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“Yo no practico yoga, sino pilates”

“Yo no practico yoga, sino pilates”

BILBAO - “Lo percibo, lo percibo: es un gran centro de espiritualidad”, repite Tenzin Gyatso mientras camina por la zona VIP de San Mamés con los ojillos entrecerrados. Inhala profundamente, “Sí, sí, lo siento dentro”, susurra. “Ooohooo, cuánto me gustaría pisar ese césped”, expresa. Le acompañamos al terreno de juego, nos descalzamos y charlamos con el 14 Dalai Lama en el círculo central del estadio del Athletic. Tres jardineros rastrillan a lo lejos. “Llevamos años tratando de reparar los surcos que dejó Fernando Amorebieta; es complicado”, revelan.

-Estoy en Bilbao porque me encuentro en plena gira mundial con el objeto de realizar un mapa universal de centros de espiritualidad del planeta. Leí en alguna parte que aquí tenían ustedes una catedral muy especial. Y me dije: vamos allá.. Era verdad, la energía de este lugar se siente desde lejos ¡Eh! Cuidado con ese escarabajo pelotero, no vaya a pisarlo.

¿Qué tal todo por el Tíbet?

-No nos terminamos de arreglar con los chinos. Son gente muy terca ¿sabe? Y muy trabajadora. Si fueran vagos, tendría un pase. Pero si tienes enfrente tercos muy trabajadores, mal asunto. Eso decía mi abuelita Shingdartherma Pastraravutti, que significa “Anciana Bondadosa que Manda Tuppers con Croquetas”. Por lo demás, un frío del carajo y mucho montañero occidental barbudo. Es como Isaba, pero a lo bestia.

¿Tiene algún plan de resistencia frente al gigante chino?

-Sí. Contamos con un par de proyectos dirigidos a mermar el equilibrio financiero chino. El primero es una subvención que les hemos pedido para poner ventanas aislantes con doble acristalamiento en el palacio de Potala, que entran unas corrientes que no hay quien pare. ¿Sabe usted cuánto vale cada ventana de esas y cuántas ventanas hay en el Potala?

Me hago cargo. ¿Y el otro plan?

-El segundo torpedo a la línea de flotación de las arcas chinas es que me jubilaré el año que viene. Lo haré con ochenta y tres años y después de haber cotizado al máximo desde 1940, que yo empecé en este oficio a los 4 años. Y, como buen Lama que se precie, tengo previsto vivir hasta los 110 años. Se van a enterar. Los hundo. No les va a quedar un puñetero yuan en la Seguridad Social.

¿Cuál es su secreto de la felicidad?

-El más importante: no ser autónomo. Mire, yo soy funcionario. Y lo cierto es que rezo todas las mañanas por la felicidad de los autónomos, que viven en un mar de angustias, declaraciones del IVA, formularios, libros de facturación y otros instrumentos del mal. Así resulta muy difícil abrir los chacras y alcanzar la plenitud del yo fundido en el fluir del universo. Por mucho que medites, no hay nada que hacer.

El yoga, ¿ayuda?

-Claro. El yoga proporciona técnicas de meditación fundamentales. Yo lo practiqué mucho de joven. Pero ya no soy un chaval de 70 años. A mi edad me cuesta levantarme a las cuatro de la mañana y tirarme tres horas inmóvil en la posición del loto recitando mantras. Ya no me pego esos madrugones. Me pongo el despertador a las seis y hago un poco de pilates con esas pelotas gordas y, luego, bici estática. Usaría la bici normal, pero en el Tíbet, como en Bilbao, hay muchas cuestas. Ojo con esa oruga, que la pisa usted y manda un alma inocente a reencarnarse en cualquier cosa: tertuliano de Intereconomía, por ejemplo.

¿Ve a Donald Trump como una amenaza para la paz mundial?

-Desengáñese, la paz mundial nunca ha existido. El ser humano siempre se ha llevado a caponazos con el vecino. Por eso Buda, que en gloria esté, tuvo que inventar lo de la meditación y todo el tema ese. Quien consiga alcanzar la paz consigo mismo habrá contribuido bastante a la paz mundial. Por otro lado, Trump no es ni más mi menos cretino que otros presidentes estadounidenses ¿Se imagina usted a Ronald Reagan con un perfil en Twitter y el móvil en la mano? Ya, pues eso.

El Dalai Lama sonríe. Se revuelca por el césped de San Mamés. Recita mantras con la música del himno del Athletic. Se detiene ante el busto de Pitxitxi y pregunta si era un monje.