Adiós al maestro de un legado vigente
Miguel Delibes, que se autodefinió como "un cazador que escribe", situaba al aficionado vasco en pos de las perdices como un ejemplo modélico a seguir
DON Miguel Delibes se convirtió con su forma de entender la caza y la naturaleza en el ejemplo a seguir por muchos miles de cazadores, pero entre los vascos caló tan hondo su mensaje que llegó a ser y es el estandarte moral e intelectual desde sus inicios de la Asociación para la Defensa del Cazador y Pescador, Adecap, ente liderado por Juan Antonio Sarasketa que agrupa a más de cuarenta mil personas en Euskadi. Mucho se ha hablado estos días de su forma de escribir, su vida y obras, la viudedad que tan pronto le sorprendió, su prolífico trabajo y finalmente del cáncer que le apartó de sus vocaciones, para quien llegó a definirse como "un cazador que escribe".
Cuando Adecap daba sus primeros pasos, a comienzos de los noventa, su revista entrevistó a Miguel Delibes. Menudo "papelón" para el entonces joven redactor de la sección de local de Deia, el arriba firmante, "enfrentarse" con un bolígrafo a un ex director de periódico, que ya había merecido por sus obras el Premio Nadal, el Nacional de Narrativa, el Príncipe de Asturias de las Letras y el Nacional de las Letras Españolas. Aún le llegarían más y mayores galardones, pero además de periodista y escritor, Delibes era ante todo un cazador apasionado por la naturaleza y con una concepción propia, modélica y ejemplar sobre la actividad cinegética.
Poco amigo de las entrevistas por aquel entonces, sus palabras resultan aún hoy reveladoras; "el cazador vasco es al que pongo como modelo" aseguraba, "no me vale la caza en que se engaña al animal o se explota alguno de sus instintos naturales… admiro al cazador que va por derecho a la pieza sin más compañía que la del perro. Y en esto, el cazador vasco, que ha cazado desde siempre en Castilla, le he visto como al prototipo del cazador que a mí me gusta" aseguraba, anteponiendo el modo de cazar sobre la percha conseguida "lo esencial no es el morral, no es la sangre, sino los elementos que rodean a todo esto; gozar de la Naturaleza, disfrutar de la compañía, de los amigos, del concurso del perro…" y siempre sin despistar su inquietud por el entorno y el campo, denunciando la degradación del medio natural, algo en lo que ahondaría en su último libro de caza "El último coto" desde una visión más que premonitoria también para el mundo del conservacionismo.
convencer Tampoco le agradaba establecer modelos genéricos y hacer tabla rasa de los cazadores o de los ecologistas, y menos con aspiraciones políticas. "Nuestro deber, el de todos los cazadores y hombres sensibles ante la Naturaleza, es insuflar a todos los partidos este sentimiento de la Naturaleza… hay que convencer a los partidos políticos de que el principal deber del hombre de hoy -decía en 1992- es defender la Naturaleza, que está en un peligro inminente". Esto lo afirmaba alguien que "si yo no hubiera sido cazador o pescador, seguramente no hubiera podido escribir los libros que he escrito".
Y es que detrás del excelente escritor, siempre latía el cazador cuyas cuartillas de campo metódicamente escritas, iban rellenando otras obras mayores para el mundo cinegético; La caza de la perdiz roja (1963), El libro de la caza menor (1964), Con la escopeta al hombro (1970), La caza en España (1972), Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo (1977), Las perdices del domingo (1981), El último coto (1992) y El fin de la perdiz roja silvestre (1996) que acaba con una demoledora crítica contra una caza de "matar a los pájaros como sea, cuanto más pronto mejor. Y así nos crece el pelo" escribía el 20 de diciembre de 1995 tras un cierre adelantado de temporada por la ausencia de perdices. El maestro se marchó quizá ya desde 1998 cuando la enfermedad le impidió cazar y escribir. Pero sus obras y su pensamiento nos quedan para siempre. Ah, aquel joven periodista recibió, después de publicada la revista, una nota manuscrita del propio Miguel Delibes en agradecimiento por la entrevista. Todo un honor. Goian bego.
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