Guía para una vida absurda
Bilbao acoge la muestra 'Objetos imposibles', crítica con la sociedad del consumo
Un sillón radiador, una mesa de ping-pong ondulada donde las pelotas rebotan hacia todas direcciones, un reloj de pulsera con un simpático cucú incorporado, un tándem con manillares opuestos… El catálogo de objetos imposibles del artista Jacques Carelman (Marsella, 1929) es tan amplio como "inútil", tal y como afirma el propio autor. Y es que el pintor y escultor francés creó esta colección de herramientas y muebles inservibles con la clara intención de criticar el consumismo imperante.
"Mis objetos, al contrario de los aparatos que nuestra sociedad de consumo venera, son perfectamente inútiles", sostiene. Carelman inauguró ayer en la Alhóndiga de Bilbao su exposición Objetos Imposibles, compuesta de unos 200 artilugios e ilustraciones surrealistas. La muestra se enmarca dentro de la semana internacional de literatura y arte con humor La risa de Bilbao, un festival que ofrece, desde hoy y hasta el próximo 2 de octubre, un extenso programa con presentaciones literarias, música, teatro, concursos y foros de debate. Por suerte, la curiosa colección de Carelman estará abierta al público hasta el 16 de octubre. La entrada es gratuita y abierta a todos los públicos, al igual que el resto de actividades de La risa de Bilbao.
En la inauguración de la muestra, el director del festival, Juan Bas, aludió al humor como "una de las expresiones más valiosas del surrealismo", una cualidad que derrocha Carelman en su peculiar catálogo, en el que también están presentes la ironía "e incluso la ternura", según apuntó Bas.
Necesidades ridículas Por su parte, el artista francés se mostró "contento" de exponer su colección en Bilbao, ciudad que faltaba para completar una larga gira internacional, desde que se expusiera por primera vez en el pabellón Marsan del museo Louvre de París en 1972, a propuesta del director del Museo de Artes Decorativas de la capital francesa. Desde entonces, su particular visión sobre los objetos de la vida cotidiana se ha mostrado en museos y galerías de arte de todo el mundo, desde Estados Unidos a Japón. Prueba del carácter internacional de las creaciones de Carelman es que su Catalogue d'Objets Introuvables, publicado por primera vez en 1969, se ha traducido a más de 17 lenguas.
En un inicio, la publicación se concibió como una parodia de un catálogo de venta por correo, al estilo del famoso Manufrance. Pero el "éxito inmediato" de sus irreverentes diseños, que desafían los límites de la lógica y del absurdo, motivó a Carelman a materializar una primera serie de 60 diseños. En la actualidad, cerca de la mitad de las 400 ilustraciones imposibles han dejado de ser tal, dando forma a una amplia gama de sillas, mesas, bicicletas y carritos de bebé, entre otros muchos objetos. A medida que sus obras recibían las alabanzas del público, la filosofía de la muestra, fraguada en pleno mayo del 68, adquiría más sentido. "Se trata de una crítica sobre la sociedad de consumo, de ridiculizar esa necesidad de los habitantes de los países ricos occidentales de comprar algo y al poco tiempo desecharlo, para volver a seguir consumiendo. Mi intención es desacralizar esa veneración al objeto en nuestras sociedades", matiza el artista.
Nuevas tecnologías Así es como se explica la obra Piano por módulos, donde Carelman parte en siete idénticas piezas un majestuoso piano de cola. "Si no puede permitirse uno entero, adquiera uno de estos módulos", apostilla el artista con sorna. Del mismo modo, si uno desea evitar discusiones mientras juega al baloncesto, no hay más que cerrar con hilo la cesta y asunto arreglado. Sus diseños se adentran tanto en la vida cotidiana que cuenta hasta con un tándem divergente con manillares en direcciones opuestas, "ideal para parejas pendientes de divorcio", así como carritos de bebé en versión de camuflaje o montados sobre una carretilla para quien quiera pasear a su retoño por el campo.
Para "los más masoquistas", el artista ha diseñado una cafetera con el asa y el pitorro en el mismo lado. De otro lado, quien no quiera complicarse la vida también tiene dónde elegir en el catálogo, pues dispone, por ejemplo, de una calculadora con un solo número o un puzzle -de la archifamosa Mona Lisa-, compuesto de dos simples piezas.
Ironías aparte, el autor de Objetos Imposibles recalca que se tratan de obras de arte, y niega que alguna vez le hayan tentado con comercializar alguno de sus diseños. Aunque eso sí: admite que en más de una ocasión le han copiado. Respecto a los aparatos de última tecnología, Carelman los tacha de "una amalgama de circuitos y botones sin personalidad propia", si bien no descarta publicar en un futuro próximo un nuevo catálogo bajo el título Objetos imposibles del tercer milenio. Más allá del mobiliario surrealista, el artista francés expondrá próximamente una muestra de pintura en su ciudad de adopción, París, la cual avanza será tan original como su catálogo. "Algunos artistas pintan siempre el mismo cuadro. A mí, en cambio, me gusta la aventura, explorar lugares vírgenes", revela.
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