Durango
enumeran las clases perdidas durante la mañana: matemáticas, naturaleza y gimnasia. "¡Con lo guay que está gimnasia!", exclama vivaracho Iñigo Manzanedo, un chico moreno de 11 años. Por suerte, el atractivo de la Azoka de Durango no se limita a los discos y los libros: permite experiencias tan estimulantes como corretear por largos pasillos mientras se sortea la lentitud de los adultos.
La feria la inauguran todos los años unos pequeños brazos apoyados sobre el lomo de algún libro, cabecitas que se asoman por los puestos buscando completar una gincana. Decenas de autobuses aparcaron ayer junto a la plaza del mercado dejando a los chavales libres de apuntes y horarios. La mayoría creció un par de palmos durante algunas horas: los profesores les ofrecieron la oportunidad de andar a sus anchas entre editoriales y discográficas y ellos se lo tomaron muy en serio. Con el mejor amigo, buscando al ligue, cerquita del andereño o concentrados en una enorme bolsa de pipas. Todos disfrutaron a su manera de una jornada marcada con alarma en los calendarios de sus teléfonos móviles: el día en que nadie tuvo que salir a la pizarra.
Prácticos
"Compras cosas divertidas y te cuestan menos dinero"
La mejor lotería no se vende por cupones. ¿Para qué quieren millones si han podido comprar un par de libros y además pueden contarlo? Un grupo de chicos lucha por conseguir el primer puesto ante la grabadora que apunta sus bocas, y los menos rápidos deciden guardar silencio e intervenir en cuanto encuentran ocasión. "Yo creo que en el futuro no va a haber libros, porque ahora los jóvenes en vez de comprarlos se pasan el día entero con las maquinitas, el móvil y todas esas cosas", expresa Mikel Sanchez, con el aplomo propio de un adulto. Tiene doce años, estudia en la ikastola Begoñazpi y agarra el hombro de su amigo Íñigo Manzanedo cuando ve una cámara de fotos. "La Azoka me gusta porque compras cosas divertidas y pagas menos dinero", asegura. Con gangas o sin gangas, ellos no han perdido el tiempo. Guardan en un par de bolsas la traducción al euskera de la serie Geronimo Stilton, de la escritora italiana Elisabetta Dami y todos los regalos que han podido recabar: calendarios, pósters y varias revistas.
No tienen prisa por crecer. Cuentan que prefieren acudir a la Azoka en la excursión organizada por el colegio porque así van con los amigos, y que la primera vez que visitaron la feria pensaron: "¡Hala, qué grande!". Pero no todo son alegrías.
"En la Azoka es muy difícil encontrar novio", dicen Garazi Sarasketa y Aitziber Agirre, de once años, estudiantes de la ikastola Kurutziaga. "Aunque como hemos venido todos del colegio con la misma camiseta, mucha gente tienen curiosidad y nos pregunta cosas, así que hablamos mucho con todos", expresan satisfechas. "¡Yo quiero ligar si son guapas, si son feas, no!", interrumpe Oier Iturriaga, el compañero de clase que no pierde detalle. Ante tanta expectación, llega la hora de las preguntas más difíciles. Preguntas que buscan conocer qué entienden los niños por cultura vasca.
Aventureros
"Lo que nos gusta son los libros de asesinatos y cosas así"
Conocen a la perfección los personajes de sus series favoritas pero, ¿qué ocurre cuando se les pregunta por Euskaltzaindia? Los hombros se alzan, las bocas se fruncen, el silencio da paso a risitas nerviosas. "Es un grupo de gente que se preocupa por el orden del euskera, que apoya el euskera", contesta Unai Pampin, alumno de 12 años del instituto Rekaldeberri, único en responder de entre los 16 jóvenes encuestados.
Tampoco corren mejor suerte los lectores electrónicos. Explicar qué es el e-Book resulta tan complicado para los chicos de entre diez y quince años como citar la capital de Guinea Bissau. "Lo que nos gustan son los libros de asesinatos y cosas así", dice Aitor Vivanco, de Kurutziaga Ikastola. "Poder venir aquí solos para hacer lo que nosotros queramos y que no nos manden ni los maestros ni nadie".
El profesorado, que pone orden cuando llega el mediodía, hora fijada por la mayoría de las ikastolas para volver a las aulas, no parece llevarse ningún desengaño. "Vienen a ver a los chicos de Betagarri y a otros grupos parecidos. Por libros no vienen. Entusiasmo, entusiasmo, la verdad es que no se nota", explica Antonio Castillo, profesor de la ikastola Karmelo Solokoetxe de Bilbao ante un grupo de alumnas que escucha con atención. "Si son más pequeños buscan cuentos, pero los de segundo y cuarto de la ESO tienen ya demasiados".
