QUITO. El escritor chileno Hernán Rivera Letelier, ganador este año del Premio Alfaguara de Novela, se definió hoy como "un contador de historias" y afirmó que los escritores actuales "escriben mucho mirándose al ombligo".

En el marco de una gira de presentación por Latinoamérica de su novela premiada, "El arte de la resurrección", que le ha llevado por seis países, Letelier participó en una mesa redonda en la Universidad Andina Simón Bolívar, de Quito.

El escritor disertó ante un reducido público universitario sobre el desierto de Atacama, escenario de sus novelas, sobre sus personajes -locos y prostitutas-, el lenguaje de sus trabajos y los temas políticos y sociales que subyacen en sus discursos.

Además, aseguró que en el panorama literario latinoamericano echa en falta "a los escritores que cuentan historias" y criticó que "los escritores actuales están haciendo mucha novela para escritores, cuentos para escritores, escriben mucho mirándose al ombligo", dijo.

En contraposición, su intervención fue una sucesión de historias cotidianas en los campamentos mineros de Atacama en los que creció, trabajó y vio morir a su padre de silicosis, la enfermedad que afecta a los pulmones de esos trabajadores por la sedimentación de polvo y otros materiales.

Aseguró que el desierto "es el personaje más importante" en su obra, del que "desentierro un poco su historia, que Chile estaba olvidando, injusta contra el obrero (...) y la llevo más allá, a las generaciones nuevas", explicó.

"El desierto fue fundamental para que me convirtiera en escritor", afirmó, y recordó que ese paisaje le hizo encontrarse consigo mismo, conocerse y "aprender el amor por contar y escuchar historias", que los mineros compartían en la sobremesa de la cena en su casa, donde su madre ofrecía pensión.

"Tenía 5 ó 6 años y me mandaban a acostar", pero se escapaba y se escondía debajo de la mesa a escuchar, recordó.

A su juicio, en las historias que ha contado en sus once novelas "no hay nada nuevo, se vienen escribiendo en el desierto" desde hace mucho tiempo, aseveró, pero sí reconoció que superó el "lenguaje localista" en el que estaban escritas, para cambiarlo por un discurso, un estilo y un tono "universal".

Respecto a las sugerencias y sutilezas de sus libros sobre la historia social y política de su país, Letelier aseguró que "no se puede escribir nada de ese desierto sin que asome, casi por ósmosis, lo político, lo social, lo panfletario, porque está lleno de injusticias".

Resaltó el humor como un elemento poético de las historias que cuenta, narraciones que "no se agotarán" porque 300 campamentos mineros "son una cantera inagotable", en la que destacó una vida de "solidaridad, amistad y cariño".

"En medio del infierno o el purgatorio" del desierto, dijo, los "días amables" que los mineros "habían logrado hacer" convertía la vida en un "paraíso", subrayó.