CONSTANTINO Kavafis describió en su inolvidable poema Ítaca cómo a veces la meta importa mucho menos que el camino. La Trans America Bike Race es una carrera que percute fuertemente en ese concepto y hace válida una de las frases arquetípicas del deporte: lo importante es participar. En esta competición sus contendientes recorren la geografía estadounidense desde su costa oeste a la este, por una ruta histórica que los norteamericanos inauguraron en su bicentenario del estado de la nación, en 1976.
El año pasado se celebró la primera edición de esta carrera con unos cuarenta participantes. Una ruta extrema, sin ningún tipo de apoyo logístico permitido y con más de 6.800 kilómetros de carretera que tiene a las montañas Rocosas o los Apalaches en el horizonte del camino. Toda una odisea, que se convierte además en un viaje introspectivo para sus participantes. Durante más de veinte días no encuentran más compañía que su bicicleta y su GPS, una herramienta indispensable para poder seguir la ruta marcada.
Y en todo este auténtico guirigay está un bilbaino, Carlos Mazón, ingeniero mecánico en paro de 28 años, vecino del barrio de Deusto, que incluso consiguió acabar esta carrera nada menos que en segunda posición. Además, sin ningún patrocinador de por medio, solo él, sus ahorros y un inefable tesón. Mazón completó la semana pasada la ruta con una marca de veinte días, ocho horas y treinta minutos, pero nadie le esperaba en meta, ninguna recompensa, ningún bonito podio con ramo de flores, solo la satisfacción de haber concluido y la experiencia y paisajes acumulados durante el trayecto. Un premio que no es nada desdeñable y Mazón lo sabe: “Ante todo lo bonito es la experiencia”.
Ha dormido al raso durante veinte días, tan solo se ha podido duchar tres veces en todo el viaje y ha tenido que terminar la travesía con mapas de papel porque el GPS se le cayó y rompió, pero no obstante el bilbaino está feliz por la experiencia vivida. Poca gente puede presumir de haber cruzado un continente en bicicleta y luego tener fuerza para contarlo. “La clave está en amoldarse a la carretera y no intentar luchar contra los improvistos. Si hay tormenta lo mejor es parar y si tienes el viento muy en contra no quemarte, porque el tiempo que ganas por un lado lo vas a perder por el cansancio de después”, asegura Mazón. No obstante, el bilbaino pasó una media de 16 horas al día encima de la bici y durmió menos de cuatro horas al día en su periplo. Aún así afirma: “Me lo tomé con tranquilidad, solo apreté un poco más los últimos días, cuando vi que tenía fácil quedar segundo”.
Y eso que Mazón ni es ni ha sido ningún profesional de la bicicleta, tan solo participa por afición en algunos eventos de ciclocross en las que nunca ha entrado ni entre los diez primeros. Pero esta carrera pedía unos requisitos que al bilbaino le sobran: resistencia y fuerza de voluntad. Cuando un amigo suyo le habló de esta competición inmediatamente se propuso completarla. Intentó buscar patrocinadores, pero ningún equipo ni marca ciclista estaba dispuesto a ayudarle económicamente. “Como mucho me ofrecieron prestarme una bicicleta para la aventura que luego les tenía que devolver, pero yo bicicleta ya tenía. Solo necesitaba ayuda para realizar el viaje”, se lamenta el ciclista.
El ‘bloguero’ aventurero Entre las aficiones de Mazón también está la de contar sus andanzas y aventuras ciclistas en un blog que creó hace ya algunos años: www.biziosona.com. Donde el bilbaino cuenta sus hazañas encima de la bicicleta y sube fotos y diarios de viaje. Otra de sus pretensiones cuando inició su aventura americana era darle mayor visibilidad a este blog. Pero no era la única, ya que el bilbaino también está comprometido a fomentar la Eurovelos en España. Otra competición parecida a la americana y que se celebra en Europa. Todo ello a través de sus distintas participaciones en proyectos web.
Mientras tanto Mazón parece no haberse quitado el gusanillo de la bicicleta. Puesto que cuando un bilbaino termina una carrera de 6.800 kilómetros, lo que le apetece hacer es subirse de nuevo en la bicicleta y darse otra “vueltilla”. Ahora para hacer turismo de verdad, sin prisas. Ver New York, Washington y lo que aparezca de camino, pero eso sí, siempre encima de su bicicleta. “Ahora me toca disfrutar un poquito. Presupuesté 3.000 euros para este viaje y llevo poco más de 2.000 gastados”.
Y es que si Ulises se hubiese criado en Deusto, al llegar a Itaca se hubiese dado la vuelta para ver de nuevo el paisaje.