donostia

oNCE autores destacados del mundo de la ilustración de literatura infantil y juvenil guipuzcoana, han elegido a tres ilustraciones de una de sus obras, para ser expuestas en la Sala Okendo de Donostia de manera autónoma y como obras de arte. El nivel medio-alto de los trabajos expuestos indica que la producción de este tipo de literatura cuenta en Gipuzkoa con un elevado número de dibujantes e ilustradores de cierto valor y calidad como para ser tenidos en cuenta. En la muestra se presentan ilustraciones de conceptos más clásicos, hasta diseños más modernos, expresivos, decorativos, cercanos al cómic, o brutalistas.

Antton Olariaga (Usurbil, 1946), el más veterano y conocido de todos, presenta tres ilustraciones en blanco y negro, de corte clásico y sintaxis cinematográfica, que no son lo mejor que conocemos de este buen dibujante de cómics y tiras. Iban Barrenetxea (Elgoibar, 1973) destaca dentro del concepto clásico con tres elegantes y estilizadas ilustraciones de gusto anglosajón y cuidada caligrafía.

En conceptos más actuales se mueven tres exquisitas ilustradoras, Maite Gurrutxaga (Amezketa, 1983), Elena Odriozola (Donostia, 1967), y Aitziber Alonso (Donostia, 1971). Su grafía es elegante, más minimalista Odriozola, más barroca Alonso, más naïf Gurrutxaga. Las tres son grandes dibujantes y buenas coloristas.

Junto a ellas, un ilustrador se nos escapa del marco habitual de la ilustración, y es Iñaki Martiarena (Donostia, 1962), que presenta tres ilustraciones de trazo grueso, cercanas al grabado y al dibujo de autor. Dibujante expresivo, fuerte, algo brutalista, quizás más interesante para la ilustración de jóvenes y adultos que de niños.

Junto a estos, Concetta Probanza (Urretxu, 1969), con una ilustración más conceptual, algo rígida; Antton Dueso (Pasai Donibane, 1962), más cercano al cómic; Jokin Mitxelena (Donostia, 1962), Lorena Martínez (Irún, 1973), y Patxi Peláez (Donostia, 1969), con una grafía de línea fina y coloreada, correcta, más clásica y tradicional en el mundo de la ilustración que arranca de manera firme a finales del siglo XIX.

La muestra se ve con atención, gozo y alegría, aunque nos falte el texto al que acompañan, y que quizás pudiera sustituirse con una breve audición de auriculares.