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Luis Buñuel contaba en sus memorias (El último suspiro) que en su viaje a Hollywood se encontró a algunos españoles que iban a trabajar a la gran industria del cine. Él ya era un reputado y provocador cineasta cuya imaginación irritaba y atraía a partes iguales. El gran cineasta aragonés entró por la puerta grande en la sociedad americana. Otros muchos tuvieron que luchar para hacerse un hueco en el desolador paisaje de Hollywood, que abducía a muchos emigrantes de todo el mundo. La gran fábrica de las ilusiones necesitaba empleados exóticos, moldeables y aventureros que comprendieran las nuevas exigencias del mercado. La comunidad hispana fue una de las más solicitadas en una industria que vio posibilidades de negocio en las versiones de lengua castellana de los éxitos de la época. Hasta allí fueron andaluces, vascos, madrileños… sin saber muy bien con qué se iban a encontrar. La mayoría no hablaba inglés y nunca llegaron a integrarse.
El documental Hollywood talkies, dirigido por Oscar Pérez y Mia de Ribot, ha investigado el rastro de una decena de españoles y vascos que dejaron atrás una España gris y derrotada. "El Hollywood que ellos vivieron no tenía nada que ver con el Hollywood de las estrellas del momento. Se encontraron en un lugar de ensueño, donde todo era tan idílico como irreal e inalcanzable", comenta a este periódico Oscar Pérez, que ha estado investigando desde 2004 la labor de esos actores y actrices durante la década de años 30. Uno de esos intérpretes fue un vasco. Juan de Landa dejó su Mutriku natal para probar suerte en Estados Unidos. Se hizo popular por doblar a Wallace Beery en El presidio (1930). Los estudios repitieron la fórmula en La fruta amarga (1931) y En cada puerto un amor (1931) y, de esta manera, el vasco se convirtió en el doble oficial de la estrella americana. Sin embargo, los comienzos no fueron fáciles. "Landa llegó a pasar hambre en Hollywood esperando su oportunidad. Y cuando estaba apunto de aceptar una plaza de pastor de cabras en Nevada, le citaron para un casting y contra todo pronóstico, le dieron el papel de sargento en De frente marchen", comenta Pérez.
Descontrolados Los actores vascos y españoles fueron unos secundarios en el sentido literal de la palabra. Las versiones de las películas españolas corrían prisa y los rodajes ocupaban pocos días. Se tenían que conformar con los trajes y vestidos de los originales y eran tratados con cierto desdén. "Aunque fueron el centro de atención de la prensa de nuestro país, los españoles vivieron alejados del glamour de Hollywood y jugaron un rol muy secundario dentro de la industria del cine americano", sentencia Pérez.
Entre rodaje y rodaje, los españoles no perdieron tiempo. A uno de ellos le llamaron la atención por su pronunciado bronceado en las playas de California. Le rogaron que no se descuidara ya que ya disponían de "suficientes actores negros". El documental narra varias anécdotas curiosas y divertidas que contrastan con "el vacío y la desolación de los paisajes y lugares que aparecen en la película, creando así una atmósfera inquietante y fantasmagórica".
Otras muchas ocurrencias tuvieron que quedarse fuera. Cuando José Crespo visitó la casa de Douglas Fairbanks, el mayordomo le hizo pasar y al cabo de unos minutos, Fairbanks apareció completamente desnudo y después de darle la mano muy cordialmente, le preguntó: "What do you think of my body? (¿Qué opina de mi cuerpo?)".
En unas entrevistas que realizó Álvaro Armero a finales de los 70 para su libro Españoles en Hollywood-Una aventura americana, algunos de aquellos actores recordaron su paso por la maquinaria del cine. "Nos planteamos, entonces, ir al encuentro de unos personajes que, por circunstancias, habían quedado atrapados en un momento de sus vidas, entre España y Hollywood, entre la vida y la muerte. En un período de transición entre el mudo y el sonoro. Rodamos en lugares del pasado en los que había quedado impreso el paso del tiempo, playas desiertas, estudios abandonados, antiguos teatros y cines… Lugares en los que podíamos notar el rastro de la ausencia", relata Pérez.
El único material visual de archivo utilizado son fotografías de la época en las que aparecen los actores durante su estancia en Hollywood. "Era muy importante que todas las fotografías fueran retratos de personas mirando a cámara, mirándonos a nosotros, al espectador, interpelándonos en todo momento", explica. Ya de regreso, tuvieron que afrontar su nuevo estatus de celebridades venidos a menos. "La misma crítica que les elogió y les convirtió en embajadores de la patria cuando se marcharon, les hizo trizas después del fracaso", concluye Pérez. Además, por si fuera poco, el final definitivo de la producción en español en Hollywood coincidió con el comienzo de la Guerra Civil.