bilbao. En tiempos anémicos para la cultura impresa, el empecinado bibliófilo y escritor bilbaino José Ramón Blanco ha combatido la tendencia pariendo dos libros en pocos meses: por un lado, una novela corta "fáustica", Como la luna de enero, y, por otro, una nutrida pero dinámica semblanza de Ramón de Basterra, El resplandor de la locura, donde ahonda en la singular figura de uno de los poetas vascos "más originales", que ejerció de diplomático en su corta pero viajada vida, mientras que fue amigo y admirado por Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Juan de la Encina, Ortega y Gasset o Pedro Salinas.

Bilbao 700 invitó a Blanco a abordar esta biografía, que el ex magistrado y editor bilbaino acogió con gusto, aunque "había leído algo de Basterra, pero no conocía bien su obra y vida", por lo que tuvo que documentarse durante un año, cuenta a DEIA. Con el libro en sus manos desde noviembre, el también poeta se manifiesta "contento de haberlo escrito", pues considera la vida del escritor nacido en Bilbao y fallecido en Madrid "muy interesante". Y de eso no hay duda. Poeta, ensayista, diplomático... a Ramón de Basterra (1888-1928) se le hizo difícil la infancia, pues al fallecer su padre su ama lo envió a vivir con unas tías de buena posición. Eso, y que pasara largas temporadas en colegios, debió de influir en sus ocasionales brotes psicóticos en la edad adulta, que está visto que Basterra supo compensar con sus descansos en la villa Camposena de Butrón, en la costa de Plentzia, así como con sus búsquedas y amores por países lejanos.

viajero y curioso El creativo y emprendedor Basterra también fue capaz de rodearse de prominentes pensadores de la época y, aunque fue tildado por los franquistas de "precursor de la España imperial", el elegante y monárquico pero cosmopolita autor vizcaino tenía una mente abierta, lo cual mostraba, por ejemplo, cuando se refería a los sefarditas. Un buen día se hallaba, ya como diplomático, con José Félix de Lequerica, ante la columna de Trajano de Roma, y este hombre soñador entendió que dicho monumento le guiaba hacia Rumanía. Así que allá fue y ahí vivió, pero regresó más tarde, enfermo, a Madrid. Ya empezaba a desvariar a veces, pero este prominente escritor cuya estatua decora hoy la prolongación de la Gran Vía bilbaina fue capaz de lidiar con sus malestares psíquicos y desarrollar una carrera diplomática. Carrera que le llevó a destinos tan interesantes como Alemania y Venezuela.

Pero antes viajó a diversos países, para preparar su ingreso en la vida diplomática, y estudió Derecho por libre. Con la visión de Goethe de la paz como eje vital.

Y sí se puede hablar de habilidad, pues, como recuerda su biógrafo, hubo un episodio en que Basterra tuvo una crisis y salió desnudo por los pasillos del Ministerio de Estado, "atacando los cuadros de los becados", narra. Tenía, pues, "una profesión peligrosa para su malestar", estima José Ramón Blanco.

Con todo, Blanco considera que en el campo en el que Basterra resultó más brillante fue el de las letras. Destacan La obra de Trajano y Los navíos de la Ilustración, así como los poemas de Las ubres luminosas, Virulo o la bucólica La sencillez de los seres. Su periodo "más fértil como escritor" comprende los años 1920-24.

Contradictorio, libre pero preso de sus fantasmas a la vez, este bilbaino viajero tuvo un romance en Weimar con una chica "de cabellos rubios y dulces ojos". Su poesía fue "de pensamiento, nada intimista, pero rica en imágenes plásticas originales", con evocaciones futuristas del estilo de las de Frank Lloyd Wright. Y escribió para las más importantes publicaciones de la época, como Hermes, Euzkadi, El pueblo vasco... "Inventó los paseos hablados, convocando a la gente a través de la prensa para visitar museos como el Arqueológico, el Castillo de Butrón, etc.".

Para estudiar la trayectoria de Ramón de Basterra, José Ramón Blanco se ha servido de las publicaciones mimadas del fallecido concejal, unamuniano y creador del periódico Bilbao, Ángel Ortiz Alfau; los documentos de la Biblioteca de Bidebarrieta, las referencias de su amigo y crítico Juan de la Encina -"Su desvarío se revestía de grandeza y de luz"-... ¿La editorial? Como no podía ser de otra manera, desde que Blanco dejara de gestar la Colección Gerión de poesía, la independiente y altruista Muelle de Uribitarte, siempre persecutora de "poesía y libros de temas vascos, baratos". Con el apoyo ineludible de Bilbao 700, esta editorial viene promoviendo la saga de Bilbainos recuperados, que ahora agrega a Mogrobejo, Aureliano Valle, Pedro Arrupe, Juan Larrea o Ángela Figuera, entre otros, al que Eugenio d´Ors consideró "el mejor poeta español de su tiempo".