Nunca se sabe con Rui Costa, aunque en realidad es una certeza. Un excelso cazador. Depredador. El portugués, al que nadie esperaba en el trono de la Volta a la Comunitat Valenciana, encontró el camino a la gloria por los recovecos de lo inesperado. Camuflado en el anonimato del segundo plano, tomó el centro del escenario de la carrera valenciana, que resolvió en su favor tras llevarse la etapa.

Atacó el luso en el momento exacto a palmo y medio del final. Solo Arensman supo interpretar correctamente la apuesta de Rui Costa, con la calculadora en la mente (las bonificaciones son determinantes en pruebas de una semana) y la ambición en las piernas.

El resto, con Ciccone al frente, dudó demasiado cuando a la meta le restaban apenas dos kilómetros. Una milla de oro. Un tesoro para el luso, dispuesto a descerrajar la caja fuerte de la carrera. 

Error de cálculo

Ese tic propio del ciclismo, el del cálculo, derrotó al italiano, que tenía una renta estupenda con Rui Costa, insuficiente cuando se aliaron los planetas. El cambio lo propicio el portugués, que parece un joven descarado en el amanecer de la campaña. Ciccone masticó su error con amargura. Pello Bilbao, que buscaba la revolución, perdió el podio, emparejado con Ciccone en meta.

Geoghegan y Vlasov se fueron al suelo dentro de la zona de seguridad, por lo que computaron el tiempo de Ciccone. Eso validó el tercer puesto del inglés. Mikel Landa fue séptimo y Alex Aranburu, noveno en la general. El de Murgia y el ezkiotarra –cada uno con su manual de estilo, escalador uno, velocista el otro– rindieron estupendamente. También Pello Bilbao, al que se le escurrió el podio por la irrupción del portugués. 

En la cumbre se posó Rui Costa, un ciclista que no tiende al fogueo ni a las poses innecesarias. El portugués es concreto, exacto. Nada de florituras. Lo dice su biografía. No conviene perder la pista al luso, veteranísimo pero recuperado en el Intermarché, el equipo menguante de presupuesto pero emergente en victorias.

El más listo

Los misterios y los enigmas siempre sirven para decorar los relatos de grandes logros. El de Rui Costa, 36 años, campeón del Mundo en 2013 en Florencia, cuando retrató a Joaquim Rodríguez y a Valverde. Aquella escena se reprodujo nuevamente en la era de las redes sociales en otro escenario. 

Rui Costa atravesó La Frontera (5,2 km al 9%), el alto que servía de bisagra entre Paterna y Valencia, sufriendo. Pagó el peaje de mala manera. Se desgajó en la ascensión, pero en el descenso se reincorporó al grupo de nobles con Ciccone, Geoghegan, Pello Bilbao, Vlasov, Landa… y otros.

Sufrimiento y victoria

Se reintegró sin hacer ruido como un fado y su pena costumbrista. Estaba cerca pero parecía lejos. Cuestión de perspectiva. Eso confundió a Ciccone, con los ojos clavados en Pello Bilbao, impulsado por el Bahrain, y en Vlasov, con el Bora marcando tendencia.

En ese ecosistema, pendiente Ciccone de las diabluras de los más próximos, se olvidó de Rui Costa. Incluso el esprint intermedio midió al líder con Pello Bilbao y Geoghegan. El gernikarra rebañó 4 segundos, el inglés, 2 y Ciccone, 1. Ninguno de ellos se tomó la amenaza de Rui Costa en serio. Eso les condenó. El portugués no hace prisioneros. Rui Costa se destapa.