SI esta historia estuviese escrita con un puñado de nombres propios espolvoreados de acá para allá sería peligroso firmarla. Muy peligroso. No en vano lo habrán escuchado ustedes más de una vez. Es el relato de uno de los barrios más controvertidos de Bilbao, Las Cortes (hoy día englobado en Bilbao la Vieja). Sus orígenes, las luchas obreras habidas en torno a la minería (cuenta la leyenda que el sobrenombre con el que se conoció ese espacio, La palanca, proviene del hecho de que los mineros bajaban de las minas de Miribilla y dejaban sus herramientas, las palancas, apoyadas en el exterior de las puertas...) y otros sectores, y el negocio del sexo, en un enclave cuyas luces de neón iluminaban más que el alumbrado público y donde iban a satisfacerse hombres de cualquier escalafón social y de un arco de edades muy amplio. Esa fue la estampa que ha quedado pero allí se han vivido muchas aventuras, muchas historias de bolsillo que habrán de callarse por precaución.

El origen está, asómbrense, muy lejano en el tiempo. Y con unos protagonistas que no se lo imaginarían jamás. Escuchemos la historia. Cuentan las crónicas que el barrio de las Cortes fue una creación personal de... ¡los Reyes Católicos!, que reunieron en un coto a aquellas mujeres que, a principios del siglo XVI, daban lo que se consideraba “mal ejemplo”. En una Provisión Real “de julio de mil quinientos e dos años” se lee:

“Fernando é Doña Isabel &c. A vos el que es ó fuese Corregidor o Juez de residencia del noble é leal Condado é Señorío de Vizcaya, é á vuestro Alcalde en el dicho oficio en la Villa de Bilbao, é a cada uno de vos á quien esta Carta fuere mostrada salud é gracia: Separados que Juan Arbolantxa, vecino de la Villa de Bilbao, nos fiso relación por su petición, diciendo: que uno del pueblo, é en la mejor forma é manera que podía, nos notificaba é fasía saber que en la dicha Villa de Bilbao hay gran copia de gente, extranjeros, que acuden á ella con mercancías; a cuya cabsa dis que hay muchas mugeres públicas de partido, que dis que están en casa de entre vecinos é moradores de la dicha Villa, de buena fama é honesto vivir: á cabsa de lo cual dis que ha habido algunos escándalos é inconvenientes: é nos suplicó é pidió por merced cerca dello mandásemos proveer, mandando que las dichas mugeres estobieran apartadas, é que el Consejo de la dicha Villa fisiese para ellas casa en que estobiesen apartadas de entre los vecinos de la Villa &c. E nos tobimoslo por bien: porque vos mandamos que luego veades lo susodicho, é llamadas é oidas las partes á quien atañe, proveais como vierades que cumple al bien de la Villa, é vecinos moradores della: é non fagadasande al, sopena de la Merced é diez mil maravedíes para nuestra Cámara &c. Dada en la muy noble ciudad de Toledo á veinte días del mes.” Ahí lo tienen. Los mismísimos reyes Católicos.

Detengámonos por un momento en el porqué del nombre de la calle Las Cortes. La calle Cortes se trazó en paralelo a la calle San Francisco. Se proyectó en 1871, aunque su urbanización fue más bien lenta. Se le dio su nombre en honor a las Cortes constituyentes de 1869, las primeras elegidas por sufragio universal masculino, tras el destronamiento de Isabel II.

Eran los primeros años 30 del pasado siglo, tiempos de la República, cuando los cabarets florecieron en aquella zona de un Bilbao, un punto más abierto a la alegría, la diversión y el mundo frívolo. Fue algo insólito en una ciudad que siempre ha gastado rostro serio. El régimen gobernante empujaba hacia la vida libre y suelta y en aquel Bilbao floreciente todo parecía un arrebato.

La denominación popular de los barrios altos de Bilbao surge, al parecer, tras la guerra de 1936, unida a dos elementos que estuvieron presentes a la hora de marcar su fuerte identidad y carácter. Se asocia a la herramienta de los barrenadores mineros de las cercanas explotaciones de Miribilla y al uso de palanganas para el lavado íntimo en el elevado número de burdeles que se asentaron atraídos por la presencia de mineros y estibadores de los muelles próximos.

Para quienes conocieron el botxo antes de la década de los 80 del siglo pasado, La Palanca fue un espacio de libertad para unos; para otros una zona de diversión; para muchos, el Barrio Chino de Bilbao, nombre que nunca ha gustado en el barrio. En la Palanca terminaban las despedidas de soltero,los cumpleaños y cualquier celebración, se oía cantar en cualquier bar y a la noche le faltaban a uno horas para despedirse, un lugar seguro, alegre y desenfadado. Las prostitutas cuidaban a sus clientes de algún pequeño hurto, afeando la conducta del caco o carterista. No les interesaban complicaciones con la policía. A la altura de los años 80 del pasado siglo fue llegando la droga con su mundo negro y el barrio fue degradándose.

Hay que recordar que al menos desde el año 1953 todos los Lunes Santos la cofradía de nuestro Padre Jesús Nazareno, discurre por todo el barrio. Al paso de la imagen se cantan saetas va en silencio haciendo el recorrido hasta llegar a la Quinta Parroquia que es donde pernocta todo el año. Es una tradición en la que las putas tendían sus sábanas inmaculadas para demostrar que ese día no había trabajo en su honor. Bataclán, el Gato Negro y otro buen puñado de locales tuvieron su época dorada. Hoy Las Cortes recuerda a la vida en sus dos extremos, a la espera de un nuevo despertar.