El desconocimiento que tenemos sobre muchas realidades de la vida, la incertidumbre sobre el futuro, el saber que hay detrás de muchas de las cosas cotidianas nos hace muchas veces caer en el miedo y por tanto en el rechazo. La verdad es que los sistemas de Inteligencia Artificial están detrás de muchas de las decisiones que se toman a nivel empresarial y nos afectan directamente, pero no somos consientes de ello. El mercado de valores, lo que llamamos siempre como la bolsa, hace años que ha dejado de estar en manos de los famosos brokers y son sistemas informáticos los que manejan todo. A partir de los datos históricos de la fluctuación bursátil, los sistemas de Inteligencia Artificial toman las decisiones de compra o venta de acciones, siempre pensando en el mejor beneficio económico. No tienen ningún dato sobre moral, así que si tienen que comprar acciones de una empresa para arruinar a otra y hacer que mil personas pierdan sus puestos de trabajo, lo hacen sin rechistar. Cuando oímos hablar de estos ejemplos no es extraño que pensemos mal sobre estos sistemas y que incluso los tengamos miedo. Pero no es todo de esta forma.

Hacer un sistema que sea inteligente no es fácil. Necesitamos enseñarlo, necesitamos que sea capaz de ir tomando decisiones en función de lo que nosotros conocemos o sabemos. En el mundo de la medicina, el big data, las bases de datos con información y análisis clínicos, están unidos en sitio web que se llama Cochrane y al que podemos acceder sin ninguna limitación. Son datos en los que no hay ninguna información de carácter personal, es todo anónimo. Un estudio sobre la diabetes en el Reino Unido con 1.500 pacientes, un análisis de la obesidad en Australia en 500 colegios de educación infantil o una base de datos con los resultados de las últimas intervenciones de cáncer de mama en Japón. Datos que pueden parecer inconexos, que tratan de estudios que no tienen nada que ver unos con otros pero que una Inteligencia Artificial es capaz de analizar y lograr sacar conclusiones que nos ayudarán en un futuro a resolver un problema genético. Un grupo de científicos tardaría años en encontrar los patrones adecuados para hacer ese análisis y sacar las conclusiones y quizás en unas semanas o unos meses un ordenador nos de la respuesta. La principal potencia de la Inteligencia 

Artificial no está solo en analizar datos, sacar conclusiones y tomar decisiones. Lo importante es que son capaces de aprender y aprender cada día, eliminado lo superfluo y centrándose solo en el camino que nos lleve a buen puerto. Detrás de los navegadores que utilizamos para conducir hay un sistema de Inteligencia Artificial. Desde que los empezamos a utilizar han ido aprendiendo de todos nosotros. Cuál es la ruta más habitual, a que horas se producen más retenciones, cuales son los puntos negros en los que se dan más accidentes, cual es la velocidad media de los coches en un tramo de varios kilómetros. Con toda esa información nos van dando la mejor ruta, el mejor camino o el trayecto más económico en cuanto a consumo. Pero a medida que los vehículos van cambiando, de gasolina a híbridos, de diésel a eléctricos, furgonetas con más tamaño o menos, todos estos datos los van añadiendo y aprenden a proponer nuevos recorridos o mejoras cuando estamos conduciendo. Datos e Inteligencia Artificial son lo que van a marcar las decisiones del futuro y no creas que estás fuera de todo esto, aunque vivas en el caserío más alejado de la civilización.