Antes de que abrazara las ideas de los líderes de la izquierda latinoamericana, el debut en el cine de Oliver Stone no fue objeto de debate. En la década de los 80, la industria de Hollywood premió su patriotismo y firmeza en el mejor escaparate posible: la entrega de los Oscar. Con Platoon (1985) y Nacido el 4 de Julio (1989), obtuvo sendas estatuillas en la categoría Mejor Dirección y con Wall Street (1987), el actor Michael Douglas recibió un merecido Oscar.
Su pasado en la Guerra de Vietman y su marcada personalidad, fueron las mejores cartas de presentación para un país que necesitaba recuperar su orgullo en las salas de cine. El Oliver Stone de Wall Street es el director que se atrinchera en la primera línea de la arteria financiera del mundo. No es el Michael Moore de Capitalismo, una historia de amor, sino el director ágil, comprometido y vagamente crítico con el sistema de valores de Estados Unidos. Gobernaba el ex actor Reagan, el defensor de la desregularización del sistema financiero y Oliver Stone quiso plantear una visión concreta del sueño americano desde sus entrañas.
Charlie Sheen interpreta a un joven asesor financiero que sueña con trabajar con el todopoderoso Gordon Gekko, un habilidoso y enérgico gurú de la especulación y el espionaje. Pero el ambiente enrarecido y competitivo y la ambición desmedida por el dinero no es el mejor entorno para confiar en los demás. Además, el personaje que interpreta el joven Sheen estará dispuesto a vender su alma al diablo con tal de mejorar profesionalmente y tutear a los millonarios. Su padre (Martin Sheen) en cambio, está al lado de los proletarios y los profesionales humildes y discretos. Sin embargo, la referencia paterna se esfumará ante la oferta de Gordo Kekko: podrá trabajar con él si llega a espiar a su máximo contrincante. Daryl Hannahe, cambio, ejercerá de amante de ambos y se dedicará a valorar las obras de arte y decorar las casas de los nuevos ricos.
Oliver Stone aborda con la cámara a los brokers e ilusionistas financieros y pone en bandeja un gran papel a Michael Douglas, en una de sus grandes interpretaciones. Engreído, orgulloso y déspota hace creíble el hambre de codicia y la ambición superlativa de un hombre hecho a sí mismo. El director también tiene un cameo en la película. Sale un instante, pero su cara ocupa toda la pantalla, mientras da paso a otro asesor financiero. Así, visualiza un sistema que pasa por diferentes vendedores y compradores que crean una gran burbuja especulativa. Oliver Stone, que firma el guión con su colaborador Stanley Weiser, quiere humanizar el deseo de mejora del neoyorquino medio de Manhattan.
La película retrata los desvelos de una época conservadora en lo económico, pero partidaria de cierta imposición en la selva del poder.
Critica los desmanes de la especulación y prima el interés del colectivo por encima de las locuras individuales. Aunque asuman que a los anglosajones de clase alta les guste más los animales que las personas, Wall Street insiste en el valor de la solidaridad y la unidad familiar como referente moral para contrarrestar el imperio de la ley del mercado.
La colección Cine Platinum contiene extras como un documental de 45 minutos, comentarios de Oliver Stone… Una buena oportunidad para revisar el espíritu inicial de un director polémico que en los últimos años ha fustigado contra George W. Bush y ha evaluado a su manera las incidencias de la Zona Cero. Oliver Stone siempre ha estado más cerca de la pesadilla americana que del sueño americano al uso, y en Wall Street esbozó algunas de sus primeras reflexiones.