bilbao. Afirma Toti Martínez de Lezea que en tiempos de crisis aumenta la creencia de la gente en quienes dicen adivinar el futuro. Pese a su fascinación por la brujería -prueba de ellos son sus obras La herbolera, La hija de la luna o Brujas/Sorginak-, la escritora se muestra escéptica y niega creerse ninguna de las fábulas que deambularon durante la época de la caza de brujas.
¿Qué ha querido transmitir al público con la charla de ayer sobre el fenómeno de la brujería?
He realizado un repaso de la brujería en Euskal Herria, tomando como punto de partida su faceta puramente supersticiosa en torno a leyendas, cuentos y demás narraciones, pero sobre todo he buscado ahondar en su historia, que es una historia de persecución a mujeres -y a hombres, a quienes se suele omitir-, acusados de haber llevado a cabo acciones absolutamente inverosímiles. Mientras que las leyendas y cuentos se basan en la transmisión oral, con toda su deformación y fantasía, las actas de juicios inquisitoriales son claras y están perfectamente escritas.
Cuando le preguntan a usted si cree en las brujas...
Siempre digo que no, pero puntualizo: no creo en el concepto de bruja que nos han transmitido la Inquisición y la creencia popular. Otra cosa es que algunas mujeres y hombres posean determinadas capacidades adivinatorias o de otro tipo, ahí no me meto. Desde luego, apenas hay nada de cierto en la historia de la brujería vasca que desde los siglos XV a XVII ha llegado hasta nuestros días.
¿Cómo es posible que la gente creyera las historias tan alucinantes que se testificaron durante los juicios de la caza de brujas?
La gente tiende a creer. Prueba de ello son los bulos: nacen y se expanden. Lo que ya no es tan entendible es que sacerdotes, médicos, jueces y abogados se creyeran semejantes patrañas: mujeres que podían volar (con o sin escoba), otras que podían volver impotentes a los hombres, así como estériles a las mujeres... ¡Hasta sacar bebés del vientre de la madre para entregárselos al mismo diablo! De otro lado, tampoco resulta creíble que fueran los propios acusados quienes se autoinculparan, y el argumento del miedo a la tortura tampoco me convence demasiado...
¿Qué incidencia tuvo la Inquisición española en la persecución de la brujería vasca?
Lo cierto es que la Inquisición española no fue especialmente dura en este aspecto si la comparamos con la Inquisición alemana o la holandesa, por ejemplo. ¿La razón? Al clero español le preocupaban más los judíos, musulmanes, herejes, protestantes, homosexuales, blasfemos... Consideraban a la brujería como un tema de pura superstición. Además, la Inquisición española no tuvo asentamiento en Euskadi gracias a los fueros. Con todo, nadie olvida el proceso más famoso, el de los Autos de Fe de Logroño en 1609, donde se acusaron a las brujas de Zugarramurdi. Pero esto se produjo al final de esa caza de brujas, que en nuestro país comenzó en Durango a partir del siglo XVI.
¿Qué características reunían las brujas vascas?
En su mayoría eran mujeres mayores, analfabetas, procedentes del ámbito rural y que solo hablaban en euskera. Este es un dato importante, pues los juicios eran auténticos galimatías: ¿Cómo iban a entenderse un juez de Calahorra que se dirigía en latín o en romance castellano a una señora euskaldun de 80 años? Esto solo se entiende si se busca otra explicación...
¿Cuál?
A ver: ¿Por qué se inició la caza de brujas en Euskal Herria? ¿Qué pasa? ¿Que no había brujas en Cuenca o en Galicia? Haberlas, haylas, pero no se las perseguía. Una de las hipótesis reside en que en nuestra tierra las creencias paganas estaban -y de hecho aún lo están- muy arraigadas, sobre todo en las zonas rurales. Entre los siglos XVI y XVII, las costumbres paganas se confundían con las creencias cristianas, así es como alguien iba a misa y después, con toda normalidad, asistía a un akelarre o a una misa para invocar a la luna. Por cierto, la palabra akelarre, que hoy forma parte del diccionario internacional, tiene también su historia...
Ilústrenos.
Nadie se refirió como akelarres a los ritos y reuniones de nuestras sorginak hasta que el inquisidor Juan Valle Alvarado llegó a Zugarramurdi hacia 1608 para investigar la brujería. A este señor le enseñaron los prados junto a las famosas cuevas y preguntó qué era aquello, a lo que le respondieron: Akelarre, esto es, prado del macho cabrío. "¡Ya les tengo!", debió de pensar Valle Alvarado. Si en vez de ir a Zugarramurdi hubiera ido a Dima y le hubiesen enseñado el petralanda, ahora estaríamos hablando de petralandas y no de akelarres.
¿Alguna otra hipótesis sobre la caza de brujas?
En la Europa del siglo XV, la población se redujo a la mitad por las pestes y la guerra, y hacía falta gente para trabajar, luchar... y sobre todo para pagar los impuestos que ni el clero ni la nobleza abonaban (como ahora, vamos)... Por eso las primeras acusadas fueron curanderas y parteras, que sabían de métodos anticonceptivos y abortivos.