oslo. "Yo no pinto lo que veo, sino lo que vi". Edvard Munch (1863-1944), en la línea de su amigo, compatriota y gran escultor Gustav Vigeland, decía de sí mismo que, al igual que Leonardo da Vinci había estudiado la anatomía humana y diseccionado cuerpos, él intentaba "diseccionar almas". Consciente, además, de que sus tormentosas experiencias familiares habían propiciado su personalidad conflictiva "y un tanto desequilibrada" -que él mismo consideraba la base de su genio-, sus temas recurrentes tenían que ver con los sentimientos y las tragedias humanas, como la angustia (El Grito, en noruego Skrik), el fin de la vida (Muerte de un bohemio) y el erotismo (Amantes, El beso en varias versiones...).
El que se convertiría en precursor del expresionismo (y en "único entre los pintores noruegos", valoran diversas fuentes en el país escandinavo) en realidad nació en Løten, pero cuando contaba tan solo un año su familia se trasladó a Oslo, ciudad a la que, al final de sus días, cedería su colección, de modo que la capital noruega cuenta con el mayor conjunto de obras del impactante pintor y grabador.
De todas formas, hasta entonces el controvertido autor viajó mucho y su existencia estuvo llena de altibajos, esfuerzos, enfermedades y, posteriormente, premios. El 12 de diciembre de 2013 se cumplirán 150 años de su nacimiento, razón por la que el 12 del 12 del año 12 se iniciará en Oslo una añada jubilea que lo homenajeará de forma más estentórea que ahora, si bien dar relieve a Munch en una urbe bañada por un generoso fiordo no es demasiado necesario, pues resulta una de sus más visibles señas de identidad. De modo que el primer día que paseamos sus calles entramos en un establecimiento que sirve un sushi exquisito y, junto a la puerta que indica dónde está el WC, hay colgada una reproducción del brillante autor expresionista. Al igual que las frases de Henrik Ibsen siguen nuestras pisadas por Karls Johan Gate, Munch es a Oslo lo que el Guggenheim a Bilbao: un estandarte.
"Sí, pienso que Edvard Munch, y su vasta colección de más de 26.000 obras artísticas, resultan un buque insignia para la mayoría de los noruegos. Creo que están completamente orgullosos de él", comenta con entusiasmo Sture Portvik, responsable del Museo Munch. Este experto en la figura del autor de El Grito estima que "la conciencia de su importancia está creciendo", abonada, añade, por el gran éxito, en el último año, de la exposición The Modern Eye en París, Frankfurt y Londres. "El gran año jubileo de Munch será una oportunidad única en la vida para descubrirlo, aquí en Oslo", prevé Sture. Su pinacoteca va a unir fuerzas con la Galería Nacional "para presentar la exhibición más amplia de la obra del artista que se haya conocido", indica el experto, que todavía está ultimando detalles del programa.
un nuevo museo para munch Efectivamente, la muestra El ojo moderno ha cosechado, a su paso por el Centro Pompidou, la Schirn Kunsthalle y la Tate Modern, nada menos que un millón de visitas en doce meses. A mediados de octubre viajará a Oslo, cuyo Munch Museum dará el pistoletazo de salida a la serie de actividades que van a ser llevadas a cabo en el Año Munch, en la capital noruega y en municipios cercanos y pequeñas ciudades en las que el intenso artista vivió y trabajó.
El éxito de esta exposición, acentuado por la afluencia de visitantes por los Juegos Olímpicos el pasado verano en Londres, y la venta en mayo en Nueva York de una de las versiones de El grito y la difusión mundial del Año Jubileo estarían acentuando la admiración de los noruegos por uno de sus creadores más magistrales. Además, anuncia Portvik con alegría, "el 12 del 12 del 12 los políticos anunciarán dónde se ubicará el nuevo Museo Munch, un espacio que pueda atender como merece una obra tan extensa".
El Munch Museet será el eje del Año Munch, con sus 1.158 pinturas, 25.000 trabajos gráficos, gran cantidad de fotografías y un total de 15.000 textos, letras de canciones, películas y artefactos que atesoran y que pertenecían al creador. Por ejemplo, mientras se centran en conservar el famoso cuadro Puberty, y desarrollan conciertos en la misma pinacoteca, han preparado cuatro tomos con todas las obras de Munch, y 1.900 cuadros en color, en 1.700 páginas.
La Galería Nacional (National Gallery) tiene un importante peso en relación a este autor, a quien dedica una sala completa y muy custodiada, donde ni siquiera dejan sacar fotografías. El óleo más antiguo de El grito (Skrik, 1893) protagoniza esa estancia, tras un grueso cristal de seguridad. Un pastel de El grito (también de 1893) es el que fue vendido en Nueva York y el más antiguo está en el Museo Munch, donde reposa el último óleo con este motivo. En la Galería Nacional fue robado en 1993, y el ejemplar del Munch Museet, junto con la Madonna, fueron hurtados en 2004. Los cuadros volvieron a su origen, y en uno de los casos había una nota agradeciendo "la falta de medidas de seguridad", recuerdan en Oslo. Dichas medidas se han multiplicado hoy en ambas pinacotecas.
Otra de las opciones que podremos disfrutar en el Año Munch es recorrer sus rincones favoritos, los lugares donde vivió, etc., como el Aula Universitaria en Karls Johan Gate, decorada por el pintor; su último estudio, en Ekely, que será abierto al público; la colina Ekeberg, en la que se situaba el atormentado personaje de El grito, con el fiordo de fondo; Asgårdstrand, pueblo pesquero donde Munch pasó muchos veranos...
La fuerte expresividad de los rostros y las actitudes de sus figuras lo han inmortalizado. Y Munch se esforzó mucho, viajando y exponiendo en París, Berlín, Niza, Praga, Colonia... Su madre y su hermana favorita habían muerto de tuberculosis y él atravesó procesos de neurastenia y depresión, especialmente tras la muerte de su padre. Pero la pintura alivió su convulsa alma.