MADRUGÓ Elia Viviani (7 de febrero de 1989, Isola della Scala, Italia) y agarró su móvil para acordarse de Elena, su madre, el día de todas las madres, al menos en Italia, Estados Unidos y otros países del continente americano que celebraban ayer día tan señalado en el almanaque. Con la imagen de su madre dibujándole la mente, Viviani, tecleó un deseo: “Felicidades mama Elena. Todos querríamos regalar flores a la mamma. No hay mayor motivación”. Después pulsó el botón de ese anhelo y lo colgó en Twitter acompañado el retrato de su madre por un ramo de flores, un emoticono. Flores artificiales, digitales. Horas después, en Génova, Viviani tenía un ramo de flores hermosas entre sus manos. Era la recompensa a su estreno en el palmarés del Giro, su bautismo en una de las grandes.

El premio, que también sonrió a Matthews, nuevo líder, lo conquistó el italiano en una volata que retrató a André Greipel, un Hércules al que le faltó hilo para batir al italiano y al holandés Moreno Hofland, que disputó a Viviani cada centímetro del sprint en una recta que apuntaba hacia arriba. En medio del éxtasis, de la alegría infinita, Viviani señaló el cielo a modo de homenaje, de recordatorio. Era el festejo tras llevarse una etapa que soñó por la mañana. Abrió Viviani una vitrina que tenía repleta por el laurel que almacenaba en al pista. Viviani, que acumula una treintena de triunfos en la carretera, es un especialista del anillo, del peralte. “La pista es la mejor escuela de ciclismo”, exponía el italiano, campeón de Europa en omnium el pasado año y tercero en el Mundial de la especialidad durante el presente curso, además de medalla de plata en madison formando pareja con Marco Coledan. En 2013 se proclamó a su vez campeón de Europa en puntuación y repitió título en madison haciendo pareja con Liam Bertazzo. También se llevó el europeo tras moto de ese mismo año. Ayer, en Génova, día de la madre, le regaló un ramo de flores que imaginó por la mañana.