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Ken Zazpi degusta un breve chupachús sonoro

El grupo gernikarra (y mundakarra) ilumina Kobetamendi ante un público numeroso y plural que coincidió en situarles entre U2 y Coldplay

BILBAO. El Monte Caramelo por el que se asciende a Kobetamendi vibró ayer con un arranque dulce. El concierto de los superventas gernikarras (y mundakarras) de 40 minutos fue un chupachús de pica-pica que el numeroso público fue degustando con placer. Con puntualidad británica se amplificaron los primeros compases de Hegoak astinduz, con EñautElorrieta entonando un uoh, oh, oh... al más puro estilo With or without you de aquellos irlandeses abonados ayer en la memoria de todos.

La segunda canción combinó paradigmas sonoros del Yelow de Coldplay, estrellas de la noche. Con esos compases se apreció fácilmente quién era guiri y quién de Markina-Xemein. Los extranjeros trataban de bailar el correcto y cristalino comienzo sonoro de un quinteto vizcaino que acabaría ofreciendo diez temas elegidos desde que arrancaron como Ken 7 en otoño de 1996: cuatro composiciones de su último disco, cinco del Argiak y una del segundo, Bidean.

Desde entonces las primeras influencias del punk-pop californiano (con versión de Pennywise incluida), su sonido ha ido evolucionando hasta cruzar el charco atlántico y recalar en las influencias anglosajonas: evidentes.

A Ken Zazpi le queda esprintar por su propia autopista sonora, ejemplo que es y fue Eta azkenak hasiera, con un estribillo luminoso demostrando que están más vivos que nunca con ese entonado Bizirik. Tras Olatuz olatu llegó el homenaje a los asesinados en el bombardeo de hace 74 años, Gernikan. En ese momento, la intensidad que han hecho suya estos vascos comenzó a ser contagiosa. Es decir, Ken Zazpi distorsionó playeramente en su primer trabajo -ayer olvidado, no sonó ni Zenbat min- y los delays que han hecho a The Edge mundialmente conocidos fueron caldo de cultivo de textos cada vez más cuidados y con esa clave: la intensidad. El grupo cuenta con un teclado Hammond que lo mismo parecía que no estaba, a modo de colchón de fondo, como de pronto se hacía uno en vibrante conjunción con la precisión del batería Jon Fresko y del bajo de Igor Artzanegi. El guitarrista, Igor Artzanegi, fue de menos a más, llegando a disfrutar y a transmitir sentimientos de quererse quedar sobre el escenario cuando el concierto llegaba a su ecuador. Eñaut, sin embargo, levantó manos al cielo desde el comienzo, vibró queriendo atraer la atención de aquellos que ayer no les conocían. Hubo quien dijo que el 60% de los presentes eran de fuera de Euskal Herria.

La sexta canción presagió un set in crescendo. La redonda composición Haizea -ejemplo de un single para la historia- aportó aire tranquilo y los primeros coros por parte de los más conocedores de su cancionero. Mientras se alejaba la canción llegaba de nuevo el poso de nuevo presente de U2 y Coldplay de la mano. Con guitarra que remitía claramente -dicho allí por extranjeros que no conocían la banda vasca- a Where The Streets Have No Name de U2 sonó Hel nazazu eskutik. El delay citado volvió a reverberar en el segundo escenario de Kobeta con Bihar.

El grupo que salió vestido de negro con menos estética made in Basque Country, como en otras ocasiones, y con el batería solo de claro, comenzaba a anunciar que aquello se iba acabando. Quedaban dos caramelos más que degustar a plena tarde y bajo una temperatura inmejorable. Noizbait, del exitoso Argiak, giró con elegancia en la ciaboga y con Itsasoa Gara afrontaron con visible pena la última txanpa cuando estaban sudando lo mejor. Todo ello con Haritz Harreguy al mando de la mesa de mezclas y el sexto Ken Zazpi, Jon Mikel Arronategi, analizándolo todo desde la barrera. Un total de lean, -100.000 watios nos confirmaba Harreguy- dio lustre a una propuesta que se quedó tan corta como el número de bandas en euskera que lucen en el cartel del BBK Live: hoy, los históricos Zarama, a las 16.55 horas, y mañana los estelares ganadores del concurso de Gaztea, los bilbainos Enkore, en el mismo horario. Ken Zazpi dejó un sabor de boca de inicio goloso.