La última partida
Adam Hansen vence en Cangas del Morrazo antes de que los favoritos pujen hoy por la Vuelta en Ancares
Cuando el sol se acuesta en Galicia, pongamos que el jueves, dos que van a luchar por la Vuelta se cruzan en el restaurante del hotel y se saludan como deportistas educados, y algo se dicen, además, que les hace traspasar la línea franca del protocolo para olvidar que son rivales y se odian y no se pueden ver, o eso intentan, perderse de vista, cuando se ponen la armadura de tela y montan sus preciosos caballos de carbono. Pero en chándal y zapatillas de deporte, de pie en el hotel, hablan Froome y Contador sin miedo a que en un descuido uno arranque y le robe al otro alguno de esos segundos que con tanto mimo cuidan. “Tenemos un buena relación”, cuenta el líder sobre la otra cara de la rivalidad entre, posiblemente, los dos mejores ciclistas del mundo que aclaran en la Vuelta ese debate aplazado en el Tour por las caídas que enviaron a ambos al hospital. De ahí vienen para encontrarse hoy en Ancares, 12 kilómetros a más del 8% de desnivel, carretera estrecha, un lugar remoto, donde juegan el inglés y el español la última partida de la Vuelta en la que Valverde y Purito, enzarzados y desconfiados, quieren decirse lo que seguramente no se dicen cuando se cruzan en las pasillos del hotel.
Es improbable que hayan hablado de ello, pero Contador cree saber lo que hará hoy Froome para tratar de comerle alguno de los segundos -está a 1:19- que le ha ido sacando en casi tres semanas. Y tampoco hay que ser un brillante estratega para intuir que el inglés saldrá con toda la artillería, hará la carrera dura, y tirará y tirará y tirará como soplaba el lobo para echar abajo la casa de los tres cerditos confiando en que a Contador, un líder sin apenas fisuras, le tiemblen las piernas y se derrumbe. “Eso intentará”, dijo ayer el madrileño; “y lo que yo tengo que hacer es seguir su rueda. Si tengo piernas creo que no debe ser demasiado problemático”.
Dicho así parece, efectivamente, sencillo si no fuera porque no lo es tanto a estas alturas de la Vuelta, anteúltimo día, y con lo que pesan en septiembre las piernas que acumulan tantos kilómetros y desgaste. De eso hablan los cuatro que creen que aún tienen algo que decir en la carrera española, bien para ganarla o bien para subirse al podio. Todos se miran las piernas. Y, seguramente, les susurran y las acarician, les dan mimos, para que aguanten un poco más que ya no queda nada, Ancares, donde puede pasar de todo.
“Hasta que Froome”, elucubra Contador; “se decida a atacar de lejos, en el puerto anterior, pero pensando creo que eso tampoco me viene mal”. Siempre, claro, que las piernas le respondan.
Aunque más que de las piernas, pensará más de uno, mejor haría el líder en preocuparse de no caer presa del juego que se traen Valverde y Purito desde hace unas etapas y del que él también ha formado parte. Esa partida de miradas. De suspicacias, de tiro pero no mucho porque no me fío, de no tiro nada porque tampoco me fío. Así en Lagos, cuando, seguramente como en Aralar, pudieron los tres españoles acabar o, al menos, distanciar más a Froome, que de tambalearse en el alambre, de estar a punto de romperse, ha pasado a aspirar a ganar la Vuelta. “Es el más peligroso”, señala Contador al rival que, ha dicho estos días, más le ha hecho sufrir en toda su carrera. “Lo es”, reafirma Valverde, quien, sin embargo, no renuncia a la segunda plaza del podio que ocupa ahora el inglés y, de la misma manera, no asegura el podio porque está al acecho, siempre peligroso, Purito. De esa partida entre los cuatro saldrá el ganador de la Vuelta que ayer celebró la bravura de Adam Hansen, uno que lleva toda la carrera atacando como atacó ayer, a 5 kilómetros tras un repecho duro, para entrar solo en Cangas del Morrazo.