HOY se cumple una década de la muerte a los 80 años de Marlon Brando, considerado el mejor actor de la historia, pero también protagonista de una turbulenta y trágica vida personal.
El eterno rebelde de talento prodigioso que transformó la actuación para siempre falleció en el centro médico de UCLA, en Los Ángeles, a causa de una fibrosis pulmonar. Solitario y celoso de su intimidad hasta extremos insospechados, a su funeral asistieron íntimos amigos como Jack Nicholson, Warren Beatty o Sean Penn, y sus cenizas fueron esparcidas entre las idílicas aguas de Tahití -donde poseía el atolón de Tetiaroa, del que se enamoró rodando Rebelión a bordo (1962)- y las dunas de Death Valley en California. La última vez que Brando abandonó la tranquilidad de su hogar fue para visitar el rancho de Neverland, donde disfrutaba de la amistad de Michael Jackson. Para entonces su oronda figura -había engordado 40 kilos- requería un tanque de oxígeno y obligaba a su débil corazón a pender de un hilo. Sus últimas actuaciones apenas dejaban entrever a aquel doble ganador del Oscar (La ley del silencio, 1954, y El padrino, 1972) que hizo del método su forma de vida.
Su legado es tal que no hay un solo intérprete que no tome a Brando como referente. El cine, con él, abrazó el riesgo. La inmersión en la psicología del personaje hasta el sufrimiento, abandonando técnicas más tradicionales y convirtiéndose en paradigma del método Stanislavski, donde se inculcaba la exploración de los sentimientos propios para ofrecer una interpretación lo más real posible. Tanto que Brando no actuaba, sino que era. Pocos iconos del cine unieron de esa forma talento, belleza y físico privilegiado. Eso sí, un talento forjado en el dolor de una infancia dura que resistió al desapego y abusos de sus padres alcohólicos. El método le permitió canalizar esas desgracias y no tener miedo a mostrar la ira, la sensibilidad o la naturalidad que le convertieron en un rostro tan carismático como temido por sus compañeros. Uno de ellos, Frank Sinatra, le bautizó como mumbles (murmullos) por su manera de entonar los diálogos.
Pero Brando nunca quiso la fama. Aborrecía la popularidad y todo lo relacionado con los medios de comunicación, una situación que se hizo inaguantable cuando tuvo que lidiar con un escándalo como el ingreso en prisión de su hijo Christian por asesinar al novio de su hermanastra Cheyenne, o el suicidio de esta años después. El juicio de su hijo le dejó en una situación económica muy precaria, ya que también debía hacerse cargo de la manutención de los tres hijos que tuvo con su asistenta. Brando tuvo seis hijos más de mujeres no identificadas, y otros siete reconocidos.
Quien lo desee puede hospedarse en The Brando Hotel, unas villas dotadas con energía solar que sus familiares han construido en Tetiaroa y que están disponibles desde hoy a 1.761 euros por noche. “Mi mente se alivia cuando me imagino allí de noche”, solía decir el actor.