Cuentan que el entonces general Napoleón Bonaparte, antes de la batalla llamada de las Pirámides, cerró su arenga a sus tropas pronunciando la famosa frase de "¡Soldados! ¡Pensad que desde lo alto de estos monumentos, cuarenta siglos os contemplan!". Si Bonaparte hubiese conocido la dieta de los trabajadores que edificaron las pirámides de Gizeh, hubiera podido remontarse mucho más atrás en el tiempo.
Pan, cebollas, cerveza y... lentejas, según explicó el historiador griego Herodoto, eran la base de la dieta de estos obreros. Lentejas. Los egipcios las conocían bien, lo mismo que los israelitas de más o menos aquella época (a mediados del siglo XXVI antes de Cristo, lo que indica que Napoleón se quedó algo corto en su cálculo, ya que esa batalla se libró a finales del siglo XVIII de nuestra era).
Y es que las lentejas pueden ser, según muchos indicios, la legumbre cultivada antes por el hombre: se cree que ese cultivo puede datar... de 7.000 años antes de Cristo. O sea: que si el luego emperador de los franceses hubiese hecho su arenga a la hora del rancho, y éste incluyese lentejas, podría haberles dicho a sus soldados que les contemplaban... casi noventa siglos, para redondear.
Lenteja viene del latín lens, lentis, que vale por lente... aunque no falta quien opine que es lente lo que deriva de lenteja; cuestión de antigüedad, porque el hombre lleva mucho más tiempo comiendo lentejas que usando gafas.
Se consumen desde tiempos remotísimos; eso sí, nunca se las consideró una comida digna de las clases dirigentes o adineradas.
Los operarios de la Gran Pirámide, bueno; pero el faraón o los sacerdotes egipcios seguro que no comían muchas lentejas.
Siglos después, este carácter de comida popular se mantenía: Aristófanes, en una de sus obras, al referirse a un ciudadano recién enriquecido, un nuevo rico o parvenu de la época, dice: "ahora ya no le gustan las lentejas".
Incluso hay lentejas en la modesta dieta de don Alonso Quijano, según nos cuenta Cervantes en las primeras líneas del Quijote: "lentejas los viernes...". Viernes, día de abstinencia, así que nada de lentejas con chorizo o con tocino: viudas, que están muy ricas.
Pero la mala fama de las lentejas viene de lejos. De tiempos de los patriarcas bíblicos, concretamente de Isaac.
El Génesis nos cuenta que Esaú vendió a su hermano Jacob su primogenitura por un plato de lentejas; están claras varias cosas, como que Esaú estaba hambriento, que era un primo y que Jacob era un pájaro de cuenta. También que las lentejas no eran manjar de grandes mesas.
Porque cuando Esaú va a recibir la bendición de su padre, Isaac, éste le pide que le presente un plato suculento, y Esaú se va de caza. Pero el otro elemento, conchabado con su madre, suplanta a su hermano y le da a su padre un guiso de cabrito, obteniendo una bendición que el pobre Esaú, cuando llegó con su guisado de caza, no pudo recibir. Así que no es extraño que las lentejas no tengan muy buena fama... como ocurría en tiempos medievales con todas las legumbres secas, que el pueblo asociaba a épocas de hambre.
El propio Covarrubias, en 1611, nos deja dicho que las lentejas simbolizan "la virtud de la templanza, por cuanto los pobres se contentaban antiguamente con el puchero de las lentejas". Así que Covarrubias estima que las lentejas son un eficaz antídoto contra la gula, porque ya se sabe que la Iglesia receta "contra gula, templanza".
Pues miren ustedes, yo creo que hay platos de lentejas capaces de excitar el apetito hasta caer en la gula, que es algo que nadie sabe bien cómo definir... salvo que hagamos caso a aquel mitrado que, consultado sobre cuándo se peca de gula, contestó: "cuando se pierde el sentido, hijo mío".
Unas buenas lentejas con chorizo, a la española; un plato de lentejas con zampone, en plan fin de año romano; una royale de foie-gras con lentejas; un muslo de pato con escolta de lentejas no caldosas... No me dirán que no son cosas que apetecen.
Encima ahora hay lentejas de todos los colores, y ya no pasa como antes, que había que escogerlas bien para evitar que fuesen acompañadas de piedrecitas o de elementos indeseables; la imagen de la abuela escogiendo las lentejas sobre el mantel de hule está aún en el recuerdo de muchos ciudadanos ya veteranos.
Hoy podemos hacer con las lentejas cosas mucho más ricas que las que comían los egipcios, los griegos, don Quijote y, seguro, Esaú, personaje que, después de un buen plato de lentejas, acaba cayendo mucho más simpático que el aprovechado de su hermanito, que le estafó dos veces. Diga lo que quiera Covarrubias, a Esaú las lentejas le salieron... carísimas