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El tenor que salvó 'Tristán e Isolda'

La ABAO sustituyó el domingo a Torsten Kerl, que sufría una afección vocal, por Ian Storey, que cantó desde un atril lateral. Kerl, callado, se limitó a actuar

El tenor que salvó 'Tristán e Isolda'Foto: abao

NO suele ocurrir, pero a veces pasa en los mejores teatros del mundo. Cuando el telón del Palacio Euskalduna se levantó el domingo para acoger la tercera representación de la ópera Tristán e Isolda de la ABAO, el público se encontró sobre el escenario a dos tenores como protagonistas. Uno cantaba en un atril lateral y el otro, debido a una afección de la voz, se tenía limitaba a actuar.

El melodrama de Richard Wagner concentró más emociones que las sugeridas por esta leyenda medieval sobre los amores de Tristán, sobrino del rey de Cornualles, e Isolda, princesa heredera de Irlanda, a la que el compositor alemán puso música. El tenor alemán Torsten Kerl, que tenía que representar el papel de Tristán, acudió a la cita con los aficionados a la lírica, pero tenía un grave problema. Una afección en la voz le impedía realizar lo que se suponía que tenía que hacer: cantar.

Torsten Kerl había notificado unos días antes a los responsables de la Asociación Bilbaina de Amigos de la Ópera su imposibilidad de cantar. "No es fácil encontrar a un tenor que pueda afrontar un rol de estas características. Solo hay tres o cuatro voces en el mundo que lo puedan hacer", explica el presidente de la ABAO, Juan Carlos Matellanes.

Sin embargo, los responsables de la ABAO no renunciaron a intentarlo. "Me imagino que fue una mezcla de tesón y de suerte. No queríamos suspender la función, pero, por supuesto, tampoco queríamos bajar el nivel de nuestras representaciones. Conseguimos contactar con Ian Storey, un tenor británico, que ha cantado Tristán en la Scala de Milán y que próximamente, lo hará en Washington. Y nos dijo que justo estos días días tenía un hueco. No nos lo podíamos creer", confiesa Matellanes.

Los responsables de la ABAO notificaron el cambio desde su web e incluso les dio tiempo a incluir una página con el curriculum de Ian Storey en el programa de mano que recibió el público antes de iniciar la representación. No obstante, el director artístico de la ABAO, Jon Paul Laka, se subió al escenario para comunicar al público el cambio de última hora. La función comenzó y el público disfrutó de todo un lujo, dos prestigiosos tenores, uno, cantando y otro, actuando. (A Ian Storey no le dio tiempo a ensayar la actuación escénica). El viernes será la última representación de Tristán e Isolda en Euskalduna. Todavía se desconoce si Torsten Kerl podrá cantar. Todo dependerá de la decisión del médico.

'La traviata', de calle Los aficionados a la lírica todavía recuerdan una situación angustiosa que se vivió en marzo de 2000, pero que también fue salvada con gran habilidad por la ABAO. El barítono Paolo Gavanelli tuvo que retirarse, cuando cantaba en La traviata, debido a una tranqueitis lo que creó unos momentos de incertidumbre hasta que pudo ser sustituido por el también barítono Roberto Servile, que casualmente se encontraba viendo la representación desde un palco.

Servile, vestido de calle, no dudó ni un momento cuando fue requerido por la ABAO y salió al escenario para interpretar el resto de la ópera. "La ABAO no ha suspendido nunca una representación", comentaba Francisco de Larrakoetxea, por aquel entonces presidente de la entidad.

En aquella ocasión las dificultades empezaron a poco de comenzar la ópera. Ya en el primer acto se anunció que Paulo Gavanelli sufría una traqueitis, pero la cosa fue de mal en peor. Gavanelli, que había susurrado a duras penas sus frases a una acongojada Traviata, no llegó a terminar el primer acto. Una luz roja se encendió en el foso de la orquesta avisando al director y bajó el telón. Los responsables de la ABAO se pusieron a buscar urgentemente un sustituto, porque prácticamente ningún teatro del mundo dispone de un cover o un sustituto para estas situaciones de emergencia.

En un palco se encontraba Roberto Servile, junto a otros cantantes que iban a representar La favorita, cuyos ensayos ya habían comenzado. Cuando se lo pidieron, Servile no lo dudó ni un minuto. Solo pidió 20 minutos para calentar la voz con el maestro Allemandi. Después sin más, salió al escenario. Sin peluca ni disfraz, para encararse con el viejo Germont, le bastó la profesionalidad y el temple para dominar un escenario que nunca había pisado y complementar sin problemas la función. "Con una parte del cerebro cantaba y con otra atendía las indicaciones del director", explicaba entonces el barítono italiano. Roberto Servile fue recompensado por el público con un gran aplauso y varios minutos de ovación.