TRAS algunos escarceos previos (los aragoneses Manuel Galindo y la saga de los Gimeno hicieron sus pinitos...), la llegada oficial del cinematógrafo a Bilbao se produjo el 31 de mayo de 1897, casi dos años después de la primera proyección parisina del aparato inventado por los Lumière, poco antes de que el invento llegara a las vecinas Vitoria-Gasteiz (junio del mismo año) y Donostia (agosto) y un año después de que la veraniega Biarritz contara con el artefacto de los hermanos de Lyon y se convirtiera en la primera capital vasca en disfrutar del cinematógrafo.

Valgan estos apuntes a vuelapluma como entrante para este recorrido por las páginas de la historia del viejo solar de la calle de la Esperanza donde Bilbao siempre ha puesto sus ojos. El cinéfilo empedernido Alberto López Echevarrieta ha buceado entre legajos e informaciones del ayer (o del antes de ayer, si me apuran...) para recordar que es un terreno que en sus inicios fue el frontón de Bilbao, quedando de él en pie únicamente el frontis de piedra de Markina que ha sobrevivido a todas las variantes.

El 12 de octubre de 1790 el Ayuntamiento decidió construir el Nuevo Juego de Pelota en los arenales de la Villa –Alberto copia del folio 264 de la sesión correspondiente a esa fecha–, “a la parte de la Calle de la Estufa, demoliendo el frontón que en el día tiene el juego en la calle de San Francisco, comúnmente llamada de la Pelota, e inutilizándola para que en adelante no se juegue en ella”. Vean, por tanto, que el recuerdo se retrotrae al siglo XVIII. Para la gente del siglo XXI casi, casi la prehistoria.

Aquel frontón, por entonces situado a las afueras de Bilbao, tuvo una larga trayectoria hasta que dejó paso a uno de los cines más curiosos que ha tenido la Villa, el Metropolitan Cinemateur, inaugurado el 19 de octubre de 1910. Los periódicos de la época contaban que sus accesos simulaban una estación de ferrocarril y que el espectáculo se asemejaba a un viaje en tren con lo que la ciudadanía de Bilbao de la época podía disfrutar de un recorrido por Túnez, atravesar la India inglesa, conocer Estambul o darse un paseo por Barcelona con las proyecciones. Duró un año y a finales de enero de 1911 retornó de nuevo a su faceta primitiva como Frontón del Arenal, como se le llamó entonces.

Sigamos. En 1921, los pelotaris se declararon en huelga. La empresa pasó a denominarse Euzkel-Jai, si bien todos la conocían ya como Frontón de la Esperanza, por encontrarse en el número 4 de esta calle. El conflicto con las figuras de la cartelera motivó la creación de un cuadro de veinticinco raquetistas femeninas. Habida cuenta que las mujeres no se sentían a gusto siendo observadas y que el número de apuestas descendía cuando jugaban ellas, la idea cayó en saco roto.

En 1923, el local volvió a transformarse en sala de proyecciones cinematográficas por iniciativa de la Sociedad Cinematográfica del Norte, en este caso con el nombre de Cinema Bilbao, con un programa estable de proyecciones hasta su incautación durante la Guerra Civil, siendo acusado de rojo el cineasta, pasando a denominarse el Cinema del Soldado, con la consiguiente orientación de programación y público que ya imaginarán.

El Cinema Bilbao quedó anegado el 9 de junio de 1966 tras la monumental tormenta que derribó una pared maestra que estaba apoyada en el muro del túnel del ferrocarril de Plentzia. Ante la inviabilidad de una reconstrucción como cine, en 1984 el Ayuntamiento de Bilbao compró aquellos 509 metros cuadrados de superficie en 23.500.000 pesetas para la construcción de un nuevo frontón que fue inaugurado el 21 de diciembre, Santo Tomás, de 1986 por el alcalde José Luis Robles.

Pasaron los años y el antiguo frontón de la Esperanza fue demolido en 2015 con el objeto de facilitar la construcción de la nueva estación de Zazpikaleak-Casco Viejo de la línea 3. El inmueble en el que se aloja en la actualidad constituye un único volumen que engloba dos construcciones: el propio frontón y un edificio con varias dependencias, así como un vestíbulo de acceso que permite la distribución a ambos espacios. Los trabajos desarrollados hasta el momento han sido ejecutados por ETS, mientras que a partir de ahora corresponde al Ayuntamiento de Bilbao acometer la distribución final de los espacios en función del destino que les vaya a dar. Así, la obra ha contado con un presupuesto de 4,8 millones de euros (sin IVA) financiados a partes iguales por el Gobierno vasco y el Consistorio.

La cancha de juego, que cuenta con unas medidas de 30 metros de longitud y 20 de anchura, se sitúa en la cubierta de un edificio de cinco plantas de uso equipamental que dará respuesta a las necesidades del barrio en materia cultural y de ocio familiar. El equipamiento pretende convertirse en un referente para los jóvenes y niños del Casco Viejo y todo el distrito de Ibaiondo. En la planta baja se ubicará un gaztegune, para jóvenes de entre 12 y 17 años, con zona de juegos y áreas de informática, lectura y descanso, y la segunda será el espacio para los niños de entre 5 y 10 años, también con zona de juegos y áreas de relax y talleres. En la primera planta estará la primera biblioteca infantil del Casco Viejo, una demanda histórica de los vecinos. La imagen del edificio gasta una semblanza moderna, propia del siglo XXI. Pero como habrán visto, ese espacio está cargado de historia. Es una de las tierras con una fuerte carga histórica en este Bilbao que siempre renace.