ayer Unai Elorriaga (Algorta, 1973) y Jesús Ferrero (Zamora, 1952), quienes protagonizaron un nuevo encuentro de Diálogos con la literatura en la biblioteca de Bidebarrieta, bajo el título Las ciudades en la literatura.
La actitud de ambos frente a las ciudades que visitan es diferente según el rol adoptado; no es lo mismo viajar en calidad de lector que como escritor. Sin embargo, las dos condiciones peregrinan intrínsecamente unidas. Elorriaga afirma que como escritor no percibe demasiado hilo narrativo en las ciudades que visita, aunque posteriormente vuelva a ellas en su imaginación para plasmar esos recovecos que en un principio no llamaron su atención.
Según Ferrero, "casi todos los novelistas tratamos de hacer una novela que funcione como estandarte de un ciudad, y siempre inútilmente; es muy difícil definir una ciudad sin caer en tópicos y estereotipos". No obstante, menciona novelas como La muerte en Venecia, de Thomas Mann, o El gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, en las que de excluir la ciudad en la que se desarrolla la historia no quedaría nada, ya que son tan importantes como los personajes. Ese es el caso de muchas novelas del siglo XX, como las ambientadas por Proust en París; pero "ahora es más difícil que el espacio protagonice la novela, porque la geografía humana se parece cada vez más en toda la tierra".
Lo que rodea al personaje influye de manera irreversible en la ficción: "puede ser modificado por otro personaje, una situación o un espacio", dice Elorriaga. No es lo mismo contar la misma historia en un bosque de robles que en una playa llena de veraneantes, señala el escritor algorteño. La atmósfera es diferente. Habitualmente, el novelista escribe sobre lo que conoce, de su entorno. En ese sentido, Elorriaga afirma que para que una ciudad sea literaria "se tienen que juntar ahí muchos escritores". "Todas las ciudades y pueblos pueden ser literarios", añade; pero las que se conocen como tales son ciudades como Dublín, Londres o Nueva York. Ahí se dan fenómenos de correlación con ciertos escritores. "¿Pero por qué no se relaciona Lisboa con Antonio Lobo Antunes? Se crean clichés", observa Elorriaga. Esas ciudades que han inspirado páginas y páginas son las que propician las rutas literarias, uno de los mejores atractivos turísticos.
turismo literario Como visitantes, ambos escritores aseguran caer en la tentación de buscar referencias literarias cuando viajan. "No sé si es bueno o malo que un libro propicie rutas literarias", comenta Ferrero, aunque asegura que esa no es la intención del escritor al componer sus obras. De hecho, agrega que "ninguna novela pretende fomentar el turismo de una ciudad, pero sí hay novelas que lo han conseguido". Ejemplifica su teoría observando que los estadounidenses que han ido a Andalucía ha sido porque han leído Los cuentos de la Alhambra de Washington Irving o los que han ido a Iruñea han viajado sugeridos por Fiesta de Ernest Hemingway.
Elorriaga, por su parte, recuerda que después de haber leído varias novelas de escritores checos realizó un viaje a Praga en el que no podía dejar de evocar Cuentos de Mala Strana, de Jan Neruda. Hay novelas que funcionan como guías turísticas.
La diferencia entre una guía de viajes y una novela a veces no es fácilmente perceptible. Ferrero explica así las desigualdades: "En una guía de viajes los espacios aparecen catalogados, siguiendo una organización y haciendo un orden geográfico. En una novela, en cambio, los espacios aparecen vivos, palpitantes, transitados por personajes". No obstante, destaca la existencia de ciertos escritores que han hecho "guías soberbias" y cita La Costa Brava de Josep Pla, que está "magníficamente bien escrita", o la guía que hizo Lawrence Durrell de las islas Griegas, Rhodas incluida. "Cuando he estado en esos lugares, esos libros me han abierto la visión del mundo", asegura.
Pero hay un ejemplo de ciudad literaria que es imposible visitar: se trata de las ciudades imaginarias. Son esos espacios que el lector puede recrear en su mente para imaginar a la perfección Macondo de García Márquez, Santa María de Onetti, Jefferson de Faulkner o, incluso, Obaba de Atxaga. Según Ferrero, dichos escritores han llegado a hacer algo sorprendente: "Su territorio literario ha suplantado completamente al real".