Eran principios del siglo XXI, un tiempo embarcado en la revolución industrial y en la llegada de un nuevo mundo en los campos de la economía y de las artes, un salto hacia la modernidad y hacia un futuro que marcó los nuevos tiempos. Bilbao era, por aquel entonces, una tierra fértil en los progresos. Fundada en 1902, Altos Hornos de Vizcaya (AHV) nació de la fusión de varias empresas siderometalúrgicas de Bizkaia. Su gran éxito se debió a una combinación de factores: la abundancia y calidad del hierro vizcaino, la adopción de tecnología británica y estadounidense, la adquisición de otras pequeñas empresas para monopolizar el sector, la ausencia de estragos durante la Guerra Civil española, la Primera Guerra Mundial, que impulsó sus exportaciones; así como la política industrial proteccionista y autárquica del franquismo. En poco tiempo, se convirtió en una empresa todopoderosa que se colocó entre las más grandes de la época.

Llegado hasta 1929 AHV era una fábrica fabulosa cuyo nombre se espolvoreaba por medio mundo. Su presencia llegó hasta la Exposición Internacional de Barcelona de aquel mismo 1929, una ocasión fantástica para ingenieros y arquitectos de demostrar los progresos luminotécnicos y su aplicación arquitectónica. Se nombró al ingeniero Martín Arrúe como director de la Exposición de la Luz, muestra de suma importancia que constituye la presentación en sociedad de la recién fundada Asociación Española de Luminotecnia.

Deslumbra entonces AHV. Hasta esa exposición llegó una nueva tendencia que, en términos arquitectónicos, trae consigo la arquitectura luminosa. Se presenta en Barcelona en forma de pequeños pabellones, como el construido para Altos Hornos de Vizcaya por Tomás Bilbao Hospitalet. Fue un efímero pabellón de la luz que causó asombro. Luz entre el hierro, una obra de vanguardia que llamó la atención.

¿Por qué? La obra de Tomás introduce rótulos luminosos y una iluminación nocturna, enfatizando su expresividad de noche con una estética Art Decó, empleando vidrios opalescentes que convierten al edificio en una linterna. Era una visión desbordante que llamó la atención en su presentación, muy cerca ya de su centenario.

La vida de Tomás fue arrebatadora y arrebatada, si es que se puede decir así. Fue arquitecto y político. Y uno de los principales protagonistas del desarrollo arquitectónico de Bilbao antes de la Guerra Civil. Se graduó en Madrid en 1919 y realizó varios proyectos en diferentes municipios de Burgos, Bizkaia y Gipuzkoa, y sobre todo en Bilbao, donde fijó su residencia y donde su padre, Patricio Bilbao, era contratista de obras.

La actividad de Tomás Bilbao se centró en la construcción de viviendas: casas de vecindad, viviendas unifamiliares y cooperativas de casas baratas, a la vez que realizó otros proyectos. En todos los casos realizó obras de calidad, de formas severas, de gran plasticidad, y con una destacada presencia urbana. En su obra como arquitecto podemos diferenciar tres períodos: el primero hasta 1928, de inicio y consolidación, el segundo hasta 1937 caracterizado por la renovación, y el último relacionado con el exilio.

Digamos que a partir de 1928, su arquitectura se caracterizó por una aproximación hacia la modernidad. Prueba de ello fue el Café Boulevard y el inmueble de viviendas y oficinas del paseo del Arenal 5 que también erigió. El café fue uno de los primeros ensayos de renovación arquitectónica de la capital vizcaina a partir del Art Decó. En 1929, como les dije, erigió el novedoso y efímero pabellón de cristal de Altos Hornos de Vizcaya para la Exposición Internacional de Barcelona del mismo año.

Era un hombre imparable. No en vano, en 1930 fue miembro fundador de Acción Nacionalista Vasca (ANV). En 1931 fue elegido teniente de alcalde dentro del gobierno municipal de coalición presidido por Ernesto Ercoreca. A partir de entonces, el arquitecto empezó a hacer arquitectura desde la política. Su intención fue iniciar proyectos escolares y de viviendas novedosas, acordes con el racionalismo. Realizó algunas de las primeras casas de vecindad racionalistas de Bilbao (Ripa 6, con oficinas, y Diputación 12 esquina con Rodríguez Arias 2) y en 1934 el arquitecto tuvo que abandonar la política porque el consistorio municipal fue destituido por el Gobernador Civil. En aquellos años el arquitecto se centró en la construcción de viviendas para la burguesía en la capital vizcaina.

La historia de Tomás Bilbao Hospitalet pesa, vaya que si pesa. Al tiempo que la historia de Altos Hornos de Vizcaya iba hacia arriba, la de Tomás fue complicándose. Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936, Tomás Bilbao regresó a la política como teniente de alcalde. Bajo su dirección se iniciaron las obras del Túnel de Artxanda, que se utilizó como refugio antiaéreo. También colaboró con la dirección general de Bellas Artes. En 1937 el arquitecto y su familia se exiliaron a Francia, donde fue cónsul del Gobierno de la República en Perpignan. En 1938 fue nombrado ministro sin cartera del gobierno de Negrín en Barcelona, en sustitución de Manuel de Irujo. Se instaló en París y en 1941, durante la ocupación alemana de Francia, fue apresado por la Gestapo y encarcelado. Salió de la cárcel, y en 1942 embarcó con su familia hacia México DF, donde fijó su residencia. Allí murió en 1954, a los 63 años de edad.