donostia
aUNQUE conocíamos en buena parte la obra del escultor vasco-inglés José Manuel Alberdi (Azkoitia, 1922-Denia, 2008) por haberla cedido hace años a su población de Azkoitia, no cabe duda que la presente exposición, casi antológica, comisariada por Pedro Sancristóval, aporta obras nuevas de coleccionistas privados y de museos que enriquecen la visión global de su obra. La obra, presentada temáticamente, adolece en buena parte de la datación precisa, dificultando así el análisis y valoración de la misma, y dada la cantidad de obra expuesta resulta difícil en muchos momentos tener la visión adecuada de ella.
Alberdi, tras sus inicios en la Escuela de Artes y Oficios de Donostia, pasó, como niño del exilio, a la Escuela de Birmingham y a otra escuela de Londres para terminar siendo profesor de escultura de San Martin"s School of Arts.
En 1950 realiza su obra Consumatum est, trabajo de carácter expresionista figurativo, inscrito en la tradición de Beobide, y comenzará la decoración de muchos edificios reconstruidos tras la guerra, experimentando con poliéster y fibra de vidrio. Además de la madera, su materia troncal, experimenta también con el níquel, el hierro, el acero, el mármol, y con otros materiales, con los que siempre construye y experimenta formas y volúmenes en su obra. Sus obras de cristal, realizadas a manera de puzles con cristales de diferentes colores y formas geométricas, son muy interesantes y avanzadas para la época. Otro tanto cabe decir de su Fuente, con formas vegetales (1963-67), en la que el expresionismo lírico presenta formas más livianas y sugerentes. En Madre y niño (65) la influencia de Moore, con quien mantendrá amistad y trato permanente, se hace ya notoria y presente; no para copiarlo sino para reinterpretarlo. Más personal y sugerente se muestra en su obra Alma mater (68).
En los años 70 su escultura deviene en rectangularismo abstracto, Space Age, Abstracto tubular, en módulos entrelazados de carácter tubular, cercanos a los de Ricardo Ugarte, y que cuajan en la Fuente de Vitoria-Gasteiz. Más interesante y racionalista es su obra Abstracto, composición de madera policromada para una plaza de Londres, y no realizada. En la década de los 70 el escultor retoma el expresionismo de carácter figurativo, con obras un tanto brutalistas como su Mediterránea (1971) y sus Pajarracos (c. 1976), y un conjunto de obra de raigambre más mooreana y oteiciana: Homenaje a J.S. Bach (73), Erregiña txiki (77), y lo mismo se moverá en la década de los 80: Movimiento horizontal (85), Ama ta aurtxoa ( 86), Homenaje a Chillida.
Más cercano a Epstein y a Zadkin se muestra Alberdi en la década de los 90, con su espléndido Pelotari (91), realizado para el Antiguo de Donostia. Se muestra rotundo y espléndido en la articulación de formas y volúmenes. Obra muy apreciada por el historiador Juan Plazaola. Como muy acertado resulta en sus bustos de Burliegh y Agirre, más cercano al expresionismo figurativo. Son magníficas y muy expresivas estas dos cabezas.
Interesantes resultan también sus series dedicadas a las Máscaras y cercanas en su poética y sintaxis a Miró, González y Picasso. Como lo son también las dedicadas a la Familia. En su serie de Cabezas resulta mas constreñido, salvo en la del Dios Baco. Conviene reseñar que en toda su obra se respiran aires de vanguardia, sin renunciar nunca a la tradición y al simbolismo. Su escultura es un hito a recuperar en la historia y la museología de la Escultura Vasca Moderna.