Esta es la historia de un rincón bañado en el río de la Historia, el relato de cuatro apellidos ilustres bañados en el agua de los caños, allá en el corazón del parque de Doña Casilda de Bilbao. Hablamos de una fuente singular donde si uno quiere refrescarse a tragos a de volcarse sobre uno de los cuatro murciélagos de bronce que sobrecogen a los más pequeños cuando, de puntillas, se asoman a beber de los grifos. Hay que encampanarse sobre las negras alas y... ¡uf! Antaño, cuando junto a la fuente en el quiosco se alquilaban bicicletas y triciclos con osamentas, casi, del siglo XIX, había más sed y más misterios. ¿De dónde llegaron esos seres alados, esos chupasangres?, se preguntaban las mentes más inquietas. ¿Éramos más ingenuos? ¡Quién sabe!

En los registros arquitectónicos de la villa se describe ese espacio como una fuente monumental de cuatro caras, cada una de ellas con su caño correspondiente y las columnas que las limitan. Es una obra realizada en 1914 por el arquitecto Ricardo Bastida (1878-1953). Fue erigida en honor de cuatro apellidos ilustres en la vida de Bilbao: Hurtado de Amézaga (linaje y estirpe de grandes militares en el siglo XVII y cortesanos y promotores de negocios posteriormente), Nicolás de Arriquibar (comerciante y economista), Francisco Antonio Javier de Gardoqui y Arriquíbar, más conocido como Cardenal Gardoqui, y Eduardo Marquina, escritor, poeta modernista y dramaturgo. O al menos eso se supone porque otro de los misterios de la villa es ese: si el bajorrelieve de Marquina corresponde al letrudo personaje o no. No le encuentran parecido con los retratos de la época. Los rostros se encuentran en la parte alta de las cuatro caras citadas.

Cincelada en piedras de más de un siglo la fuente se mantiene en pie y dando servicio. El proyecto inicial correspondió al arquitecto Ricardo Bastida en su plan de construcción de un soberbio parque para Bilbao que incluía también una gran cascada de agua que finalmente no se ejecutó. Contó para ello con varios gremios que empezaron con la tarea en 1911, sobre todo los ingenieros Gamboa y Domingo, que cuidaron de la base de hormigón armado, y los canteros Benito Zumalde y Domingo Castañares, encargados de llevar a cabo la estructura básica de la obra. Sobre ella, trabajaron luego los especialistas en fontanería y desagües a las órdenes del arquitecto-jefe de Construcciones Civiles, Ricardo Beraza. Fue, por tanto, una obra complicada en cuya ejecución se emplearon cuatro años.

Es bien sabido que en 1907, Ricardo Bastida fue nombrado arquitecto-jefe de Construcciones Civiles del Ayuntamiento de Bilbao. Estuvo en el cargo veinte años, y durante este tiempo fue el principal artífice del cambio que se operó en la villa, a la que vistió con las mejores galas arquitectónicas derivadas de su pasión por las corrientes modernistas de los secesionistas vieneses Otto Wagner y Josef Olbrich. Bastida fue el artífice de aupar a la ciudad en las alas del modernismo rampante.

La fuente del parque se inauguró en la mañana del 6 de julio de 1915. Los periódicos se limitaron a transcribir la que, al parecer, fue una nota informativa del Ayuntamiento. Todos coinciden en un contenido similar a este: “Se descubrió la fuente monumental del parque. Efectuó la ceremonia el alcalde señor Marco-Gardoqui acompañado por los arquitectos Bastida, Beraza y Goicoechea, los ingenieros Manjón y Suárez. El alcalde dio agua a la fuente felicitando a Bastida, autor del proyecto. Asistieron muchos curiosos”. Lo que vieron aquellos interesados fue algo más que una fuente: todo un monumento digno del condicionado que había dispuesto Bastida. La admiración que despertó entonces es semejante a la que provoca hoy. Tiene un edificio vertical sobre dos plataformas planas a modo de escalones de leve altura, formado por un núcleo central en torno al cual hay cuatro frentes perfectamente diferenciados por sendos pozos situados en direcciones opuestas, dos a dos. El agua mana de cada uno de los grifos que salen de la boca de unos murciélagos que parecen protegerlos con sus alas medio extendidas. Sobre cada uno de ellos se sitúan dos columnas que sujetan la corona de la estructura total. Las fuentes se alternan con sencillos asientos en cuya parte superior existen cuatro medallones en bronce con las efigies de otras tantas personas, bajo las cuales están sus nombres.

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Lo que les dije: tres de ellos son fácilmente identificables. Hurtado de Amézaga, apellido de una distinguida familia, cuyos vástagos florecieron en Bilbao durante los siglos XVII y XVIII, sobresaliendo principalmente Baldomero, síndico de la villa en 1661 y más tarde marqués de Riscal. Otro medallón está a nombre de Gardoqui. Y por el capelo que luce el retrato, corresponde al cardenal Francisco Antonio Javier Gardoqui de Arriquíbar, gran predicador que llegó a ser secretario del Papa Pío VII, del que consiguió que otorgara el título de basílica a la bilbaina iglesia de Santiago.

El medallón a nombre de Arriquíbar representa, sin duda, a Nicolás de Arriquíbar y Mendoza, un notable comerciante y gran economista del siglo XVIII. Formó parte de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País y fue presidente del consulado de Bilbao ¿Y Marquina? El personaje del cuarto medallón luce una larga melena hasta los hombros por donde le asoma la tirilla-cuello de lo que puede ser una casaca, aspecto totalmente distinto del que ofrecen las fotografías del literato. ¿Quién es, por tanto, este Marquina? ¡Qui lo sa!.