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NO son buenos tiempos para el sistema del arte. Por ello tiene mérito mantener un espacio durante cinco años. Sobre todo si se dedica exclusivamente a la plástica del continente negro. Jesús Ahedo abrió Kalao en el Casco Viejo y desde 2009 se encuentra en Abando. Para recordar el tiempo transcurrido, una colectiva en la que participan algunos de los artistas que han ido exponiendo durante el lustro. Una selección de doce autores que proceden sobre todo de las dos repúblicas del Congo y también de Senegal, Costa de Marfil o Tanzania.

El espacio de la galería no es muy grande y las obras, más que relacionarse entre sí, parecen conformar un todo e interactuar entre ellas hasta plantear una experiencia plástica con raíces que tiene la preocupación de aproximarse a la gente. Fuera de todo elitismo intelectual, el creador es un demiurgo que se impregna de una memoria de la que aprende para después volcar el desafío personal de su creatividad. Un modo de expresar lo que sucede exteriormente que al mismo tiempo se afinca en lo más recóndito del autor.

Muchas de las pinturas son narrativas y tienen una impronta figurativa que resulta descriptiva y es fácil de digerir. Lo que se produce muy especialmente en la escuela popular que surge en la República Democrática del Congo. El más conocido y valorado, por armonioso y equilibrado, es Chéri Samba (1956), autor que representa una alegórica escena que tiene el contrapunto de unos textos que tienen un sentido moral. No se aleja de lo que sucede en el entorno, pero al mismo tiempo evidencia un imaginario poético que expresa sus opiniones y tiene vínculos sociales. En semejante actitud ética de incorporar motivos cuyos títulos se encuentran dentro de la representación, se manifiestan también los trabajos de Chéri Cherin (1955) y J. P. Nsimba Mika (1980), cuyas composiciones aluden al machismo o a todo tipo de calamidades. Asimismo, tienen mayor dinamismo, son más expresivas y cuentan con volumetrías menos académicas. A su vez, el imaginario de Bodo (RDC, 1953) es más desbordante, poético y simbolista, introduciéndonos en el espírritu animista de una selva cuyos seres se metamorfosean.

Frente a la línea clara y ordenada, otros universos pictóricos son más gestuales y matéricos. Es lo que ocurre con las figuras caricaturescas de Gastineau Massamba (Congo Brazzaville, 1973). El magma abstractizante está presente en el trabajo de Douts Ndoye (Senegal, 1973), mientras que el enigma preside el mundo de los 340 amuletos de Hamed Ouattara (Costa de Marfil, 1957).

El único escultor que se separa de la representación de la figura humana y el más interesante es Bodys Isez Kingelez (RDC, 1948), quien crea la construcción de un edificio con material frágil y formas de fértil imaginación. Mientras que la pieza de Thonton Kabeya (RDC, 1980) trata de evidenciar la identidad de un ser humano y acentúa el enigma de su presencia, fijando la memoria de unacabeza que es recreada con materiales orgánicos y de reciclaje.

Los trabajos escultóricos en madera polícroma de George Lilanga (Tanzania, 1934-2005), son fetiches cuyas andanzas expresan las costumbres de un pasado remoto. Basados en la cultura makone y la escuela Tinga Tinga, crea personajes diabólicos que se convierten en simpáticos cómplices. Como afirma el propio autor, "toda mi obra de arte debe ser vista como expresión de mi felicidad". Su policromía contrasta con la ausencia de color que se manifiesta en la pieza de la artista Seyni Camara (Senegal, 1939), una auténtica especialista en el universo de la cerámica escultórica y en mostrar el mundo femenino. Los hombres de hierro de Ndary Lo (Senegal, 1961) se estiran y agigantan, son rituales y sobrevuelan el espacio, así como se aproximan a los debilitados cuerpos de Alberto Giacometti (1901-1966). Muy distintos en intención y realización, son los cuatro retratos pictóricos de políticos y dirigentes africanos como Lumumba y Mandela.

La multiculturalidad invita a alejarse del colonialismo cultural e ir abandonando la falsa superioridad de la centralidad para mirar de igual a igual las distintas tradiciones artísticas que existen por el planeta. En África hay un arte efervescente que enmarca una variable psicogeografía cuya base son las experiencias instaladas en el espíritu de los distintos países y culturas.