FUE la suya una vida alegre que no cesó en el disfrute, una entrega absoluta para y con el pueblo. Las crónicas señalan que fue bautizado con el nombre de Domingo Sagarminaga Zárraga pero que el paso del tiempo le recuerda, ya hasta la inmortalidad, con el sobrenombre de Txomin Barullo. He ahí la primera curiosidad de esta historia. No se trata, como tanta gente piensa, de un personaje de ficción. Txomin Barullo, eso sí, no se parecía, como el personaje que hoy le da rostro, a Groucho Marx en su bigote ni en sus gestos ni vestía una camiseta blanquirroja a rayas horizontales, claro que no. Pero el carácter que le forja en torno a la vida alegre sin cesar en el disfrute sí que se fijó en un tipo real, en alguien de carne y hueso.

Recuerda la calle que tanto pisó y las crónicas de la época que de él hablaron, que Domingo era un hombre muy culto, inteligente, con mucho sentido del humor, carácter bromista y bullanguero. Unos dicen que era agente de comercio y otros que era sacristán de la parroquia de los Santos Juanes, donde había sido bautizado el 3 de mayo de 1830. Al parecer en su juventud había sido sacristán y dependiente de confianza en una de las principales casas de comercio de la Villa, haciéndose, posteriormente corredor de cambio y bolsa.

Su presencia se hacía imprescindible en toda fiesta popular, partido de pelota, corrida de toros, baile o concierto. Y de él también se dice que contrataba a quien pusiese notas de color a la vida que tanto amaba, incluso desde los tenores para las óperas del Arriaga hasta el último figurante. Vestido con levita y acompañada de un bastón de mando, su mote, Txomin Barullo, da nombre a una konpartsa de Bilbao.

Dale y dale; dale que te pego. Recuerdan que también intervenía en las fiestas religiosas, velando por el buen orden de las procesiones. Y que en sus ratos libres, actuaba como corredor de bolsa, aurreskulari o intendente de las fiestas. Al parecer pronunció en Bilbao diversas conferencias sobre arte, materia que dominaba en profundidad, tanto en euskera como en castellano.

El nombre de este prototipo de txirene y botxero, imprescindible en cualquier festejo de la Villa, se ha perpetuado en la konpartsa Txomin Barullo que en 1978 organizó el embrión de las primeras fiestas al ganar el concurso Hagamos populares las fiestas de Bilbao, convocado por el Ayuntamiento de Bilbao. La propia konpartsa lanza, en su misma web, algunas pinceladas del personaje recordando que Emiliano de Arriaga (sobrino de Juan Crisóstomo, para más señas...) incluye en su Lexicón etimológico, naturalista y popular del bilbaíno neto la palabra Chomin, definiéndolo como: “Domingo; no el día de precepto, sino el nombre propio de varón. (…) Conocimos un famoso Chomin: Chomin Barullo; hombre de grandes aptitudes e inteligencia superior, sumamente simpático y, como tal, relacionado aquí con todo el mundo“.

Pero los halagos para este ilustre personaje no terminan aquí, sino que Arriaga continúa definiéndole como una persona “de corazón noble y generoso, carácter bromista y bullanguero, acendrado bilbainismo y conocimientos enciclopédicos. Era el pie indispensable para toda fiesta popular, procesión, baile, concierto, etcétera. Era, además, buen mozo y gran organizador, que lo mismo servía para un fregado que para un barrido”.

El propio Emiliano ha sentado a Txomin Barullo en el café Suizo de Bilbao, donde se dice que se escuchó la primera ópera italiana que sonó en la villa. Gran amigo del pintor Pantxo Bringas o del extraordinario tenor Julián Gayarre, lo que a él le gustaba era hablar con los tenderos de Bidebarrieta, o con tipos populares como Tato y Txabiri, haciendo honor a su frase predilecta: “De todos se aprende”.