bilbao - A Nibali, la reputación se le desconchó hasta el hueso durante la Vuelta a España. Él que es un ciclista gigantesco, competidor feroz, quedó desfigurado, empequeñecido hasta el tamaño de un átomo. Arrugado, encogió varios palmos. El siciliano se retrató de la peor manera posible, grotescamente caricaturizado por una vergonzante maniobra de remolque, agarrado al coche de su director para recortar el reloj. Las cámaras capturaron al italiano en una escena que quedará estampada en la memoria colectiva del ciclismo. En uno de esos episodios sonrojantes. De Nibali siempre colgará aquel día infame señalándole en la trampa, manoseando un truco burdo, sumamente dañino para su biografía. Cazado in fraganti por un helicóptero que filmaba su intento de remontada, el corredor fue despedido sin honores por la organización de la carrera española. Cabizbajo, masticando su grosero error, vomitó el cabreo de su estúpida acción y decidió que lo mejor era recomponer su currículo de campeón, ganarse el prestigio que le había perfilado hasta entonces. Frente a semejante torpeza, solo cabía el olvido. Nibali ideó un plan para su reinserción, para recomponerse, para reconstruirse tras los escombros.
Dicen que las más bellas victorias, las más poéticas, son las de los vencidos. Nibali, derrotado a finales de agosto, avergonzado, se agarró a ese pensamiento bohemio para arrancarse los demonios en la clásica de las hojas muertas, la persiana de otoño, el último monumento, el Giro de Lombardía. En esa vereda que despide a las grandes clásicas, Vicenzo Nibali elevó su orgullo, armado por el amor propio de los campeones, esa estirpe tallada con el cincel de la insurrección. Nibali, un rebelde, se armó con ese arsenal para conquistar el Giro de Lombardia de forma incontestable después de un ataque exquisito, inopinado, en el descenso de Civiglio, la penúltima chepa de la clásica. Después de estirar el cuello en sus rampas, donde la verbena era un baile reducido con Diego Rosa, Dani Moreno, Mikel Nieve, Thibaut Pinot, Alejandro Valverde y Esteban Chaves, Nibali se elevó por encima del resto en la garganta del descenso. Se propulsó el italiano, un cohete que traza con enorme destreza, y nadie pudo seguirle el rastro. Si alguien trataba de esposarle, Diego Rosa, su compañero, le deshilachaba la idea tirando del sedal.
Nibali fue el punto final, la corona de la cadena de montaje del Astana, que manejó cada centímetro de la clásica, agitada en el tramo final por el inagotable Kwiatkwoski, que ya no es el campeón del mundo pero actúa con la misma determinación, y Wellens. Ambos exigieron que la manada celeste ofreciera su perfil más fotogénico. En esa pose destacó Mikel Landa, cuyo ritmo sostenido, contribuyó a que la carrera se ordenase en Civiglio, donde el equipo kazajo llegó en superioridad. Rosa, reciente vencedor de la Milán-Turín, y Nibali, que también había olido las flores de meta en los Tres Valles Varesinos, se sincronizaron en la ofensiva. El grupo era una pequeña coctelera donde se revolvieron Pinot, Nieve, Nibali y el omnipresente Dani Moreno, estupendo hasta el desenlace. A pesar de la agitación, no hubo fisuras hacia la terraza de Civiglio.
riesgo y valentía Cuando tocaba calma, un sorbo de aire con el que alimentar los pulmones, un pequeño masaje para las piernas y el descanso para los gemelos, Nibali se ensilló sobre una turbina. Despegó como un caza y redactó un manual de cómo se debe bajar. Alimentado por esa pericia innata, valiente como es, se asomó al riesgo y se embolsó unos segundos jugosos mientras en el grupo, con Rosa de policía, las dudas y la falta de determinación, un clásico de los perseguidores, se hicieron fuertes. Nibali alcanzó San Fermo della Battaglia con el triunfo a un centímetro hasta que Dani Moreno se alistó al ataque de Pinot. Dejó atrás al francés y vio la sombra de Nibali, que soportó la embestida de Dani Moreno en la última cota antes de personarse en Como, al lado de su lago, y darse un baño de multitudes que gritaban su victoria agitando la bandera italiana, la que el siciliano lleva planchada en el pecho. Nibali celebró feliz el triunfo, llorándo de la emoción, acariciando su bicicleta, besando el aire, al fin puro, sin el aliento tóxico de su reciente pasado. Se había rehabilitado.
1. Vincenzo Nibali (Astana)6h16:28
2. Dani Moreno (Katusha)a 21’’
3. Thibaut Pinot (FDJ)a 32’’
4. Alejandro Valverde (Movistar) a 46’’
5. Diego Rosa (Astana) m.t.’
6. Mikel Nieve (Sky)m.t.’
7. Tony Gallopin (Lotto) a 56’’
8. Esteban Chaves (Orica) m.t.
9. Sergio Henao (Sky) m.t.
10. Gianluca Brambilla (Etixx)a 1:10