"La aristocracia lingüística que domina un euskera precioso son los menos"
Donostia. En 'Los pasos incontables' hay una clara reflexión sobre la pena de muerte, pero también se ha analizado el tratamiento que hace usted del tiempo y del espacio.
Así es, no obstante casi nadie ha analizado los guiños que intenté hacer sobre la situación lingüística. Me esforcé en introducir una serie de parábolas sobre la relación de nuestro pueblo con el idioma. Por ejemplo, cuando el hombre habla con la madre y le prohíben hablar en euskera. Y cuando intenta escribir el testamento en euskera y se encuentra con un montón de dudas, porque no sabe como se escriben algunas cosas. Es algo que me resulta muy dramático: tener que callarse frente a la muerte -y frente a la vida- por tener dudas con la lengua.
Así que, como en anteriores novelas, ¿en 'Los pasos incontables' el idioma vuelve a ser tema principal?
Principal no lo sé, pero que esa problemática tiene su lugar en la novela sí. Hay bastantes reflexiones escritas sobre cómo influye esa relación lingüística en los euskaldunes, aunque no conozco a nadie que haya hablado sobre ello.
Han pasado más de treinta años desde la época en la que se ambienta la novela y la sociedad aún no ha normalizado su relación con el idioma.
No del todo. Hoy en día existe una aristocracia lingüística que domina un euskera precioso, potente, moderno y rico. Pero son los menos. Sin embargo, en el otro extremo nos encontramos con un montón de gente que habla un euskera flojo y que se avergüenza de ello, por lo que termina desistiendo, porque nunca llegará al nivel idiomático de los otros.
¿Falta naturalidad entre euskaldunzaharras y euskaldunberris?
Puede que sí. Y creo que esa situación nos limita, ya que por sobre todas las cosas deberíamos primar la comunicación entre todos. No hay que ser demasiado radical con quien no habla euskera, pero tampoco hay que desandar lo que ya hemos hecho. No hay que rebajar el nivel. Debemos encontrar un lugar idóneo y justo en esa fina línea.