HACE unos meses, Itziar Okariz (Donostia, 1965) regresó desde Nueva York para realizar en la galería Carreras Mugica de Bilbao una de sus performances, 1,1,2,1... La artista vasca y el creador bilbaino Víctor Iriarte se colocaron de pie, uno al lado del otro, y repitieron durante media hora una sucesión numérica simple, "que podría ser infinita pero que estuvo delimitada por la adjudicación de números a los dedos de las manos de ambos". El fruto de aquella performance -un vídeo y varias serigrafías- se expone ahora en la galería bilbaina hasta el próximo 27 de abril.
"Un número es un elemento muy abstracto, pero en el momento en que sale en palabra y se convierte en gesto levantando un dedo, por ejemplo, pasa a ser algo muy concreto, y se puede convertir en un elemento plástico", explica la artista vasca, que en su día hizo un llamamiento para que el público pudiera disfrutar también de su performance. "Cuando yo estudiaba no teníamos acceso a la performance, solo a los restos de ellas, a la representación en papel, en vídeo... A mi me gusta que el público participe de la acción teatral, que viva conmigo mis performances", explica Okariz.
Las acciones de la artista vasca abarcan temas como las relaciones entre individuo y sociedad, la ideología feminista, la construcción de identidades, el significado de los signos culturales o la incursión en el espacio público en base a una perspectiva ideológica, social y política. Una temática que se manifiesta de una manera muy sorprendente y que hace que sus performances no pasen para nada desapercibidas, aunque Itziar Okariz no considera que tengan un carácter transgresor. Desde su paso por la Facultad de Bellas Artes de la UPV, viene proponiendo una serie de acciones que, según sus propias palabras, "no buscan provocar". Ella engloba sus trabajos más en el concepto de "chocantes". Por ejemplo, la acción de Mear en espacios privados y públicos, que se expuso en el Bellas Artes de Bilbao en el año 2001, y en la que aparece la propia artista orinando, causó una gran controversia. "No lo entendí, no se apreciaba nada, tan solo quiero reflexionar sobre signos, sobre situaciones a las que la gente no está acostumbrada. Descontextualizar actos tan simples como mear pueden resultar sorprendentes, pero no es mi intención transgredir, aunque tampoco me importa ".
Considera que hay muchos tipos de público, y muchos tipos de actitudes hacia el arte. "Por un lado, está el que se acerca a una sala de exposiciones y, por otro, el que te ve cuando realizas una acción en la calle. Lo que tu haces como artista no es buscar transgredir, sino provocar un espacio de reflexión. Una no puede prever las reacciones del público".
'irrintzis' Okariz recuerda, por ejemplo, cuando en un club neoyorquino oyó un grito, que le recordó a los irrintzis que había escuchado en su Euskadi natal. De ahí nació su idea Irrintzi (2007), una acción documentada en vídeo mientras la artista se desplazaba por los espacios del Guggenheim. (La obra ha pasado a formar parte de la Colección permanente del museo). Más tarde volvió a la lanzar irrintzis a través de un megáfono, pero en esta ocasión en pleno centro de Nueva York, en la esquina de Bowery y Grand Street, y a pleno día. "Me interesaba la descontextualización, extraer las diferentes lecturas o cómo los diferentes escenarios elegidos permiten realizar una especie de deconstrucción".
En Ghost Box, cambió de territorio. Se trataba de una acción formada por la grabación del eco producido por los irrintzis en una zona de Irlanda famosa por sus ecos espectaculares, y luego convertido en instalación para ser mostrada en una sala museística. El resultado final fue una exposición que se realizó en la sala Rekalde de Bilbao en 2008 con una serie de fotografías del paraje irlandés y de películas sobre estos paisajes que se proyectaban sobre la pared con varios altavoces por los que se escuchaba los sonidos emitidos por la atora, así como el resto de los sonidos captados en Killarney de forma casual.
En Trepando edificios pretendió mostrar cómo la ciudad se construye con cada gesto que se va haciendo y para ello contó con la colaboración de la escaladora profesional Berta Martín Sancho, que trepó por los edificios Euskalduna y Renfe en Bilbao. En Costuras de 9 a 4,50 cm de pelo humano sobre la piel cosió líneas de pelo humano sobre la piel de una mano. Y en The Art of Falling Apart, una instalación compleja compuesta de varios vídeos, se vistió con una réplica de su piel, sangrando y arrastrándose por el suelo.
a través de sí misma Itziar Okariz muestra la expresión artística a través de sí misma. "Pero no me interesa salir por salir. No es cuestión de protagonismo. Es difícil explicarlo, pero hay algo que experimentas cuando participas directamente que no sucede cuando no intervienes en la acción. Si fuera otra persona, se produciría una distancia con la obra". Se define como "ciudadana feminista", "porque no me gusta definirme como artista feminista, considero que contextualiza el trabajo en un margen muy estrecho que es el de lo específico". Eso no impide que prefiera "el espacio político del feminismo al espacio específico del arte de mujer".
Hace ya unos años que Okariz vive a caballo entre Nueva York y el País Vasco. Ahora, está pensando en regresar. "La situación allí no tiene nada que ver con la de los setenta. Ahora es muy difícil encontrar espacio para exponer, por eso los artistas se van a Berlín. De todos modos, yo estoy pensando en volver a Euskadi. Aquí siempre he visto una ebullición artística muy interesante, aquí me siento parte del contexto. Creo que dentro de poco daré por finalizada mi aventura en Nueva York", concluye.