Bilbao. Precursor del modernismo, aunque sin contar con el respaldo de muchos de sus contemporáneos, Henri Rousseau se hizo un hueco entre los pintores con mayor prestigio. Después de trabajar como recaudador de arbitrios en París, lo que le valió el sobrenombre de Aduanero, Rousseau (Laval 1844- París 1910) se dedicó a un estilo de vida más bohemio donde la pintura adquirió un componente muy importante para expresar sus inquietudes.
Coincidiendo con el centenario de su fallecimiento, el Museo Guggenheim acoge la primera muestra de su obra que se celebra en el Estado y se podrá visitar hasta el próximo 12 de septiembre. La exposición Henri Rousseau, organizada con la Fondation Beyeler, ofrece treinta de las obras maestras que reflejan el trabajo a lo largo de la evolución del artista en sus diferentes temáticas aunque se centra en el paisaje local de las afueras de París, imágenes locales y retratos. "Es una presentación precisa que refleja su trayectoria", aseguró la comisaria de la exposición Susan Davidson, que también es conservadora senior de colecciones y exposiciones del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York. Esta exposición viene a completar la programación del museo de la temporada primavera-verano. "Esta muestra va a compartir espacio con la de Robert Rauschenberg y Anish Kapoor", subrayó Juan Ignacio Vidarte, director del museo.
Catalogado como naif, Rousseau combinó su técnica, para la que no estaba instruido, con su imaginación que le permitió viajar a sitios en los que nunca había estado. "Muchas de sus obras están inspiradas en la jungla pero nunca estuvo allí, ni fue a México, ni otras cosas que dice en su autobiografía", señaló Davidson, quien justificó el calificativo de naif a Rousseau por su combinación de "ingenuidad con habilidad en los paisajes".
A la exposición se trasladan efectos casi surrealistas ya que a la entrada de la misma da la impresión de estar accediendo a un bosque. "Gran parte de las obras que realizó son frontales porque trabajó mucho con fotografías", resaltó Davidson. Para idear cómo era la jungla, Rousseau contaba con la experiencia de algunos soldados franceses que habían regresado de México y le describieron lo que era ese mundo, aunque también visitaba los jardines botánicos y el zoológico de París.
En Los alegres comediantes, Rousseau efectuó una "representación precisa del paisaje y para ello lo que hizo fue colocarlos por capas y los monos parecen animales domésticos". Casi como un elemento cómico, en el cuadro aparece una botella de leche en medio de la selva. "Variaba entre lo imaginario y lo real", afirmó Davidson. Esa variación se transformaba también en combinación como en La comida del león. "El león se come al leopardo que está enterrado en el paisaje. Además, las flores silvestres son más grandes. Estos cambios de escala sí los recogen los cubistas", manifestó Davidson.
El uso de fotografías se aprecia más claramente en Los artilleros, un retrato de un batallón. "Parece ser que tenía un amigo en el quinto batallón. Se ve rígido, atascado. Da la impresión de que son hermanos todos porque repite la misma figura", detalló la comisaria.
Rousseau no estaba alejado de los avances que se producían en la sociedad y también los reflejó en sus obras. En Vista de Malakoff se aprecia el "interés por el mundo moderno con el inicio de la electricidad", según Davidson. "Hay formas cubistas para crear una perspectiva pronunciada de las imágenes planas".
En uno de los pocos cuadros que no son estáticos Los jugadores de fútbol se ve el movimiento de los personajes en un óleo muy equilibrado, ya que aparecen cuatro personas rodeadas de cuatro árboles. "Además, es una escena otoñal y sus árboles suelen tener otro color", subrayó Davidson, quien apuntó que parecía que había "cortado y pegado".
Uno de los cuadros más importantes que se pueden ver en el Guggenheim es La comida del león, en la que se ve a un sonriente león con su presa. La imaginación toma un papel preponderante ya que los animales "están encantados". "Éste fue el primer cuadro que le compraron", aseguró la comisaria.
En la exposición se hace un repaso a los retratos que hizo, "sin encargo" de nadie. "Parte de fotografía y le da un uso ambiguo al espacio", aclaró la comisaria. En los Retrato de una dama y Retrato de un hombre la técnica utilizada por Rousseau ofrece la posibilidad de pensar que las personas están pintadas como si se las mirara con una lupa gracias a la forma cuadrada y dentro de ella una redonda.
En otro Retrato de una dama las proporciones no están delimitadas y en esa obra en concreto se distingue con claridad que las manos son mayores que la cabeza u otras partes del cuerpo. "La escala de las manos está fuera de lo normal", destacó la comisaria.
Una muestra para disfrutar de un artista que malvivió hasta el fin de sus días.