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Histórico olvidado

Jenaro de Urrutia, un hombre con el ojo puesto en la vida cotidiana

Pintor de Plentzia, estuvo encuadrado dentro de la línea ‘italianizante’ de Aurelio Arteta, y admiró a Cezzane y Renoir

Jenaro de Urrutia, un hombre con el ojo puesto en la vida cotidiana

No hace falta vivir una vida trufada de aventuras, desgracias o maravillas, para que la figura de una persona aparezca en el álbum de los recuerdos como si fuese alguien digno de no olvidar. Es el caso de Jenaro de Urrutia, un pintor muralista, paisajista y costumbrista que bebió en las fuentes de la creación europea, sí, pero mantuvo siempre el ojo abierto a la vida cotidiana que le rodeaba. Jenaro fue un artista de Plentzia de renombre en su tiempo cuya lámina quizás se haya difuminado con el paso de los años pero cuya obra da testimonio, aún hoy, de sus destrezas.

Nació en Plentzia, allá en la casa llamada Teresaena de la calle Barrenkale, número 31, principal, el día 19 de septiembre de 1893. Y casi se olvidan de él de saque y volea, habida cuenta que en su acta de bautismo, figura con el nombre de Gerardo. Apasionado por la pintura, con 17 años se trasladó a Bilbao para trabajar en la empresa Vidrieras del Arte, a la vez que comenzaba sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Bilbao. Allá por los felices y míticos años 20 del siglo pasado, comenzó a destacar Urrutia y paso a formar parte de un selecto grupo de pintores vizcainos.

El pintor de Plentzia fue uno de los fundadores de la Asociación de Artistas Vascos, que presidió entre 1926 y 1929

Acabados sus estudios en la Escuela de Bellas Artes, entre los días 2 y 23 de abril de 1918, llevó a cabo su primera exposición, en los locales de la Asociación de Artistas Vascos, Jenaro Urrutia, entró a formar parte de la élite vasca de pintores, obteniendo críticas inmejorables. Durante cuatro años se formó en París y Roma como pensionado de la Diputación de Bizkaia. En 1919, durante su estancia en París, conoció las nuevas tendencias de vanguardia y, a partir de este momento, la figura de Paul Cézanne (1839-1906) se convertiría en su principal referente. A su llegada a Roma, en 1923, estudió el Trecento y el Quattrocento, sintiéndose especialmente atraído por la pintura al fresco de los grandes maestros. Sus escenas costumbristas, paisajes y naturalezas muertas, le hicieron merecedor del reconocimiento de los noucentistas catalanes.

La trayectoria artística de Jenaro Urrutia estuvo siempre ligada a la Asociación de Artistas Vascos. En ella expuso regularmente desde 1918 y participó en la práctica totalidad de sus actividades, llegando incluso a ser su presidente entre 1926 y 1929. En abril de 1925, presentó su obra en el Salón Nancy de Madrid y, en junio de ese mismo año, formó parte de la Primera Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos junto a otros importantes artistas del momento.

Durante la Guerra Civil colaboró en la decoración de la Casa del Huérfano del Miliciano, proyecto ideado por Isidoro Guinea

Durante la Guerra Civil, a pesar del obligado paréntesis en su producción, colaboró en la decoración de la Casa del Huérfano del Miliciano, proyecto ideado por Isidoro Guinea (1893-1947), a finales de 1936, al que se sumaron gran parte de los artistas que todavía permanecían en Bilbao. Finalizada la contienda, de nuevo desarrolló una intensa actividad pictórica y expositiva, dedicándose fundamentalmente durante esta etapa a la pintura mural. Con todo en la posguerra no fue molestado por las autoridades franquistas, pero sí marginado, hasta el punto de destruirse obras que aún estaban en su posesión, a fin de que no se incautaran de ellas las autoridades franquistas, de modo que se perdió así parte de su obra, según cuenta un boletín de la publicación Larraganena.

Participó en la Exposición de Artistas Ibéricos en 1925. Compartió catálogo con Arteta, Dalí, Benjamín Palencia o Uzelai, entre otros. Otras exposiciones de importancia en las que participó fueron las tres ediciones de la Exposición de Artistas Vascongados en el Museo de Arte Moderno de Bilbao, hoy edificio de la Biblioteca Foral. Poseen obra suya entre otros, los museos de Bellas Artes de Bilbao y de Vitoria. Ven lo que les decía, no es para olvidarle.