jean-Christophe Peraud es un caso extraño. Tiene dos edades. Una dice que nació el 22 de mayo de 1977 en Toulouse y que es, por ejemplo, de la quinta de Zubeldia, mayor que Valverde, como Evans también. La otra, la ciclista, cuenta que es un niño. De la generación de Bardet y Pinot, la Nouvelle Vague. Sus carnés profesionales son los tres de esta década. Nuevos. El de Peraud, de 2010. Ahora, con cuatro años, tres desde su debut en el Tour, aspira a subirse al podio en la crono de mañana, en Bergerac.
Ese año, 2010, se jubiló. Empezó otra vida. Era ingeniero especialista en termohidráulica en la empresa nuclear Areva y biker, plata en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008. Entonces corría con el maillot del Orbea, donde aún le recuerdan. Quién les iba a decir a ellos que Peraud, un buen tipo, educado, tranquilo, serio y profesional, “uno que se moría encima de la bicicleta”, estaría luchando por el podio del Tour. Por eso dejó esa vida, la de ingeniero y el Orbea. Quería correr el Tour. Eso les dijo en la empresa cuando les comentó lo de los dos años sabáticos. Que se iba a perseguir un sueño. “Si no lo hubiese hecho, seguramente me habría arrepentido toda la vida”, ha dicho al alguna vez. Cogió el camino correcto. Bingo. Acertó.
Y también Henrik Redant al reclutarle para el Lotto belga. En Francia no le hicieron caso. ¿Quién iba a coger a un viejo soñador que nunca había corrido en carretera? “Pero era bueno. No es que tuviese un motor prodigioso, pero daba el 110% cada día, qué digo, el 300%. Se entregaba”, cuenta Joseba Arizaga, que le tuvo en el Orbea. Habla de la humildad con la que trabajaba y lo que se merece, “él y su familia”, el podio que se juega mañana en la crono. “Quién lo iba a decir”. Vistas sus cualidades, “era un tío muy explosivo, que es lo que se necesita en mountain bike”, le podían augurar un camino similar en la carretera. Con el tiempo, podría brillar en carreras cortas, en cronos? En dos meses desconcertó a todo el mundo. En ese tiempo pareció aprenderlo casi todo. Era ingeniero. Buen estudiante. En febrero fue sexto en la Vuelta al Algarve, luego noveno en la París-Niza y en abril luchó con Intxausti por el podio de la Vuelta al País Vasco en Oñati al que se subió el vizcaino. Peraud era un treintañero precoz.
“A mi edad no puedo perder el tiempo”, dijo cuando pisó por primera vez el Tour en julio de 2011. Había llegado. Era un debutante que todo lo quería ver para contarlo alguna vez a sus nietos. Les hablaría del Village de la salida, de los autobuses, de los Schleck, de Contador? Y de los Alpes. Nunca había estado en los Alpes. No se le dieron mal. Acabó noveno aquel Tour. El primero. Pero pasó desapercibido porque Francia solo tenía ojos para Voeckler, que fue líder y perdió hasta el podio porque no sabía, ni sabe, correr.
Peraud tampoco. Pero ha aprendido. Rápido. Dice Arizaga que con Orbea raro era el día que no le ocurría algo. El día de los Juegos de Pekín, que fue plata. Poco más. Siempre había un pinchazo, una caída, una avería o un error que le borraba del primer plano. Era, cuenta, porque daba más de lo que tenía. Sufridor. “Se pasaba. Corría hasta quedarse sin oxígeno y fuera de sí, sin control, es cuando le pasaban todas esas cosas, las averías, los pinchazos, los errores, las caídas. Peraud no tenía un motor de la pera, pero era un agonista”.
“Pero su cuerpo ha cambiado”, advierte estos días su entrenador, Mickaël Bouget. “Ha perdido sus cualidades lácticas, pero ha ganado en resistencia, sobre todo en la montaña”. También cuenta que su masa muscular ha aumentado en kilo y medio y que ahora su relación peso-potencia es similar a la del resto de corredores de su nivel. Y que su nivel es el que se ve. Ha aguantado con Nibali en dos llegadas en alto, una en Alpes y otra en Pirineos. “Yo recordaba al corredor que llegaba reventado a meta en cada carrera y se quedaba media hora tirado en el suelo y el que vi en Saint-Lary, relativamente fresco al entrar, no se parecía a ese”. Le ha cogido el punto al sufrimiento. Lo domina. Como el Tour y la distancia. Solo ha necesitado cuatro años. “Más que un corredor de 37 años, Peraud es un ciclista que está en su cuarto año de profesional”, dice Bouget. Como Bardet y Pinot. Es de esa generación. Cuatro años. Lo pone en su carné ciclista. La única diferencia es que Peraud no tiene tiempo que perder. Y necesita ganarlo mañana, 13 segundos, para pasar a Pinot y ser segundo en París mientras defiende el tercer puesto con dos segundos sobre Valverde, 34 años, uno de su otra edad.