ALLÍ se mece, en el pantalán H del puerto deportivo de Getxo, con el vaivén de las aguas del Cantábrico, muy fieras, sí, pero calmas en los puertos– de refugio. Su capitán entrecierra los ojos y mira al horizonte. ¿Qué no habrá visto a lo largo de sus mil y un singladuras; en aquellos duros y felices días en los que circunvaló el mundo? Allí se mece el Pakea, el barco donde se refugiaron todos los sueños, incertidumbres, esperanzas y miedos del hombre que lo gobernaba con tanta pericia como pasión, con tantos errores como soluciones improvisadas e intrépidas.

Unai Basurko ha navegado en soledad más de 80.000 millas. Hoy insiste en mantener en pie su Proyecto Pakea, una iniciativa que tiene como objetivo dar a conocer el nexo existente entre la navegación y el respeto al medio ambiente, y sensibilizar a la sociedad mostrando el efecto negativo de la acción humana sobre los océanos y la belleza de la naturaleza. Busca, como sus salvajes antecesores (Magallanes, Elkano, los maltrechos hombres de la mar que lo lograron por primera vez también buscaron el patrocinio de los reyes de la época...), patrocinadores para sacar adelante un proyecto sobre la educación y sostenibilidad de los océanos. “Siempre necesario, pero ahora más que nunca”, asegura. Y a corto plazo organiza formaciones y vivencias a bordo entre Bilbao y Galicia; citas que duran una semana y están abiertas a todo aquel que quiera aprender y conocer la mar y la navegación a vela.

PROYECTO PAKEA

El llamado Proyecto Pakea (paz, en euskera) tiene como objetivo principal “dar a conocer el nexo existente entre la navegación y el respeto al medio ambiente”, ya que sus responsables entienden que “al navegar a vela surge una relación directa” con el entorno.

Así, después de cada una de las expediciones que realizan alrededor de todo el mundo, la tripulación cuenta sus experiencias a través de actividades educativas a los escolares.

Dichas expediciones se hacen de manera sostenible, empleando energías renovables a bordo –eólica para desplazarse y placas solares para obtener energía–, y gestionando los residuos: los reducen, reutilizan y los reciclan.

Haga quien esto lea un ejercicio de memoria porque los orígenes de esa historia se remonta muchos años atrás. Cuando Unai apenas tenía cuatro años su padre compró un pequeño velero de segunda mano. Salía, junto a su familia, todos los fines de semana y vacaciones de la familia (son tres hermanos más), con el padre al timón. A Unai se le impregnaron los caprichos del viento, de las mareas, del oleaje, de la navegación. Lo aprendió por instinto, como si fuese un animal de las aguas. No lo sabía entonces, pero el veneno de la mar se le metió dentro, por mucho que tuviese la licenciatura en Derecho. El Golfo de Bizkaia siempre por encima de los saberes de Justiniano, padre del Derecho romano.

¿No me creen? Unai nació en 1973 en Getxo. Y apenas 33 años después dio su vuelta al mundo en solitario, compitiendo en la regata Velux5oceans que arrancó en 2006 y acabó en 2007 tras 158 días de soledad, confinamiento, aislamiento y penurias, fue pregonada por medio mundo. El velero tenía 18 metros de eslora, y Unai habitaba en un espacio de cinco metros por otros cuatro de ancho, todo muy básico.

Antes de aquella vuelta al mundo (en la que finalmente quedó tercero), Unai ni siquiera tenía embarcación propia. Con los planos en la mano, se mudó a un enclave en Australia y allí pasó año y medio siguiendo al dedillo la construcción de su Pakea. Bizkaia era su patrocinador y surcó con el nombre del territorio histórico por mares y océanos. Una vez botado, un amigo le acompañó hasta Chile. Desde ese punto, navegó en solitario hasta Bilbao, “para entender la embarcación” y entrenarse, y comenzó una aventura que rememora con cariño.

Hoy navega en ese proyecto del que les hablaba en principio con un lema que bien pudiera ser el mantra que guíe una vida entera: Explora, disfruta, aprende. ¿Queda algo de aquel marino romántico? Por supuesto que sí. El eslogan que les citaba unas líneas más arriba es lo oficial, por decirlo de alguna manera. Uno sospecha que el auténtico, el que le boxea dentro del pecho, es el que se posa en aquellos versos que ahora les recito pero que seguro que muchos de ustedes recordarán.

“Que es mi barco mi tesoro

Que es mi Dios mi libertad

Mi ley la fuerza y el viento

Mi única patria la mar”

Navegó en soledad mucho tiempo, es cierto, pero sus sueños fueron compartidos. El gran impulso de su carrera se fecha en 1993, cuando ayudó a desembarcar al mítico José Luis Ugarte cuando éste finalizó la Vendée Globe de ese mismo año. Cuatro años después, y animado por el propio Ugarte, se trasladó a Australia. En 2003 compite por primera vez en La Solitaire de Figaro, y en marzo de 2004 establece una nueva marca al realizar la Bilbar, vuelta a la Península sin escalas, Bilbao-Barcelona. Fue su exitosa participación en la Velux Five Oceans de 2007 la que le dio a conocer entre el gran público. Su tercer puesto y el hecho de que esta vuelta al mundo con escalas comenzara y terminase en Bilbao elevaron sus cotas su popularidad.

Hoy la vida de Unai y de su Pakea siguen ligados a la mar, aunque ya navega con tripulación, un puñado de gente que le acompañan en el propósito de la defensa a ultranza de los mares.