Su nombre era color esperanza cuando desapareció, 99 años después de haber nacido. Les hablo de la desaparecida Librería Verdes, ubicada en la calle Correo desde 1906 hasta que cerró sus puertas en 2005. Esperanza por la apuesta por la creatividad, por la creación o por la cultura. En su maravilloso libro, El infinito en un junco, la escritora Irene Vallejo recordó que “las librerías son esos territorios mágicos donde, en un acto de inspiración, escuchamos los ecos suaves y chisporroteantes de la memoria desconocida”. Entremos hoy en una de las más célebres de Bilbao, un espacio donde el euskera y la cultura encontraron su hábitat general durante un sinfín de años.

Fue el impresor y librero bilbaino Emeterio Verdes quien abrió la Librería Verdes en 1906 en el número 9 de la calle Correo y dedicó parte importante de su vocacional actividad al libro vasco. Miembro nuclear del Partido Nacionalista Vasco, en su imprenta se publicaron los folletos, carteles, etc., así como gramáticas y textos literarios en lengua vasca. Fue una empresa fuerte de artes gráficas (sucesora de Juan Eustaquio Delmas, aquella que ardió y que en su intento de rescate se cobró la vida del célebre bombero Etxaniz...) que cuando inició su actividad en la calle del Correo de Bilbao en 1906, contaba con 36 operarios. Era un tiempo indómito.

En el primer tercio del siglo XX destaca en el País Vasco como editor de textos en lengua vasca la imprenta Verdes Achirica, junto a la casa Editorial Vasca, empresa que entre sus publicaciones contaba con la revista Euskal-Erria (1880 y 1918), fundada por José Manterola, además de las obras de respetables investigadores ligados a Euskaltzaindia, como Resurrección María de Azkue, Intza, Altube, y otros muchos. Por su parte, Verdes Achirica fue también una empresa de artes gráficas (sucesora de J. E., Delmas) y en 1920 adquirió la librería de M. Emperaile en la calle la Cruz de Bilbao, llegando a tener 45 operarios en 1932.

Emeterio Verdes Achirica (Bilbao, 1862-1937) dependiente de la librería de Delmas, tomó el relevo en el negocio y continuaron su labor, sus hijos José (1905-1980) y María Teresa (1907-1959). Puede leerse en la rotulación de la tienda, donde se anunciaba, entre otras cuestiones, artículos de papelería y objetos de dibujo. Además de librero e impresor, Verdes fue un conocido miembro del Partido Nacionalista Vasco, por lo que en su imprenta se publicaron los folletos, carteles, etc., del partido, así como gramáticas y textos literarios en lengua vasca. Cabe destacar la labor de Verdes Achirica en la publicación de obras sobre política vasca, tales como La Nación Vasca (1931) de Engracio Aranzadi y la reimpresión de Bizkaya por su independencia (1932) de Sabino Arana.

En dicha imprenta vieron la luz algunas de las obras literarias más importantes del Renacimiento Vasco, especialmente entre 1927 y 1937. Verdes publicó, por ejemplo, los poemarios Bide-barrijak (1931) y Arrats beran (1935) de Estepan Urkiaga Lauaxeta y el Biotz-begietan (1932) de José María Aguirre Xabier Lizardi, consideradas obras cimeras de la historiografía vasca y cuya esmerada edición bilingüe es fiel reflejo de la ambición del movimiento Pizkundea por desarrollar una literatura moderna culta.

Cuentan las crónicas que tras la Guerra Civil, la editorial fue clausurada. Teresa Verdes, cuyo hermano José Verdes estuvo preso en las cárceles de Larrinaga y Burgos, fue una pieza fundamental de la red Álava en las labores de información sobre la situación procesal de los y las detenidas y logró los contactos necesarios para acceder a documentos de la Auditoría y la Capitanía General de Burgos. Gracias a su acción se consiguieron revocar numerosas penas de muerte. Detenida en 1940, cumplió condena por espionaje hasta 1945 en la prisión de mujeres de Las Ventas (Madrid).

Verdes fue, durante casi un siglo, un punto cardinal de la cultura en el Casco Viejo. El encuentro de bruces con la fotografía que ilustra este artículo despertó la curiosidad y la memoria del cronista, que más de una vez y más de dos, entró en ese espacio que ya no guardaba esa estampa tan lustrosa. No por nada, en 1973 y a través de una propuesta del Grupo Iker (grupo que elaboraban entre otras cosas los primeros libros para las ikastolas...), se hizo cargo de la librería Asun Zuluaga quien junto a Javier Escudero –siendo ambos trabajadores de la misma...–, continuó con la librería y pasó a llamarse Verdes Iker hasta la fecha de su cierre en 2005. El objetivo de la librería era ser un escaparate de libros en euskera.

Fueron, eso sí, años complicados para la difusión de la cultura vasca. La librería tuvo que superar incluso un atentado del Batallón Vasco Español en julio de 1977. Un domingo a las siete de la mañana una explosión reventó las lunas del escaparate y provocó importantes daños en el interior. Lograron rehacerse. No en vano, esta librería, que estaba situada en la misma calle que el primer diario íntegramente en euskera EGUNA, supo superar todos los obstáculos del momento y llegó a convertirse en referente de la cultura vasca y el euskera, a donde acudían importantes artistas y escritores, tanto a buscar y comprar libros y discos como a presentar sus obras en sus instalaciones. En 2018 el Ayuntamiento de Bilbao rindió un homenaje a esta historia, rodeado por gentes de la cultura que quisieron sumarse a la memoria y al recuerdo de aquel prodigio.