Teletienda

En un principio fue La Tienda en Casa, una idea de El Corte Inglés para abrir una sucursal en cada hogar. Más tarde la especialización de la televisión ha permitido que existan canales temáticos dedicados a la venta a distancia de una gran variedad de productos inusuales en comercios. Y así ahora disponemos de tres cadenas de teletienda: Canal Club, propiedad de Sogecable; Cincoshop, del grupo de Telecinco, y Tienda en Veo, perteneciente a El Mundo, todo un fiasco corporativo considerando que la mayor parte de su horario de emisión lo dedican a una actividad de tan poca decencia profesional -y objetivamente fraudulenta- como el adivina adivinanza del tarot y la bola de cristal. Es la cara y la cruz de teletienda.

En comparación con la publicidad que nos acompaña en los canales generalistas, la teletienda ofrece tres diferencias, en tiempo, formato y venta. Aquí los anuncios duran cinco minutos para el despliegue de un formato cuya función es demostrar las cualidades del producto (robotizados sistemas de alarma, electroinsecticidas, aparatos de gimnasia pasiva, superlicuadoras de fruta, cuchillos que cortan hasta el aliento, rodillos para pintar sin caer ni gota y hasta excitantes vibradores) que se lleva a cabo generalmente a través de un diálogo amañado entre dos o más personas en el que uno hace el papel de amable vendedor y los otros interpretan a los persuadidos compradores. La venta es directa mediante pedido telefónico, con especificación de un precio rebajado, gastos de envío, formas de pago y opción de reintegro. Es poco convincente, pero rentable porque elimina la intermediación.

Al caer la noche, la teletienda se transforma en un salón de magia donde la vidente atiende a los espectadores que pagan sus llamadas a tarifa de prefijo 806, un atraco legal fundado en la vieja e inagotable ignorancia popular. Es la degradación del comercio y la televisión, porque de la ganga del producto revolucionario que todo lo remedia pasamos a la venta de falsas esperanzas que nada confortan ni resuelven.