bilbao. Tal y como se preveía, en plena época vacacional académica y laboral y con el tirón popular de Coldplay, la sexta edición del Bilbao BBK Live Festival no podía empezar de otra forma. Con una auténtica marea humana que vivió como simples aperitivos (algunos de bastante enjundia, eso sí) el dulce pop euskaldun de Ken Zazpi, el folk pop de Russian Red o el rock complejo de The Twilight Sisters, antes de degustar, contemplar, corear y bailar las canciones del grupo británico liderado por Chris Martin, que cantó, bailó, tiró de falsete y alternó piano y guitarras en un concierto de sonido excelso, que se inició casi a medianoche y combinó con acierto clásicos como Yellow y Clocks con varios temas nuevos.

¡Viva la vida, el verano… y Coldplay! Eso debieron pensar las más de 30.000 personas -de todo pelaje y condición, y provenientes de diferentes comunidades autónomas, Francia y Gran Bretaña- que subieron a Kobetamendi ayer, en el arranque del festival, para disfrutar del repertorio de Coldplay en lo que fue su única actuación estatal de este año.

El favor del público y ventas de más de 40 millones de discos lograron que frente al escenario principal del festival -36 metros de boca por 18 de fondo- se librara una lucha encarnizada cuando el grupo salió a escena casi a la medianoche, precedido por la música épica de la banda sonora de Regreso al futuro. Nadie quería perderse ni un detalle del evento.

Puede que el cuarteto se mueva con una decena de trailers pero su show es transparente. Como el escenario. Si exceptuamos las pantallas (especialmente la trasera, que se troceaba según las necesidades), y las lujosas, coloristas e imaginativas luces, Coldplay lo fía todo al poder de sus canciones. Y al del sonido, transparente y prístino desde el arranque con la nueva Hurts like heaven. Si exceptuamos algún fuego de artificio -real, no es una metáfora-, algo de confeti, unos globos y los juegos visuales que permitieron que desde las pantallas LED se lanzara al público una gran bola de energía, los británicos se centraron en la música.

Parafraseando su último y controvertido éxito, Every teardrop is a waterfall, que, previsiblemente sonó para despedir la actuación (ya cerrada esta edición), cada riff de guitarra y melodía reconocible, introducida por el piano o un fraseo vocal al micrófono supuso la entrega y el alborozo de los fans. Chris Martin, que se atrevió con varios eskerrik asko, se lució. Desde el inicio, siempre jaleado y vitoreado (al principio amarrado a una guitarra acústica que luego abandonó por las teclas), ejerció de frontman entregado y simpático, bailando y haciendo gala de su peculiar falsete, y magníficamente secundado por Jon Buckland (guitarra principal de la escuela The Edge, en ocasiones), Guy Berryman (bajo eléctrico) y Will Champion, mucho más que un batería, magnífico en los coros y también teclista ocasional.

Participativo en las canciones más eléctricas y movidas, como Politik, y silencioso y respetuoso cuando lo pedía la ocasión, caso de Lost, tema incluido en su CD Viva la vida, cuando Chris se sentó al piano por vez primera, el público disfrutó tanto de los éxitos de la banda -en la primera parte del recital ya sonaron Yelow, In my place y The Scientist- como de sus canciones inéditas, todavía desconocidas para la mayoría. Las primeras que estrenaron fueron Major minus, la balada Us against the word y estaba previsto que dejara para la despedida su single actual, Every teardrop is a waterfall, justo después de tocar la dinámica Hurts like heaven y la conocida Viva la vida.

las cenizas de oasis El trío de estrellas de la primera jornada se inició con Beady Eye, el proyecto surgido de las cenizas de Oasis y liderado por su vocalista, Liam Gallagher. Él salió a escena como siempre, orgulloso de su peinado mod y con una parca, con una estética chulesca y pendenciera y su enorme y tremenda voz, al ritmo de la furiosa Four letter word, uno de los éxitos de su debut discográfico, Different gear, still speeding, que tocaron en su integridad, incluida alguna 'cara b' y una versión de la banda británica World of Twist titulada Sons of the stage. Valiente, el grupo no ofreció ni rastro del repertorio de su antiguo grupo, lo que habría elevado la euforia de sus seguidores, que se soltaron la melena con temas rockeros como Bring the light.

Liam (arropado por la mayoría de los músicos de la última etapa de Oasis) nunca ganará un concurso como Fama, ni podrá participar en El club de la comedia. En Kobetamendi, como siempre, fue a lo suyo. Con las manos en la espalda, semiagachado y más suelto de lo habitual con sus fans (de los que se despidió al final estrechando manos y firmando autógrafos), desgranó su repertorio con profesionalidad -su gran timbre vocal se lo permite- pero con cierta frialdad. Parafraseando el título de su debut, Liam sigue en marcha… pero a velocidad diferente.

En Bilbao firmó un concierto irregular, con un arranque enloquecido y febril que alternó rocks como Bring the light y otros a lo The Who, como Beatles and Stones -en mitad del concierto gritó "solo quiero roc'n'roll"- con baladas acústicas como The morning son, calcos a John Lennon en The roller e intentos de acercarse, sin lograrlo, a la épica de The Beatles en Hey you cuando interpretó Kill for a dream.