bilbao
Los incunables son los tesoros más apreciados de las grandes bibliotecas. Las primeras palabras escritas reposan en sus cámaras silenciosas, constituyendo un importante valor histórico y literario. La Diputación de Bizkaia ha editado recientemente un catálogo actualizado de los 43 incunables que se encuentran depositados en la Biblioteca Foral, con el objetivo de que los ciudadanos interesados puedan conocer de cerca estos ejemplares, que tienen que permanecer ocultos al público con las condiciones adecuadas.
Todos los incunables están digitalizados y puestos en red, de modo que cualquier persona, de cualquier parte del mundo tiene acceso libre a ellos. Sin embargo, en este libro casi se pueden tocar con la imaginación sus letras con historia. Desde ella, se asoman los incunables más antiguos de la colección, De simonia? de Jean Gerson, impreso en Colonia; Expositio super Summulas Petri Hispani, de Jean Le Tourneur Versor, impreso en Nápoles, en 1477 y Cosmographia de Pomponio Mela, impreso en Venecia, 1478
El uso de la palabra incunable se ha extendido y erróneamente se asigna a cualquier libro antiguo. Sin embargo, solo se pueden considerar incunables los libros impresos con tipos móviles desde mediados del siglo XV -fecha de la invención de la imprenta- hasta 1501. El término proviene de la palabra latina incunabulae -literalmente "en la cuna"-, ya que estos ejemplares fueron realizados durante la primera etapa de la técnica moderna de impresión. La imprenta sustituyó a los manuscritos, y al ser más rápida, contribuyó a difundir y a universalizar la cultura entre todas las clases sociales.
incunable vasco No se introdujo en todos los lugares al mismo tiempo. La imprenta fue inventada por Gutemberg hacia 1450 en la ciudad alemana de Maguncia. Su posterior prohibición en esa ciudad permitió que la nueva técnica se extendiera gracias a los maestros impresores que huyeron a otros lugares de Europa para ejercer su oficio.
Pero a muchas ciudades llegó más tarde que el periodo propiamente incunable. "Además, no había muchas imprentas, las tiradas eran muy cortas y muchos ejemplares se han perdido. Según algunas fuentes en el llamado periodo incunable existían alrededor de 1.200 imprentas, distribuidas entre 260 ciudades, con un número indeterminado de obras impresas".
Para la Biblioteca Foral, su joya es el Missale Tirasonensis, impreso en Irueña por Arnao Guillén de Brocar en 1500, un experto navarro reconocido a nivel europeo que también trabajó en Inglaterra y Alemania. "Es el único incunable vasco que tenemos y lo es, entre otras razones, porque no existió época incunable ni en Bizkaia, ni en Gipuzkoa, ni en Álava por la tardía entrada de la imprenta en nuestros territorios. La imprenta llegó a Navarra de la mano del francés Arnao Guillén de Brocar, que se estableció en Pamplona entre el 15 de diciembre de 1489 y el 7 de agosto de 1501. En Bizkaia el primer impresor fue Matías Mares, que imprimió el primer libro en Bilbao en 1578. Un discípulo de Brocar, Piérre de Borgoña, fue el encargado de la primera impresión en Gipuzkoa (Donostia 1585). La imprenta no llegó a Araba hasta ya entrado el siglo XVIII de la mano de Bartolomé Riesgo y Montero", relatan desde la Biblioteca foral.
Explican las mismas fuentes que los incunables necesitan unas condiciones de humedad y temperatura estables: 50% de humedad y 18-20º de temperatura. "La temperatura podría ser inferior, el frío no afecta a la conservación de los libros, pero lo más dañino para un libro son los cambios bruscos de temperatura (por ejemplo, pasar de 10º en el depósito a 20-24º en la sala de investigadores). Lo más importante es la estabilidad". Esta publicación los pone al alcance de los ciudadanos, porque, tal y como destacan desde la Diputación, "los incunables son patrimonio de todos los vizcainos".