Bilbao
LA exposición dedicada a Fernando Botero en el Museo de Bellas Artes de Bilbao ha sido una celebración de principio a fin: desde su inauguración el pasado 8 de octubre hasta hoy, último día para visitar esta antológica sobre el artista colombiano, tras una prórroga de tres semanas. Unas 166.000 personas avalan el éxito de una retrospectiva que, en palabras del director de la pinacoteca bilbaina, Javier Viar, "ha brindado la oportunidad de conocer en profundidad la obra de este artista, más allá de cualquier cliché". Fernando Botero. Celebración se ha convertido en la segunda muestra más visitada del Bellas Artes, sólo por detrás de la de Antonio López. "Lo de éste último fue algo casi religioso, más que visitas, fueron peregrinaciones", ironiza Viar.
En su opinión, las claves del éxito de la exposición que se despide hoy de la villa residen en la suma popularidad de Botero -"es citar su nombre y a todo el mundo le vienen a la cabeza personajes voluminosos y composiciones repletas de raíces étnicas y folclóricas (también de rasgos cosmopolitas)"-; unido al interés que ha despertado poder ver reunidas 80 obras que resumen tantos años dedicados al arte. Un recorrido artístico por el universo del creador de Medellín comisariado por su hija, Lina Botero, y que se divide en temáticas como Latinoamérica, religión, circo, tauromaquia y Abu Ghraib, entre otras.
"Botero es muy conocido en nuestro entorno cultural, pero creo que no se conocía su pintura directamente, salvo algunas obras puntuales que se hayan podido ver en ferias como Arco; de modo que reunir este conjunto de pinturas ha sido una sorpresa que ha dotado a la muestra de un mayor atractivo. Los espectadores han podido comprobar de primera mano cómo pintaba, cuáles eran sus intereses y obsesiones", explica. "Además, ha sido una exposición muy comentada, y creo que incluso aquellos que quizá guardaban ciertas reticencias han comprendido el porqué de su pintura y descifrado sus mensajes más profundos, cargados de humor e ironía, y también de crítica", apunta.
Viar asegura que la de Botero ha sido una muestra muy popular, que ha atraído a visitantes de diversa índole, "de todas las edades y condiciones socioculturales". Desde grupos de mayores a asociaciones de tiempo libre y jóvenes artistas, sin olvidar una multitud de familias. "Las pinturas de Botero resultan muy divertidas para los niños -comenta-, pues como dice Vargas Llosa en el catálogo de la exposición, el mundo de este artista también tiene mucho que ver con los muñecos y juguetes".
pop-art vital De las 79 pinturas expuestas en la sala BBK del museo -patrocinadora de la muestra, cuya sede de la Gran Vía bilbaina estará custodiada hasta esta noche por la escultura Caballo con bridas, obra número 80 de esta exposición-, el director del Bellas Artes elige dos como sus favoritas. La primera se encuentra nada más acceder a la sala, Pera (1997), un óleo sobre lienzo que tiene como absoluta protagonista a esta fruta. "Me parece un cuadro redondo -bromea-; muy cercano al pop-art, en el sentido de magnificar o convertir en iconos los elementos más triviales o cercanos".
La "presencia tremenda" de esa pera que ocupa todo el espacio es también para Viar una muestra del humor e ironía característicos en el artista colombiano. E incluso halla poesía, "con ese gusano que aparece en la composición y aunque casi imperceptible, mira al espectador", observa. "Me parece que encierra muchos mensajes y que está magníficamente realizado", añade.
Bailarines (2002) es otra de sus obras predilectas, y desvela el porqué: "Es la imagen que elegimos desde un principio para publicitar la exposición, porque creemos que comunica muy bien la esencia de la misma; el baile como metáfora de esa celebración". Tal es la vitalidad que irradia esta peculiar pareja de bailarines que el propio Ayuntamiento de Bilbao la ha escogido como imagen para promocionar la ciudad por el resto del mundo, comenta satisfecho el director del Bellas Artes. "El interés y entusiasmo por Botero abarca a mucha gente, y podemos decir que esta exposición ha cubierto las expectativas de una manera holgada", concluye.
Viar reconoce que el gran número de visitas registradas en esta y en las exposiciones anteriores ha facilitado que se mantenga el precio de las entradas. En esa línea, recalca el interés del Bellas Artes por abrirse "a todo el mundo". Prueba de ello es la reciente decisión de ofrecer la entrada gratuita a las personas desempleadas y una tarifa reducida (4,50 euros) para los menores de 25 años. "Este gesto, que tendrá su importancia real, es sobre todo una muestra de solidaridad, porque la cultura tiene que ser accesible a todos por igual", asevera.
Distancia elitista En cuanto a los jóvenes, afirma ser "una llamada", a fin de que este colectivo se acerque "con menos prejuicios" a las artes plásticas, "a las que quizá vean con cierta distancia elitista", apostilla. "Los usuarios de los museos suelen ser de edad más madura que los de otras artes", admite. Aunque esto no es algo nuevo: "Desde mediados del siglo XX, se ha observado cierta predisposición negativa en la juventud hacia las artes plásticas", señala Viar, que cita el Centro Pompidou de París y el MoMA de Nueva York como paradigmas de "museos abiertos a los jóvenes".
Convencido de que la cultura es un elemento clave a la hora de transformar la sociedad, y de que el arte es "la manera más excelsa de comprender la realidad", considera que la visión institucional que se tiene sobre la cultura "no es precisamente la más acertada". A su juicio, deben entender que la cultura "no es una cuestión de fuegos artificiales", y puntualiza: "Estamos acostumbrados a que la cultura se manifieste en eventos colectivos y espectaculares, y quizá haya que redimensionar esto".