Los vinilos, como Euskaltzaindia, parecen marcianos invisibles para los niños. ¿Y los videojuegos? "¡Eso es lo que estaría bien, que hubiese más videojuegos en la Azoka!", apunta Oier Iturriaga con un entusiasmo que no disimula.
La mayoría de los estudiantes que ayer visitaron la feria llegaron de diferentes ikastolas de Bilbao, Gipuzkoa e Iparralde, según apuntó la organización, centros que acogen a niños de países diversos. Agarradas del brazo, Jennifer Odalina y Mayra Alexandra, de 15 años, hojeaban algunos libros y observaban con atención los títulos en euskera. Para dos jóvenes inmigrantes de la República Dominicana, el euskera es un código que urge descifrar. "Yo llevo apenas unos días acá -dice Odalina- pero domino muy bien el inglés y el castellano, y creo que me costará muy poco aprenderlo". Todavía un poco perdidas con los nombres de los autores y los grupos vascos, se confesaban admiradoras del grupo Kortatu. "A mí me gustan muchísimo sus canciones. Si me pudieran firmar un autógrafo...", se emociona Alexandra. Pero ayer los encuentros con autores y músicos fueron muy minoritarios. Durante el fin de semana, el programa promete las rúbricas de rostros conocidos.
Dinámicos
"A leer me aficioné por los trabajos de la ikastola"
Una de las principales preocupaciones del colegio San Prudencio de Gasteiz es acercar a la juventud a la cultura vasca. Por eso la profesora Agate Ruiz De Arbulu, que confesaba la dificultad de transmitir el amor por la lectura a los chavales, explica que el trabajo previo a la llegada de la Azoka es fundamental. "Venimos con chicos de la ESO, y preparamos un trabajo para que recaben información mientras están en la feria. Alguno trae dinero para comprar alguna cosilla, pero son los menos", asiente. "Controlar que todo vaya bien no es nada fácil, pero las experiencias que hemos tenido con ellos han sido bastante positivas".
"Escribe el título del último libro de Toti Martínez de Lezea", se lee en uno de los epígrafes preparados para los niños de entre 10 y 12 años. Nur, junto a Geronimo Stilton, son los títulos más solicitados en los expositores, donde explican que la mayoría de los jóvenes compra libros recomendados por los centros escolares.
Pese al rechazo que supone para algunos toda obligación, otros, como Aira Choya, ofrecen un discursos sorprendente. "Al principio leer es un poco pesado, un poco aburrido, pero luego te das cuenta de que se conocen un montón de historias", explica esta niña de corrido. "Yo le he comprado a mi padre un libro sobre la guerra del 36", concreta explicando en parte por qué resulta tan importante que los jóvenes sientan que en su casa el libro no es un objeto extraño.
Diferentes
"Los adultos tenemos la tarea de entender su mundo"
Y, mientras ellos juegan entre página y página, un grupo de seis profesores conversan en corrillo. Algunos huyen. Otros, como Juan Agirre, profesor de historia en Tolosa, explica que la Azoka es un buen momento para coger referencias, para anotar esos títulos que pueden ser útiles a la hora de dar clase. "Las editoriales Nabarralde y Gaia han presentado varios libros muy interesantes", recomienda. Él y su compañero Jose Vicente Alberdi, profesor de Filosofía, coinciden en señalar que los jóvenes no leen mucho. "Pero tampoco lo hacen menos que antes", opina Agirre. "Vivimos en la cultura de la imagen, pero la comunicación escrita está en todos los lados, en los periódicos, en las revistas y en internet, y la gente lee constantemente, aunque no se acerque a esa cultura que llamamos elevada", dice Alberdi.
Historia y filosofía, dos pilares en la educación básica, dos materias presentes en los libros que se venden en la feria, y dos asignaturas cada día menos valoradas. "La responsabilidad es nuestra", asegura Alberdi. "Tenemos que adaptar el viejo discurso a las nuevas tendencias, acercarnos a los intereses de la juventud".
Un punto en común con los estudiantes, que se niegan a dar una respuesta cuando se les pregunta si les gusta leer. "Según qué libros", replican. Pero ayer, lo más emocionante, fue perder clase. Merodear por los stands sin la vigilancia de los adultos. Preguntar por esos autores que hasta la llegada de la Azoka sólo son un nombre en la portada de un libro.